Continuaron el viaje en silencio. De vez en cuando, Isabella le lanzaba miradas de soslayo para comprobar que él no intentará atacarla desprevenida, pero el cuervo no volvió a dirigirle una sola palabra ni intentó acercársele. Al contrario, parecía como si ella no existiera y él estaba en un aburrido viaje en solitario.
En la ventana podía ver que habían cruzado por un camino de tierra a través del Bosque de los gritos. Isabella sintió la boca seca cuando vio que el carruaje se internaba a través de los árboles, pero cómo el Cuervo se veía tan aburrido, fingió sentir calma y no cerró la ventana. Aunque todo su cuerpo le pidiera hacerlo.
Afortunadamente, después de una hora salieron del bosque y se dirigieron a la ciudad por un camino que ella nunca había visto. Dante había bajado el ritmo de la velocidad, las calles estaban prácticamente vacías.
Se detuvieron frente a una pequeña posada en un barrio de los márgenes. Las ventas se veían oscuras desde fuera, pero el Cuervo se bajó inmediatamente después de que se detuvieron.
—¿Amor, estás bien?
Dante había abierto la puerta y le había puesto un brazo encima con delicadeza. Furiosa le dio un golpe en la nariz con todas sus fuerzas.
—¡AUCH! ¡¿Qué te pasa?!
—¿Cómo te atreves a mentirme? ¡Creí que tú eras el cuervo!—sus le ardían, pero no iba a llorar frente a él.
—Mira, la niña rica tiene un buen puño.
El Cuervo estaba recargado en el carruaje, viéndolos con una sonrisa de burla.
Dante tenía una mano apretando el puente de su nariz en un intento fallido de detener la sangre que chorreaba por su rostro hasta manchar su camisa.
—Creo que me rompiste la nariz, ¿qué te pasa?—levantó la cabeza en un intento de parar la hemorragia.
—¡Te voy a romper algo más si no me contestas! ¡¿Por qué me mentiste?!—su voz se escuchó entrecortada a mitad del grito. Los brazos le temblaban de ira.
—¡Yo jamás te dije que era el Cuervo! No tengo la culpa de lo que hayas imaginado.
—Uff, ¿la carta de la culpa? Golpe bajo.
Ambos miraron al Cuervo que seguía de espectador en su pelea.
—¡No te metas!— Le gritó Dante con voracidad. Una vena se le marco en la frente sudorosa.
Justo cuando Isabella estaba pensando en la posibilidad de correr y regresar a casa, una figura menuda se asomó detrás del Cuervo.
—Por el mas Místico, ya cállense. Guarden silencio y entren de una vez antes de que alguien los vea.
Su voz parecía un crujido, como el sonido de un tronco antes de caer para ser convertido en leña.
—Iván, llévatelo.
Se dio media vuelta y el Cuervo fue tras él. Dante intentó acercarse a Isabella y extendió un brazo en un ademán de tocarla. Parecía que la hemorragia había cesado, pero tenía las manos manchadas de sangre.
—¿Isabella, podrías...?
El sonido del carruaje yéndose lo interrumpió, y antes de que él pudiera decir algo más, Isabella se dirigió a la puerta de la posada sin mirar hacia atrás.
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La noche del cuervo
RomanceIsabella se acercó a su tocador. La noche era fría y pudo observar la pluma negra sobre su caja de música. La abrió y encontró una rosa negra. -¿Aún en estos momentos?-Sonrío. La tomó con prisa y se encajó una espina. -¡Auch!-La pequeña gota roja...