III
Odette.
Mi cabeza daba vueltas, mi madre me hablaba sin embargo no podía escucharle. Mi mente trataba de evocar lo que había sucedido pero me sentía incapaz.
Mi cuerpo ardía, intentaba pedir agua pero sólo podía murmurar palabras que al parecer nadie podía entender. Podía sentir la preocupación en la voz de mi madre. La servidumbre iba de un lado a otro tratando de solucionar el problema que estaba representando.
Mis labios arden.
Mis manos se movieron instintivamente a mis labios y lo recordé, el baño; el hombre y el beso. Mi cuerpo reaccionó en un estado de alerta súbito y sostuve a mi madre mientras me incorporaba.
-Madre…-Mi voz apenas podía salir- un hombre estuvo aquí, él…
-Shh -calló mi madre-. Lo sé hija mía, fué el duque de Luthier. Ese hombre se aseguró de que no tengáis manera de faltar a tu palabra.
-Madre, no os entiendo -expresé-. ¿Qué es lo que ha venido a hacer?
Mi madre me miró con expresión apenada; sabía que había llegado el momento de las respuestas que se me habían negado durante mucho tiempo.
-Él os ha envenenado, si no se completa el pacto al anochecer moriréis -su mano acarició mi mejilla mientras sus ojos se llenaban de lágrimas-.
El pacto de sangre era hoy, un ritual que se realizaba cuándo un demonio contrae nupcias con un humano. El último pacto registrado fué hace casi doscientos años. El reino se encontraba a la expectativa de lo que sucediera hoy.
Fué una condición del mismísimo rey cuándo impuso nuestro compromiso; ya que de no realizarse el pacto mi cuerpo no soportaría el enlace con un ser demoníaco. Su poder me absorbería y moriría en poco tiempo.
Este enlace permitía unir nuestras almas para que la parte más débil pudiera soportar la fuerza demoníaca albergada en el demonio sin sucumbir a la locura o al suicidio. Y como este era un matrimonio por el bien del reino, si moría en ello la guerra sería inevitable.
Pero… ¿Envenenarme?
Si fallaba mi familia sería acusada de traición y seríamos ejecutados. Era para lo único que había estado preparada durante toda mi vida. No podía pensar en un motivo para faltar a mi compromiso.
"Exceptuando a Ronan"
Deseché ese pensamiento de inmediato. El duque de Luthier no tenía manera de saber sobre mis sentimientos. Sin embargo, no pude evitar sentir un escalofrío al pensar en sus motivos; me dejaba en claro que si fallaba tenía por seguro morir a manos de él mismo.
-Debéis daros prisa hija mía -sollozó mi madre-. Está llegando el atardecer y debéis comenzar a prepararos. No tenéis mucho tiempo antes de que comience la ceremonia.
Asentí lentamente y dejé a la servidumbre hacer su trabajo. Me dieron un baño caliente con esencias del reino. Normalmente, estas eran reservadas para mi madre, la condesa. Sin embargo, hoy era una ocasión especial. Mi piel fué untada en el más delicioso aceite con suma delicadeza y mi cabello peinado finamente.
El vestido era en efecto, hermoso. La tela era de seda violeta que rozaba la transparencia. Se acentuaba a mi cintura y mis piernas iban descubiertas por aberturas. Mis senos eran perfectamente visibles a través de la tela y me sonrojé al verlos.
-¿Es esta toda la vestimenta del ritual? -pregunté espantada-.
Una de mis damas, Adelaide, asintió brevemente. Su sonrisa se dibujó al verme.
-Está usted preciosa jóven señorita.
-El vestido parece no más que una enagua -dije con disgusto-. ¿Estás segura de qué es este el vestido?
-Es la vestimenta del ritual -intervino mi madre volviendo a la habitación-. Hace muchos años que no se hacía ningún vestido para esta ocasión, sin embargo la costurera trabajó arduamente para seguir al pié de la letra la información en los libros del último ritual realizado.
Asentí a pesar de mi evidente desagrado. Mi mente se encontraba más preocupada por el ritual que por cualquier otra cosa. Mi cabeza comenzaba a doler y mi cuerpo se encontraba fatigado por el veneno que cada vez actuaba con más rapidez.-Madre… -Tomé sus manos entre las mías-. Ha llegado el momento de irme.
-Hija mía -lloró desconsoladamente-. Deseo vuestra salud y felicidad. Cuidaros, sois nuestro tesoro.
Mis damas me acompañaron en mi salida del palacio, mi padre se encontraba aguardando junto al carruaje. Su mirada dura se posó en mí, él nunca había sido un hombre cariñoso. Sin embargo, sabía que me amaba a mí y a mi madre. De lo contrario, no estaría presente.
-Odette -llamó con seriedad-. A partir de este momento, le pertenecereis al demonio de Luthier. Debéis obedecer a vuestro esposo en todo momento, y cumplir con vuestro deber para con el reino. Cuidaros, hija mía.
Sabía que sus palabras eran vacías, sólo me pedía obediencia para que la servidumbre pensara que estaba de acuerdo con el matrimonio, ya que el rey tenía oídos en todos los rincones. Pero también sabía que me pedía que me mantuviera a salvo.
Abracé a mi padre con fuerza, sus brazos me recibieron por primera vez en mucho tiempo. No pude evitar derramar lágrimas ante la despedida de todo lo que había sido mi vida hasta ahora.
Sin más, entré en el carruaje hacía el templo oscuro; lugar dónde se sellaría el pacto.
Mi corazón palpitaba mientras más se acercaba al templo, la energía que despedía el lugar era sombría y conseguía ponerle a cualquiera los pelos de punta. Al bajar, el aire frío rozó mi piel y tuve la sensación de querer regresar al palacio.
Quizás es porque nunca pedí nada de esto.
Mis damas se quedaron atrás y los sacerdotes oscuros guiaron mi camino. Era un grupo pequeño de hombres que portaban túnicas, no se podía ver su rostro y tampoco podían hablar.
El exterior era fascinante, una estructura antigua llena de huesos de dragón en la hierba. Su aspecto era tan hermoso como sombrío. "Una verdadera obra de arte sombrío".
Los sacerdotes abrieron la gran puerta que emitió un chirrido, e hicieron un gesto que indicaba que debía entrar. Al hacerlo, me quedé completamente sola en el templo. No había otra luz más que la que provenía de la luna.
-¿Estáis aquí, duque de Luthier? -pregunté asustada-.
No hubo respuesta, pero lo sabía.
Estaba ahí.
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El beso Pagano
RomanceLa joven condesa temía su matrimonio que se encontraba muy cerca; y tenía toda la razón en temer. Su prometido, el demonio de Luthier había forjado una reputación de sanguinario, desalmado e implacable. Ambos sabían que su matrimonio era por conveni...