«La gente suele decir que esta o aquella persona aún no se ha encontrado a sí misma. Pero el "Yo" no es algo que uno encuentra, es algo que uno crea».
Thomas Szasz.
La encaminaron hacia lo que parecía ser una oficina con registros y papeles cuidadosamente ordenados en varias estanterías.
La alfombra color vino resaltaba en medio del mármol claro que se situaba bajo sus pies.
Las ventanas eran grandes y daban una vista del panorama completo que se situaba afuera. Ya había oscurecido y la tormenta dejaba caer unas gotas de lluvia que golpeaban el cristal.
Habían velas por todo el sitio que alumbraban hasta el rincón más escondido.
Un accidente con una vela y el incendio mandaría a la mierda todo esto... Pensó Leilah.
Habían repisas acumuladas de libros y papeles. Hojas sueltas se regaban por el escritorio y se posaban frente a ella.
Se exponían a su costado un par de sillones pequeños para una sola persona que combinaban con la alfombra.
La mujer se posicionó delante suyo dándole la espalda. Parecía buscar algo en las estanterías que contenían los archivos.
El anciano también se encontraba ahí. Él solamente observaba con la cabeza firme. Las canas habían cubierto por completo su cabello.
Leilah ya no se sentía tan indefensa como antes, pero tampoco había bajado la guardia. Estaba atenta a toda la situación.
—¡Aquí estás!—. dijo la mujer —Leilah Harris Stone—. vociferó y sacó un formato que se encontraba entre varios más.
Una carpeta tintada de blanco con líneas poco perceptibles de color negro. —Estos son tus registros.—¿Mis registros?
—Si, ya sabes. Tu información personal. Tómalo y léelo—. le extendió la carpeta y Leilah dudosa la observó por unos instantes. Después de algunos segundos la tomó.
El material se sentía suave. Acariciaba con sus dedos la portada singular y examinaba con mucha atención; su nombre estaba escrito en la orilla superior del folder.
Lo abrió y se encontró con unos documentos.
Una niña dentro de una fotografía la observaba. Tenía los ojos bien abiertos y de un color azulado como zafiros. Su tez era pálida y mantenía un semblante serio.
Era ella.
Leilah Harris Stone.
Sexo: F
Fecha de nacimiento: 07/10/1998
Tipo de sangre: O positivo
ID: 098071098
Nacionalidad: D
Familia: D
Particularidad: D
—¿Qué significa "D"?— preguntó la chica después de percatarse que todos los datos restantes conllevaban esa letra.
—Desconocido.— respondió el viejo a su lado.
—¿No saben de mi nacionalidad? ¿familia? ¿padres?
—Por desgracia Leilah... Llegaste a nosotros de una manera... Singular. No encontramos rastros de familiares tuyos y mucho menos de dónde provenías.— respondió la mujer.
—¿Y particularidad?
Los mayores se vieron fijamente por unos instantes.
—Todavía no has mostrado alguna señal de tu poder.— dijo el apodado maestro Peyton.
—¿Entonces no tengo uno?
—Claro que lo tienes, de no ser así no estarías aquí. Todos los que están en esta academia son llamados y juzgados primero por la perla sagrada; esta perla señala quién es el próximo en llegar.
Leilah dudó un momento antes de hablar.
—¿Qué año es este?—Dos mil dieciséis.
—Según este registro, he de tener diez y siete años ahora. Diez y siete años en los que no he mostrado ningún "Poder" ¿ustedes quieren de verdad que me crea esta fantasía?
—Allá afuera lo viste Leilah. Viste los poderes de esos chicos.
—Realmente no sé lo que vi. Tal vez estoy confundida. Salté hoy de un acantilado saben... Quizá me golpeé la cabeza.
De pronto, un reloj de arena que se encontraba encima de una de las estanterías comenzó a elevarse.
Leilah casi cae al darse cuenta de esto. Se atragantó con su saliva y su pulso se aceleró cuando vio que ese reloj se acercaba hacia dónde ella estaba.
El anciano a su lado lo tomó y lo balanceó sobre su mano.
—Verás Leilah... Yo soy el maestro Peyton. Ella es la señorita Dina. Y las personas que viste afuera son parte de esta institución al igual que nosotros—. dijo mientras giraba el objeto sobre una de sus manos y después lo posicionaba en la otra. —En el mundo existen dos tipos de seres que predominan; los humanos comunes y los humanos con particularidades. La primer raza de personas no tiene idea a ciencia cierta de nuestra existencia, pero en su mitología se han creado leyendas cómo las sirenas, los elfos, hombres lobo, vampiros, demonios o ángeles. Aunque últimamente se han acercado mucho a la verdad con esas fantasías.
La chica sintió cómo su presión arterial subía.
—Si el mundo supiera de nosotros, se volvería loco. Por eso preferimos ocultarnos en los bosques, selvas o tierras de nieve.— dejó de jugar con el reloj y lo tomó de una vez por todas con sus propias manos. —Tratamos de vivir como personas normales, y aquí lo empleamos. Pero no somos la única institución que lo hace. Hay cientos, ya sean terrestres o acuáticas. En lugares cálidos o fríos.
—Entonces... ¿No somos los únicos?
—No. Pero aún así debemos ser cuidadosos con la gente de afuera.
—No entiendo nada... Esto es tan confuso. No puedo recordar nada de esto.
—En los entrenamientos nos hacemos fuertes mutuamente. Eliminamos la memoria de un estudiante para que este olvide su particularidad o enseñanzas en artes marciales y pueda defenderse de los demás siendo un humano común.
—¿Eso no es injusto? Digo, ellos pueden usar su particularidad mientras la otra persona está indefensa.
—Te equivocas. Está rotundamente prohibido usar alguna particularidad por parte del otro bando.
—Pero de todas formas sigue siendo injusto. Una sola persona contra un grupo. Eso fue lo que me hicieron a mí ¿no?
—Sí. Pero es para que aprendan a defenderse en caso de que lleguen a estar en una situación parecida con los humanos que desconocen de nosotros. Escucha Leilah, por alguna razón la gema que regresa la memoria no funcionó contigo... Y no sé porqué. Trataré de ver que puedo hacer pero necesito que cooperes con nosotros para que funcione. ¿Está bien?
Leilah lo dudó por unos instantes. Después de todo, acababa de ver con sus propios ojos muchas cosas extraordinarias, extrañas y poco creíbles.
Pero al final, si intentaba escapar de todos modos la superarían en número, así que tuvo que resignarse ante la información que tenía delante.
—Está bien.
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El Trono de la Oscuridad: Rosas en Llamas
FantasySi pudieses cambiar algún aspecto de ti o de tu entorno... ¿Qué sería? El ser humano está en constante cambio en el transcurso de su vida. Algunos cambios son pequeños, pocos perceptibles para los ojos ajenos. Cambios como comprar un nuevo suéter o...