Capitulo 2

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Nathaniel I.

Ciudad de Barcelona.

2012.

Barcelona.

–El señor esté con ustedes.

–Y con tu espíritu.

–Levantemos el corazón.

–Lo tenemos levantado hacia el señor.

–Demos gracias al señor nuestro dios.

–Es justo y necesario.

–En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, señor padre santo, dios todo poderoso y eterno. Por Jesucristo nuestro señor.

–Porque su entregaste tu vida por nosotros, y ofreciste tu alma para salvar y limpiar los pecados de la tierra, expandes tu amor y con los Ángeles y todos los santos, te glorificamos diciendo.

–Santo eres en verdad señor, fuente de toda santidad, por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu espíritu de manera que sean para nosotros cuerpo y sangre de cristo nuestro señor.

Aquel sacerdote seguía con la misa en una catedral casi vacía en una mañana de domingo. Un par de mujeres de edad lo suficientemente adultas, que al mirar dudarías si ya están en la hora de considerarlas ancianas. Miraban con tranquilidad al padre en primera fila. Detrás de ellos se encontraba una anciana junto a sus 3 bisnietos, quienes obligaban asistir a misa, pues ella los criaba en parte y sentía que tenía el deber de guiarlos por el buen camino según creía lo correcto, ya que los consideraba ovejas descarriadas y engendros seducidos por lucifer.

Todos los domingos al finalizar la misa obligaba al padre a bañarlos en agua bendita por medio de un clavel que rociaba con molestas gotas a los 3 engendros.

Uno no podían manifestar queja alguna, pues todos sabían en lo que terminaría si lo hacían. Un sermón bíblico de camino a casa, más la acusación a sus padres por falta de respeto a su bisabuela Catalina. Una mujer de 77 años que ha vivido toda su vida apegada a sus fieles creencias. No pudo ser monja por sus adolecentes deseos carnales y la pronta vinculación de su matrimonio a temprana edad con un hombre mayor impuesta por sus padres. Esquelética, de arrugada piel, hacia resaltar sus chillones ojos color verde esmeralda, que combinaba con su crespa cabellera rubia teñida de blanco por los años. Siempre llevaba puesto un elegante traje color crema de dos partes junto a una cartera grande donde guardaba todo tipo de cachivaches y papeles. El Parkinson había comenzado a invadir su vida hace 3 años y la evolución en sus manos y brazos era cada vez más notorio, al igual que su grueso bastón que la ayudaba a caminar.

Se sabía que la compañía de sus bisnietos era una orden por parte de su padre, quienes tenían la estricta orden de cuidarla y no dejarla sola. Pues si lo hacían se las verían con él y que tarde o temprano se las verían. Al principio pasó a ser una molesta rutina, pero con el paso de los meses se fueron acostumbrando, aunque a muy regaña dientes; los tres jóvenes se despedían de las viejas amigas de su bisabuela, mientras esperaban un taxi quienes las llevaran a casa.

Uno de los tres jóvenes, el más pequeño, siempre volteaba a ver las estatuas de aquella iglesia, las miraba con melancolía pues sentía que su alma era llamada por alguna extraña razón, un palpitar de que hacía evidente al salir. Un palpitar intenso. Siempre le ocurría al entrar a la iglesia y al salir, como si alguien, estuviera llamando por su alma. El alma de un joven Nathaniel.

Padre Jacob I

Ciudad de Barcelona.

2012.

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⏰ Última actualización: Jun 25, 2023 ⏰

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