Killshot–Arthur Pendragon y tu. Oc creado por mi: Koiname.
Capitulo uno–Reencuentro.
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Cómo ya era de gran costumbre, paseabas con tranquilidad por el gran jardín, en el reino de Lioness, dónde vivías. Tu una Diosa, eras extremadamente reservada, poco carismática pero bromista, como si de una alma solitaria se tratase en ese entonces. Solías visitar frecuentemente a Meliodas y Elizabeth, junto con ellos, a su pequeño engendro, Tristán.
Solías resentirte con esta pareja, por haber creado está criatura, mitad demonio, mitad angel, sentías vergüenza ajena de este niño, pero este te consideraba su tía. En lo más profundo de tu corazón, solo te limitabas a verlo como tú sobrino.
Conocías a lo que antes fueron los pecados Capitales, su historia, todo. Fuiste parte ensencial en aquella batalla a su lado. Conociste a todos los miembros, sobre todo a Meliodas, Merlin y Arthur, aunque este último no fuera un miembro. Supiste su final, lo que sucedió con Camelot, por su capricho, y nunca más lo volviste a ver, fue una pena. Aún recordabas el pequeño romance que tuvieron, antes de que se fuera junto a Merlin, pues sentías cierta traición. Pero ni pensabas en eso, te centrabas en entrenar a Tristán, como pedido de Meliodas, aunque Elizabeth no estuviera tan de acuerdo. No tenias mas remedio, aceptaste entre dientes.
Presente.
–Bien, ¿A dónde piensas ir?– dijiste, mirando a aquel niño.
–Tia, porfavor, incluso tu sabes que tenemos que derrotar a ese tal rey malvado!– dijo, pucheando pero mantenia un rostro serio, realmente era igual a su madre.
–Imposible, eres débil, y no tengo el consentimiento como para dejarte hacer lo que se te pegue la gana, Tristán.– negaste, mirándolo con molestia.
–Pero...Los jinetes y yo..– interrumpí.
–No! Por más que tengas dos razas dentro de ti, y tu estúpido escuadrón piense igual que tu ¿Acaso no te interesa tu familia? Son solo niños, y son 4, prácticamente se enfrentarían a la muerte misma, deja de ser tan confiado, Tristán.– regañe con enojo, Cruze mis brazos, demostrando autoridad.
–Bien, pero no prometo lo último...– murmullo mirando para abajo, derrotado.
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–Tia, no comprendo, ¿Me contarás denuevo porque eres una Diosa con solo dos alas enormes, y no una con dos pequeñas en cada lado?– Tristán siempre me tenía cautiva allí, preguntándome mi pasado, le encantaba eso. Sobre todo, el saber el origen de mis alas, de tamaño abismal, y extremadamente agiles como para ser tan velocez.
