capítulo 1

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- No vayas a salir de aquí, ¿vale? – Le dijo casi en un susurro, apretándole los hombros.

Estaban en un baño muy pequeñito, las luces un poco verduzcas y una amarillezca sobre el espejo que enmarcaba un lavamanos blanco. Las baldosas eran cuadradas, brillantes, y, entre ellas, un montón de hormiguitas hacían fila hacia al bote de la basura: una canasta de plástico, con una bolsa de plástico dentro.

El niño asintió, mirándolo directo a los ojos avellanados, serio.

Su hermano, de cabello castaño, atado en una coletita baja, y de ojos inyectados en sangre, le pasó una mano por la mejilla regordeta, y suspiró.

- Prométemelo, Bill...

- Sí... te lo prometo... – Dijo con su vocecita aguda, pasando su cabello azabache, despeinado, detrás de sus orejas.

- Si ven que estás aquí, te va a ir muy mal. De verdad no salgas, ponte a escuchar música, ¿sí?

- Vale...

Bill se quedó sentado en la bañera, viendo cómo su hermano se arreglaba el cabello frente al espejo, soltándoselo y cepillándoselo con los dedos. Le llegaba por la altura del pecho, lo que hacía pensar a Bill, que se veía un poco femenino.

Después se quitaba toda la ropa, doblándola sin mucho cuidado sobre el váter. Se pasó las manos por su pubis depilado, y después suspiró.

Antes de salir, lo miró, sonriéndole y guiñó un ojo. Bill sonrió, cubriéndose los labios con las dos manitas para lo hacer ruido. Entonces se fue.

El niño se quedaba escuchando los movimientos en la recámara; siempre esperaba paciente a escuchar otras voces que no le parecían familiares, y cuando lo hacía, cogía el móvil de su hermano y los auriculares, y se ponía a escuchar cualquier estación de radio. Ya se sabía, que en la 2.5 pasaban música vieja, como Nena, David Bowie y Michael Jackson, música que su hermano escuchaba siempre, y también, le había cogido gusto.

También perdía el tiempo jugando a la viborita, aunque siempre perdía cuando la cola estaba muy larga y no podía coger las frutillas. Le daba cuatro intentos, y si en todos perdía, decidía enojarse y dejar de jugar; luego sólo miraba alrededor, quitándose los auriculares y haciéndolos bolita en una de sus manos, echando un suspiro cansino y ahogando bostezos.

Nunca había visto un baño tan aburrido como este.

"¿Eres tan zorrita como me dijeron que eras?"

"Sí, señor... auumm"

"Separa esas piernas y enséñame cómo juegas con tu culito"

"Ahh... joder... fóllame, por favor..."

Entre sonidos que Bill encontraba ajenos, pero en los que reconocía con facilidad la voz de su hermano, decidió mejor hacerse bolita y dormitar un poco, poniendo las manos contra el borde de la tina y debajo de su mejillas para simular una almohada. Sus ojos se cerraron a peso, pero se abrían, advertidos, cuando escuchaba un golpe y algún lloro de su hermano, que, por más curiosidad le daba de abrir la puerta y ver, no podía hacerlo.

Los sonidos con eco le hacían sentir en otro planeta. Dobló sus piernas hacia el pecho, y el suspiro que echó sonó fuerte contra su oreja. Cerró los ojos y su mente le pidió contarse a sí mismo la historia que su hermano le contaba para dormir cuando no podía hacerlo.

No recordaba del todo bien el inicio o el final, pero sabía que pensar en ello lo ayudaba a dormir fácilmente.

El pequeño pato que era muy feo y sus hermanos olvidaron, y que luego se hizo tan guapo que todos lo envidiaban.

Sé que fue por qué me amasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora