4. Escriurem

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MATEO

Te juro que mato a mamá. Te juro que la mato. ¡Cómo puede comportarse así! A veces puede ser una adulta capaz de castigarme y otras puede ser una niña pequeña en busca de la atención de las cámaras. Mi pie en el pedal del coche hace que acelere demasiado. Miro a Katalin desmayada a mi lado y relajo el pie. Tengo que tener la atención puesta en la carretera, pero no puedo apartarla de ella. Me recuerda a como se ve la bella durmiente. Aunque no esté dormida, o eso creo. Se la ve tan tranquila, tan...

¡Centrate Mateo!

Gracias consciencia. El resto del viaje en coche se pasa corto. Al llegar a casa la cargo y la llevo al cuarto de..., su cuarto. La dejo en la cama y la observo detenidamente. Es guapa. Muy guapa. No me quedo corto al decir que me he quedado en embobado mirándola. El ruido de unos pasos en el pasillo me saca de mi trance y me alejo de ella lo máximo posible hacia el ventanal. Giro la cabeza al oírles abrir la puerta. Ellos se me quedan mirando de arriba abajo y recuerdo que no me he cambiado de ropa. La habitación se llena de un silencio casi incómodo y rodeo a mi madre y a Iñigo para salir del lugar.

Después de tener bien claro que no hay nadie más en su cuarto aparte de ella. Entro por el balcón que compartimos a su cuarto. Me siento a su lado en la cama y recorro con la mirada sus baldas llenas de libros. Si que le encanta la literatura. De camino a observar su carita observo unas gafas en la mesita de noche. ¿La he visto antes con las gafas puestas?

No, no lo ha hecho. Entonces, usará lentillas. Aunque no tengo ni la menor idea.

Vuelvo a centrarme en ella y me quedo un rato así. Se me viene a la cabeza Alexia. Joder. No la he llamado. Saco el móvil del bolsillo y lo enciendo. Veinte llamadas perdidas y cincuenta mensajes. Mierda. Salgo al balcon y la llamo. Me coge el teléfono al tercer tono y por instinto alejo el móvil de mi oreja.

—¡Mateo Ferrer Velasco! ¡¿Te ha tragado la tierra o qué?! —Ves porque lo hago. Pues eso. Suspiró pesadamente antes de responderle a mi novia.

—Yo también te he echado de menos, cariño. —intento sonar lo más dulce posible para intentar hacerle desaparecer el cabreo.

—¡No me vengas con cariño! ¡¿Dónde has estado?! —grita desde el otro lado de la línea.

—Ha ocurrido algo con mi hermanastra. —le respondo esperándome lo peor.

—¡Y me dejas a mi tirada por una extraña! Al menos dame una buena excusa. —Abro la boca varias veces, pero no me sale nada. Unos instantes después encuentro las palabras para explicárselo.

—Ha tenido un ataque de ansiedad y he tenido que llevarla a casa. —explico.

—Te has quedado toda la tarde en casa por un ataque de ansiedad. —dice sin creerme nada.

—Si.

—Mateo, no te lo crees ni tú. —No es que sonara poco creíble antes. Es que ella nunca me cree en estos casos.

—Cambiemos de tema por favor —suplico. Escucho como suelta un suspiro desde el otro lado—. ¿Qué has hecho tú?

—Salir —se queda un momento en silencio antes de responder—. Con Klaus.

—¡¿Y eres tú la enfadada?! —le gritó al teléfono. Como cojones puede hacerme esto. Salir con él es cómo enrollarte con mi hermano —si tuviera hermano—. Klaus me quiere matar, no estoy seguro si real o figuradamente, y lo que ella hace es salir con él— Mira, mañana hablamos. Porque te juro que tiro el teléfono por el balcón.

—Ma... —Cuelgo la llamada antes de que pudiera decir algo más y vuelvo a entrar en la habitación de Kata. El verla dormida me relaja completamente. Así que me dejo caer en la silla de su escritorio para momentos más tarde quedarme dormido.

Un Presente [1 Trilogía Tiempo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora