24. Dios los cría y ellos se juntan.

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⊰✩⊱

Los días más calurosos del verano dieron comienzo de manera abrumadora.

Misaki hace años que no sentía con tal intensidad el calor, ya que en el apartamento el frío del aire condicionado se enjaulaba con mayor facilidad; en cambio, en la casa, la única habitación la cual tenía clausurada las ventanas era el estudio de Usami, que permanecía fresco eternamente.

Lo peor era que la lavadora, debido a los golpes de la mudanza, se había estropeado y, aunque pudo aplazar la tediosa tarea del lavado a mano, ahora la pila de ropa sucia acumulada era, quizás, más grande que la limpia.

Suspiró, se ató el pelo en una pequeña coleta, se cambió a un traje de baño y una polera estrecha de tirantes. Al menos, el estar en contacto con el agua, lo iba a refrescar un poco.

Llenó la bañera, lo mezcló con el detergente y puso la ropa sucia, para ponerse a fregar como un veredero desquiciado. El propio calor que generaba su cuerpo en los movimientos reiterativos de brazos lo agobiaban, por lo que pronto se percató de que se tiraba agua casi a propósito.

Luego de fregar todo, cambió el agua y continuó con la labor.

Trabajó hasta que fue interrumpido por Usami, que se cruzó de brazos y se apoyó contra la pared, con una mirada que estudiaba el contexto.

—¿Qué es lo que quieres? —gruñó Misaki, que sumergió una prenda en el agua enjabonada—. El almuerzo va a estar listo más tarde.

Se limpió las manos con agua limpia, y también mojó todo su rostro que tenía gotas de sudor. Al levantarse el flequillo, vio como Usami, se acercó de manera peligrosa, posicionándose justo detrás de él, con una mano que lo tomó de la cintura.

—De verdad, Misaki, no era necesario que prepararas tal escenario para calentarme.

Misaki frunció el cejo y vio con algo de temor la mirada lasciva de Usami que se reflejó en el espejo. Sintió como la otra mano jugueteaba con uno de los tirantes de la minúscula polera, mientras la otra subía por su estómago.

—¡No te hagas falsas ilusiones!

—Estás tan mojado... —susurró Usagi, que trazó un círculo encima del pectoral izquierdo de Misaki—. Deberías cambiarte de ropa si no te quieres resfriar. Yo te ayudo.

Usami le dio un beso en el hombro, justo en la parte en la que el hueso de la clavícula sobresalía. Primero fue una caricia y pronto toda esa parte quedó impregnada de saliva, mientras Misaki adornaba el ambiente con leves gemidos y risas, por la suavidad con la que Usami lo tomaba.

Decidió que dejaría la ropa remojando en agua enjabonada, y se rindió ante la candela de la tarde y el deseo de Akihiko encima.

Usami lo tomó en brazos y se lo llevó del baño a la habitación, en donde lo enfrentó al espejo de cuerpo completo. Ahí Misaki entendió la acusación de Usami de haber "preparado un escenario" para calentarlo.

La intención inicial de ponerse ese tipo de ropa había sido solo para enfrentar el calor, pero Misaki reconoció dentro de sí mismo, que tampoco le molestaba el camino en el que derivó.

Usami, del mismo modo, también traía ropa más ligera, como una camisa manga corta y unos inauditos pantalones cortos, que le otorgaban el típico aspecto de turista millonario que paseaba por calles europeas.

Aun así, frente al espejo, Misaki no pudo soportar la vergüenza de verse con tantísima claridad— los pezones duros que destacaban en la tela, el agua que recorría sus piernas y la rojez de las mejillas—y se volteó para esconderse en el pecho de Usagi, que soltó una risa burlesca.

Déjame recorrer esta vida contigo (Junjou Romantica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora