Capítulo 4

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Mi vida se definía en dos grandes y molestos momentos. El primero fue a los diez años cuando decidí salirme de clases de ballet y ahora era una adulta sin ningún pasatiempo o talento; y el segundo era haber elegido entrar a la universidad.

Mi adultez habría sido fácil si hubiera seguido los pasos de mi padre, estudiar algo relacionado con economía y trabajar en las oficinas donde él era el gerente, tendría salario fijo, seguro de salubridad y algún crédito para comprar la casa de mis sueños.

Pero a mis dieciocho años eso sonaba como lo peor del mundo, porque quería desafiar a mis padres y mí misma, la consecuencia de esto es que ahora me encontraba estudiando para dos exámenes de italiano y uno de francés. La Charlotte de dieciocho años no tenía ni puta idea de que estudiar idiomas sería algo tan jodidamente complicado, y aunque amaba lo que hacía y prefería mil veces estudiar fonética e historia de otros países a estar resolviendo ecuaciones y derivadas; la vida universitaria era una total locura.

La cosa estaba así, mi habitación era un completo reflejo de lo que ocurría en mi mente: desastre. Podía ver ropa interior sucia en el suelo, zapatos encima de la cama y una que otra envoltura de comida chatarra de la semana pasada. Nunca nadie me dijo que aprender cuatro lenguas al mismo tiempo iba a ser tan difícil, digo, ¿acaso lenguas extranjeras no consistían en besar a extranjeros con la lengua?, toda mi vida había creído en esa mentira. Claramente esto último es sarcasmo.

La puerta de madera decorada con stickers que encontraba en los dulces que comía de pequeña sonó, susurré un "adelante" antes de continuar con la escritura de las reglas gramaticales francesas. Yo era de esas personas que necesitaban volver a escribir todos sus apuntes, con bolígrafos y hojas de distintos colores para poder recordar al menos un poco de información a la hora de hacer el examen, me gustaba complicarme la vida.

-Cariño lamento molestarte, pero tu padre salió a la oficina y necesito un paquete de pañuelos más, ¿podrías ir a la tienda por favor? -.

Mamá llevaba al menos dos semanas, enferma de la gripe, al parecer jamás iba a terminar de acostumbrarse a los bruscos cambios de clima de Londres.

Mi madre era mexicana, papá era británico y ambos se habían conocido cuando mamá llegó de intercambio universitario a Inglaterra, su historia de amor era bastante cliché, pero siempre pareció que aquello funcionaba para ambos.

-Claro ma, dame unos minutos más y bajo-.

-Gracias Charlie-.

Definitivamente el frío era mucho peor fuera de casa, y eso que ni siquiera había comenzado el invierno, pero estaba bien, los climas oscuros y fríos, así como el otoño y el invierno siempre habían sido mis favoritos; me recordaban a todas aquellas películas navideñas que pasaban en televisión, o a When Harry met Sally, también a Gilmore Girls, simplemente resultaba encantador ver como el cielo se teñía de colores grisáceos, era una clara señal para tomar una taza de café y acurrucarse entre las cobijas a ver películas en HBO.

No tardé mucho en encontrar los pañuelos, agarré dos cajas junto a una caja de tés de lavanda, estaba segura de que le ayudaría a relajarse, y tal vez tomaría uno para mí, el estrés de la universidad terminaría por dejarme calva.

-Charlotte-.

Reconocí la voz inmediatamente, al voltear para atrás, Matty estaba parado con una enorme sonrisa en el rostro, tenía las mismas fachas que yo: un pijama de cuadros, un gorro de lana y una sudadera varias tallas más grandes que su cuerpo. Sostenía una caja de lasaña y algunas verduras en la típica canasta de tienda departamental. Le devolví la sonrisa.

-Hey Matty, ¿cómo estás? -.

-Haciendo lo mejor que puedo. Esta noche prepararé lasaña con ensalada para los chicos después del ensayo, si es que no quemo la casa claro- su sentido del humor me resultaba discreto, pero al mismo tiempo lo compartía.

- ¿Qué hay de ti?, parece que no la estás pasando muy bien-.

-De milagro estoy viva, mamá lleva algunos días enferma y vine a comprar lo que le hacía falta, además he estado demasiado ocupada con la universidad, ya sabes, exámenes y ese tipo de cosas-.

-Mierda, los estudios son exhaustivos, gracias a cristo que los terminé hace algunos años- comentó con superioridad, poniendo los artículos que iba a pagar cerca de la caja registradora. Noté como la cajera sonreía disimuladamente, no la culpaba, Matty era condenadamente atractivo.

- ¿Cuántos años tienes Matty? -.

-Veintiséis y, ¿tú? -.

-Veintidós, en enero es mi cumpleaños-.

-Bueno, espero recibir la invitación a la fiesta, si no, me sentiré muy decepcionado de nuestra amistad-.

Me carcajeé con disimulo ante su falsa mueca de tristeza, apenas era la segunda vez que lo veía y ya se estaba auto-invitando a mi inexistente fiesta de cumpleaños.

Golpeé su brazo a modo de broma, pagando los pañuelos y los tés para salir de la tienda con el rizado a mi lado. Al parecer ambos caminábamos para el mismo rumbo, el estudio en donde ensayaba con su banda quedaba a tres cuadras de mi casa, y casualmente jamás lo había visto antes del encuentro en el puente.

El silencio era cómodo, tan solo el sonido del chapoteo de las pisadas en los charcos de agua y nuestras respiraciones acompañándonos. Lo atrapé observándome un par de veces, para lo atrevido que había sido hace unos minutos y la otra vez, ahora parecía un chico bastante tímido.

-Voy a dar vuelta en esta esquina, la casa de dos pisos color café, aquella en donde hay una hamaca fuera es donde vivo, eres bienvenido cuando sea-.

-Ve con cuidado Charlotte- se despidió de mí con un beso en la mejilla, si no fuera por el frío que hacía y el enrojecimiento de mis cachetes por ellos, hubiera sido muy notorio mi sonrojo por su acción.

-Adiós Matty-.

Caminé sintiendo las piernas temblorosas, aún con la sensación de sus labios rozando mi piel, el tacto tan suave, pero sus extremidades un tanto ásperas; había notado que tenía algunos pellejos en sus labios.

Mamá preguntó esa tarde la razón por la que había vuelto de la tienda tan sonriente, yo solo negué, diciendo que estaba exagerando con sus preguntas; ella sabía que yo mentía, pero no insistió.

I'm in love with youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora