Capítulo 4

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Berk.

Hijo de jefe. Jinete del Furia Nocturna.

Aunque el albino intentó negarse por todos los medios a quedarse en casa de Hiccup, éste le insistió de una manera tal que obligó a Jack a aceptar sin otra alternativa. Pero había olvidado un pequeño detalle, el cual era el siguiente: Hiccup era el único que lo veía. Y él vivía con su madre. Entonces, cuando la señora llegase y el castaño fuese cortés en presentarlos, se armaría un alboroto y se desatarían las confusiones por causa de su no intencional invisibilidad. Debía evitar eso a toda costa.

¿Tenía que decirle la verdad a Hiccup?

¡Obviamente tenía que hacerlo! De lo contrario no podría seguir avanzando en la búsqueda de los otros dos guardianes. Si Hiccup se negaba, entonces debería tomar una difícil decisión, la cual sería dejarlo atrás y continuar su viaje sólo.

Pero no podía hacer eso, no según la profecía. A él no lo seguirían sólo dos o un guardián, lo seguirían tres, sin excepciones, sin alteraciones. Entonces, Jack debía hacer todo al pie de la letra. Debía ser honesto con él, o no sería digno de llamarse “El Príncipe de la Armonía”.

Justo en el momento en que escuchó la puerta rechinando por el roce de la madera y el pavimento, se levantó disparado del sofá.

—¡Préstame el baño!

Subió como un misil por las escaleras aunque Hiccup no le había indicado la ubicación, por lo que tuvo que gritársela desde su sitio. El peliblanco dió con la puerta del baño y la abrió provocando un nuevo rechinar. Se encerró para ordenar sus ideas e intentar calmarse ante el nerviosismo que lo embargaba. De ahí en adelante debía saber sobrellevar la situación. La madre de Hiccup no lo podría ver, entonces el castaño se confundiría tanto y podría terminar en que no quisiera acompañarlo en su viaje.

—No tengo idea de qué hacer —suspiró intentando hallar calma, colocando sus manos contra sus caderas mientras respiraba pausadamente.

Escuchó unos pasos subir por las escaleras y posteriormente tres leves golpes a la puerta.

—¿Jack? ¿Estás bien? —escuchó a Hiccup del otro lado, su voz chocaba contra la madera de la puerta —. Mi mamá ya llegó. Le he dicho que estás aquí. Vamos a hacer la cena —informó.

—Eh, sí. Ya voy, dame un momento.

Intentó evadir sin éxito.

—¿Estás seguro de que te encuentras bien? —insistió el pecoso.

—Sí. Sólo estoy. . . confundido. Es todo.

Aunque intentase minimizar su estado ante Hiccup, el insistente jinete de dragones no iba a desistir tan fácilmente, algo que Jack tenía más que claro. Esperaba que entendiese su punto al manifestar confusión en cuanto a su situación actual. Tenía mucho peso encima, y no sabía cómo proceder. Posiblemente, los otros dos guardianes eran tan importantes para sus tierras como Hiccup lo es para la suya, entonces debatió esto consigo mismo procurando no volverse loco.

—Hey, no te preocupes. Te ayudaré a buscar al guardián de Berk —promete el castaño.

«El guardián de Berk eres tú. ¡Zopenco!»

Hiccup probablemente no imaginaba ser el guardián por dos razones aparentes: era el jefe y no podía dejar su pueblo por una profecía que pensaba que era un mito, y no se veía al nivel de Jack en cuanto poderes o habilidades extraordinarias. Tan sólo era un jinete que velaba por el bienestar de Berk. Tenía una vida hecha y una familia.

Jack no podía arrebatarle todo eso.

—Gracias.

Salió del baño luego de escuchar a Hiccup despedirse e irse. Bajó a la sala con sigilo, observando a su alrededor con los ojos bien abiertos, y aceptó su destino al tener que mostrarse a la madre del jinete.

Guardianes | The Big FourDonde viven las historias. Descúbrelo ahora