Apoyo paternal

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Leo estaba tan emocionado por charlar con Maddie, que no se percató de que ya era pasada la medianoche. Para él, esta experiencia era totalmente nueva y emocionante, debido a que en sus casi 30 años de vida jamás había entablado conversación con una chica por tanto tiempo, y mucho menos con una que manifestara tanto interés en conocerlo.

Para un chico como él, sin experiencia sobres las cuestiones de citas y las señales que dan las mujeres que están interesadas en los hombres, esta situación le resultaba demasiado desconocida, por lo que solo podía tantear el terreno, a riesgo de morir en el intento.

Del otro lado de la "línea", Maddie estaba tan fascinada con la naturalidad e inocencia de los mensajes que el chico pelirrojo le enviaba, que su excitación aumentaba conforme hablaba con él, así que decidió ser más directa con sus proposiciones.

"Eres bastante interesante, ¿te gusta el café? Realmente me gustaría salir en una cita contigo", propuso la atrevida joven sin dar mayores rodeos.

Al leer el mensaje, el chico pelirrojo quedó en blanco y sin saber qué contestar. Estaba tan impactado, que ni en sus sueños más locos imaginó que una chica se atreviera a pedirle una cita. En realidad, siempre tuvo la idea de que los hombres eran quienes proponían ese tipo de cosas, sin embargo, jamás tuvo el valor para acercarse a alguien del mismo sexo debido al temor de ser rechazado por su color de cabello.

Cuando pudo reaccionar, el inocente muchacho gritó sumamente emocionado, ignorando que en ese momento su padre entraba a la habitación.

—¡Dios! ¡No lo puedo creer! Ella acaba de pedirme una cita.

—¿Quién te pidió una cita? —preguntó Jacob fingiendo curiosidad, aunque en el fondo sospechaba de quién se trataba.

—¡Jacob! ¿Por qué entras sin preguntar? —reclamó Leo bastante avergonzado, mientras escondía su teléfono móvil.

El veterano carpintero conocía bien a su hijo, por lo que sus sospechas fueron confirmadas al ver su expresión tímida. Aunque en un principio quiso festejar que al fin su vástago tendría su primera experiencia en cuestiones románticas, decidió reaccionar con calma y ofrecerle orientación en este nuevo reto que se le presentaba.

—¿Qué? ¿Acaso mi hijo está flirteando con una clienta? —preguntó, sonriendo pícaramente mientras tomaba asiento junto a Leo en la orilla de la cama.

Su comentario hizo que Leo se estremeciera, sorprendido de ser descubierto por su "viejo", que, avergonzado, desvió la mirada en un intento por ocultar la verdad. Al ver la reacción de su retoño, Jacob se echó a reír.

—Ja, ja, ja. A mí no me engañas. Supe que esto pasaría en el momento en que los vi juntos.

—¿Nos viste? —exclamó Leo con agitación.

—Sí, y te puedo asegurar que ella está muy interesada en ti, o de lo contrario no estaría texteando contigo a estas horas de la noche —puntualizó el astuto hombre con una sonrisa divertida.

En el fondo, el tímido chico quería confiar en las palabras de su padre, pero se sentía inseguro con su aspecto físico, así que preguntó con nerviosismo.

—¿Crees que soy atractivo para una chica como ella?

Al escuchar esto, su padre lo miró con seriedad y señaló hinchando el pecho con orgullo:

—¡Pero por su puesto! Eres tan apuesto como yo cuando tenía tu edad.

La respuesta de su padre no convenció mucho al indeciso muchacho, que al mirar a su progenitor sintió que jamás podría ser como él, quien tenía una complexión era más robusta y su rostro aún conservaba la galanura que alguna vez tuvo en su época joven.

Leo, mi chico zanahoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora