— Me gustas mucho – por fin pude decirte lo que sentía. Pero tu respuesta no fue la que esperaba, pero tampoco me sorprendió – Alemania… — me miraste incómodo, con una mueca que reflejaba vergüenza –
No me dejaste hablar, te fuiste, mi pecho dolía, sentía que me quemaba, tu expresión me lastimo, hubiera preferido que me dijeras un no, pero no formulaste ni una palabra.
Pero a quien quiero engañar, de igual forma, me dolería. Por mis mejillas resbalaban lágrimas, lágrimas que no podía retener.
Mis labios temblaban, quería gritar, no lo hice, me contuve de hacerlo, ya estaba destrozado y no quería humillarme más de lo que ya estaba.
Mi corazón me dolía mucho…