Una conversación

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Draco regresó a la mesa con cuatro jarras de cervezas de mantequilla, dos en cada mano, sosteniéndolas por las asas.

—Ahora vienen Adrian y Greg con las demás —dijo posándolas suavemente en la mesa y sentándose con naturalidad—. ¿Dónde está el resto?

—Por ahí, bailando —contestó Ron a la vez que se abalanzaba sobre una de las cervezas.

Ha pasado cerca de un año desde aquella tarde en que Ron se chocó con Theo y le tendió una mano que el otro chico aceptó. Los cambios son más que notorios. Las facciones afiladas de Malfoy no han redondeado mucho más, pero sus ojos no tienen los cercos oscuros que tenían en aquel momento y de los que Ron ni siquiera se percató. Seguía siendo elegante, casi felino, cuando camina, pero ya no lo hace con cautela, y la forma en la que mira a su alrededor al sentarse en la misma mesa que Hermione y él volvía a ser la de alguien que cree que el mundo está a sus pies.

Al menos, anímica y metafóricamente.

Quizá el cambio más brutal de todo el grupo había sido el de Goyle. Aconsejado por Dean y Hermione, los dos que se habían criado en un entorno muggle, lo habían convencido de hacer terapia. El resto se había tenido que conformar con superar sus traumas ayudándose unos a otros, no rindiéndose y rezando por no hacer pagar por ellos a nadie de su entorno, pero había estado claro que Goyle necesitaba algo más. Había funcionado a medias, por la gran cantidad de cosas a ocultar, pero le había dado el trampolín necesario. Un año después, había vuelto a coger peso, la mayor parte músculo debido al ejercicio que hace, y se había aficionado a construir maquetas de forma muggle, utilizando pequeños palitos de madera para ello.

En cualquier caso, ninguno de ellos era ahora la misma persona que hace un año, igual que en ese momento no eran iguales que durante la guerra.

Para empezar, Ron había tenido que replantearse muchas cosas con respecto a su relación con Hermione, su orientación sexual y el concepto de vida que su familia le había inculcado desde pequeño. Afortunadamente, Charlie había sido una ayuda crucial para entender cuál era el camino correcto, para él en particular, que podría funcionarle. Por el momento, así lo parecía, y, aunque todavía no se habían decidido a hacerlo público en el grupo, sí se lo había confiado a Harry.

—¿Potter está bailando?

—¡Ah, que preguntabas por Harry! Pensaba que te referías al resto en general. —Las mejillas de Draco se sonrojaron y sus ojos plateados brillaron con momentánea ira. Con una carcajada, Ron se apiadó de él—. Está fuera del pub, le ha llamado uno de sus compañeros muggles del trabajo por felétono.

—Teléfono, Ron —le corrigió suavemente Hermione, poniéndole la mano en el brazo.

Draco hizo un ruidito para darles a entender que los había escuchado, pero no contestó, limitándose a dar un sorbo a su cerveza. Lamiéndose un poco de espuma que se le había quedado en la comisura del labio, habló en voz baja.

—Es curioso. —Hizo una pausa y Ron y Hermione lo miraron con curiosidad—. Cuando hace unos meses Theo se tropezó contigo, Weasley, pensaba que nos ibais a llevar ante los aurores. Y aquí estamos, celebrando vuestro compromiso.

—Siempre has sido un poco dramático —respondió Ron—. Además, no te lo creas demasiado, es porque esperamos un buen regalo de bodas de tu parte.

—¡Ron! —le reprendió Hermione, aunque dejó escapar una carcajada. Luego se volvió hacia Draco, escandalizada por la idea de que este pudiese creer semejante tontería—. No es cierto, Draco. Realmente queremos que estés ahí. Que estéis todos.

—Claro que sí —concedió Ron, todavía riéndose. Draco ha recuperado, o quizá nunca la perdió, parte de su susceptibilidad y encuentra muy divertido hacerlo saltar.

Ronald Weasley tenía razón [Drarry/Harco - Ron/Theo - Ron/Hermione]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora