01 - Cachorro

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Había huido.

No sabía muy bien cómo lo había logrado pero había huido.

No podía regresar, no quería tampoco.

Pero los hombres tras él no lo iban a dejar escapar.

Corría rápidamente, con sus patas sin hacer ruido en la oscuridad.

Él era rápido, lo sabía, y más astuto de lo que la gente pensaba.

Porque, ¿qué se puede esperar de un joven omega que nunca tuvo que hacer nada en la vida?.

A pesar de eso, Charles Leclerc no era el inútil que todos veían.

Para hacerse un idea de lo que el chico podía pensar, había logrado liberarse en el barrio pesquero de la ciudad, el olor a mar y a sus animales iban a distraerse a sus guardias.

Por otro lado, se había puesto perfume con la escusa de "estar presentable" para otro de sus pretendientes.

Y por último, se revolcaba en la basura del barrio para disimular aún más su olor.

Su aroma, tan dulce, muchas veces comparado al de una manzana acaramelada, era demasiado distintivo, y su peor enemigo en la huida.

Pero a pesar de eso, corría, libre.

Siguiendo a su corazón, agitado en su pecho, podía sentir la presencia que tanto lo atraía desde hacía tiempo.

Según él (y respaldado por su abuelita), su alma predestinada.

A pesar de que lo sentía lejos, nunca había estado tan cerca, así que, casi probando su suerte, intentó llamarlo.

El llanto vino desde su corazón, pero no salió por su hocico, se mantuvo en su interior, con la esperanza de que sea escuchado.

De pronto sintió la cercanía con su predestinado aumentar, cada vez más.

A pesar de que no conocía esas calles sabía hacia dónde ir.

Siguió llorando en su interior para que su otro lobo lo encontrara.

Escuchar las voces de sus guardias sólo lo asustó más, y por un momento temió que lo hubieran encontrado, pero los hombres siguieron por otro lado, él los vió pasar, escondido tras unas bolsas de basura apestosas.

La presencia de la otra persona fue lo que le dió tranquilidad, lloró una vez más por quien se encontraba a unos metros de él.

Leclerc escuchó los pasos acercarse.

De nuevo, Russell tomó la bolsa de basura, sin nadie esta vez para despertarlo, la corrió bruscamente, con su lobo interior despierto y arañando por proteger a su algo

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De nuevo, Russell tomó la bolsa de basura, sin nadie esta vez para despertarlo, la corrió bruscamente, con su lobo interior despierto y arañando por proteger a su algo.

Vió con confusión la bola de pelos que se escondía tras la basura, de un pelaje blanco sucio, un cachorro canino alzó la vista hacia él.

Los ojos, de un cálido Verde, hicieron a Russell querer protegerlo ante toda costa.

𝗗 𝗘 𝗟 𝗧 𝗔  𝘓𝘦𝘤𝘭𝘦𝘳𝘴𝘴𝘦𝘭𝘭 ||𝘼𝙙𝙖𝙥𝙩𝙖𝙘𝙞𝙤𝙣||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora