Néctar

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III

Odette

Sentí escalofríos. No podía verlo, pero podía sentirlo. Avancé por el templo hasta llegar al altar dónde se alzaban estatuas de demonios antiguos. Las figuras daban malestar desde dónde se las mirase. Sus ojos parecían estar vivos y observando cada movimiento.

Serán mis Dioses también.

Me acerqué a encender las velas en cada uno de los altares. Cada uno, poseía una inscripción grabada a sus pies; lo que supuse serían sus nombres. Sin embargo, no conseguía entender el lenguaje en el que estaba escrito.

Al encender la última vela, noté que había una copa junto al altar principal. Tenía un aspecto muy antiguo y al mirarla de cerca, poseía también letras que no podía entender…

-Mi lady Odette -llamó una voz, su voz-.

Mi nombre dicho por él se escuchaba como un poema. Mi mirada se conectó con la suya al instante. Se encontraba sentado en uno de los bancos del templo, me había estado observando. Y esta vez, me tomé el tiempo para observar también a aquel hombre, tal cómo él había hecho la noche anterior.

Su cabello era de un color que nunca había visto antes. Era de color ceniza, y llegaba hasta sus hombros. Su cuerpo parecía fuerte, lo suficiente como para estrangularme sin esfuerzos. Y su mirada… Era única. Así se veía un demonio, un ser perfecto.

-Duque de Luthier -respondí-.

-Tomad el cuchillo que está justo detrás vuestro -señaló sin apartar la vista de mí-.

Seguía sus instrucciones, se encontraba un cuchillo al lado de la copa que estaba segura de no haber visto antes. El cuchillo parecía de un material desconocido, había leído sobre éste en los libros sobre el pacto. Forjado por el mismo Luzbel con partes de huesos de sus esbirros.

-Ahora, tomad la copa y cortad vuestras muñecas -requirió sin una pizca de sentimiento en su voz-. Aseguraos de verter la sangre en la copa, y traedmela.

Mi boca quería articular palabra, pero no podía. Cortarme sería un suicidio, ¿Era esto lo que pretendía?

-No moriréis, si eso es lo que estáis pensando -expresó impasible-. Demostradme de qué estáis hecha, mi lady.

Acerqué el cuchillo a mi mano izquierda, arrastrándolo por mi piel mientras hacía un pequeño corte. Sentí un dolor punzante mientras acercaba mi mano a la copa, y las gotas de mi sangre comenzaron a caer.

-Como lo imaginé -dijo con una sonrisa en su rostro-. Necesitareis ser más rápida que eso.

De repente, una fuerza que no puedo explicar cortó mi mano más profundamente, solté un gemido de dolor, la copa se llenaba al igual que mi ropa ante el derramamiento de sangre.

Me está demostrando su poder, profundizó el corte sin siquiera moverse.

Al llenarse, sostuve la copa con mi otra mano, sin embargo; todo comenzaba a verse borroso. La pérdida de sangre era notoria, y el veneno ya había recorrido un largo camino por mi cuerpo.

Caminé hacía él a pesar de mis débiles fuerzas, sabía que debía completar el pacto. Él continuaba observando la escena desde el banco; todo esto parecía indiferente para él. Al llegar, le tendí la copa y el la tomó. Bebió de ella mientras le observaba, su mirada seguía clavada en mí. Y mis piernas fallaron, no podía soportarlo más. Mis sentidos se nublaron.

-Debéis beber de mí sangre, mi lady -escuché su voz en la lejanía-.

Sin poder explicar cómo pasó, me encontré en su regazo sobre el banco; él me sostenía y me guiaba a su sangre. Se perforó ligeramente el cuello para que pudiera beber de él. Y en un ritual profundamente íntimo, tomé todo lo que pude.

La sensación era adictiva, sentía que mi cuerpo volvía a la vida lentamente. Mientras más tomaba, más deseaba. Comencé a sentir una sensación de ardor por todo mi cuerpo, y el duque me apretó de las caderas; pegándome a su hombría.

-Es suficiente -declaró con una voz ronca-.

No sabía cuánto tiempo había pasado; pero no podía parar, era demasiado placentero. Experimentaba mil sensaciones al mismo tiempo, su cuerpo contra el mío, el sabor de su sangre; el calor recorriéndome.

Gemí en desaprobación mientras seguía tomando de él, y una de sus manos me tomaba del cabello mientras la otra apretaba mis nalgas. El momento se intensificó y yo no podía parar. Mis senos se restregaban descaradamente contra su pecho, erectos. Escuché un sonido profundo de su boca, y me apartó de su cuello para besarme.

Mi boca le aceptó sin pensarlo, su lengua jugaba con la mía mientras nuestras manos recorrían el cuerpo del otro.

Santo Dios.

El beso se volvía más exigente, mi respiración se entrecortaba y podía sentir su hombría palpitar debajo de mí. Gemí en sus labios y su boca abandonó a la mía para dirigirse a mi cuello. Sus dientes perforaron y mi cuerpo parecía encenderse en llamas.

Podía sentirlo drenarme, mis uñas se clavaron en su espalda y la urgencia de tenerlo más cerca se hacía insoportable. No podía evitar jadear de placer, me rendí ante él.

Mi visión se hacía borrosa nuevamente, intenté detenerle pero era imposible, su cuerpo parecía pegado al mío.

-Duque -jadeé-.

El duque sin embargo drenaba con más fuerza, su abrazo se reforzó alrededor de mi cintura, cómo si su vida dependiera de ello.

No puedo soportarlo más.

Sabía que mis esfuerzos serían inútiles; él era un demonio. Así que me dejé llevar y cerré los ojos mientras el placer y el dolor me llevaban a rincones desconocidos.

El beso PaganoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora