Soberbia

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En el reino del amor, reinaba su soberbia,
un aura de grandeza que cautivaba la mirada.
Ella caminaba con paso altivo y gallardo,
una reina orgullosa en su propio reinado.

Sus ojos destellaban un brillo desafiante,
conquistando corazones a cada instante.
Su sonrisa era un arma, llena de arrogancia,
que encantaba y hería sin tener conciencia.

Se paseaba entre los corazones rendidos,
jugando con las pasiones de aquellos perdidos.
Su orgullo era su escudo, su armadura invencible,
y nadie podía penetrar su corazón inaccesible.

Pero detrás de esa fachada de superioridad,
latía un corazón anhelando humildad.
Un amor tan intenso como su propio ego,
un deseo de ser amada sin máscaras ni juegos.

Un día, nuestros caminos se entrelazaron,
y en ese instante, su soberbia se quebró.
Sus ojos reflejaron una humilde vulnerabilidad,
y descubrí la fragilidad tras su fachada de lealtad.

La corona en su cabeza se volvió pesada,
y su arrogancia se desvaneció en la nada.
Ella ya no era una reina altiva y orgullosa,
sino una mujer herida, en busca de una rosa.

En sus suspiros se escuchaba una nueva melodía,
una canción de humildad que antes no conocía.
Abrió su corazón y dejó caer su armadura,
dispuesta a amar y ser amada con ternura.

Descubrí en ella un amor profundo y sincero,
un fuego que arde con pasión y desespero.
La soberbia fue solo una cáscara que ocultaba el miedo,
y al rendirse a la vulnerabilidad, encontré su verdadero ser.

En el reino del amor, aprendí la valiosa lección,
de no juzgar a aquellos con soberbia en su expresión.
Todos llevamos una carga y una historia que contar,
y merecemos ser amados sin temor a equivocar.

Que la soberbia no nos ciegue y nos haga ignorar,
que bajo su máscara, hay un corazón dispuesto a amar.
Superemos nuestras barreras y abracemos con ternura,
porque el amor verdadero no conoce de soberbia alguna.

En ese reino, encontré la humildad en su corazón,
y juntos construimos un amor sin condición.
La soberbia se desvaneció en un abrazo apretado,
y descubrimos un amor verdadero y renovado.

Así, en el reino del amor, aprendí a perdonar,
a mirar más allá de la fachada y confiar.
La soberbia se desvanece cuando el corazón se abre,
y florece un amor genuino que nada puede opacar.

Entonces, recordemos siempre que el amor es el antídoto,
para sanar heridas y dejar atrás el ego y el alboroto.
En el reino del amor, dejemos que la humildad guíe,
y así encontraremos la plenitud y la verdadera dicha.

nadie como tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora