—Hola, cariño.
Tanto Eliel como Nathan miraron de mala gana a Thian. A este no le importó, sentándose entre medio de los dos chicos y rodeando con un brazo los hombros de Eliel.
—No respondiste mis mensajes anoche. ¿Por qué? ¿Acaso hay alguien más importante que yo, tu bello y sensual amigo? —le reprochó Thian y miró de reojo a Nathan— Espero no me estés cambiando, amor mío.
Nathan enarcó una ceja por la observación y el comentario y miró a Eliel. Él se sacó de encima el brazo de su amigo y le dijo:
—¿Cambiarte por alguien más importante? Para eso tenes que ser primero alguien importante.
—Auch ¿por qué tan malo? ¿Debería —se giró hacia Nathan y lo rodeó por los hombros a él— chamuyar al moreno precioso?
Un alarido salió de la boca de Thian. Nathan no llegó a ver, pero supuso que Eliel lo pellizco o algo, logrando que lo soltara.
—Por cierto. —siguió hablando Thian, sobándose el brazo con expresión de dolor— ¿Por qué están solos en el aula? Falta todavía para la próxima clase. O al menos que estuvieran...
Carraspeó y se rió por lo que haya pasado por su mente. Eliel volvió a golpearlo.
—No estamos haciendo nada. Solo que afuera hace frío. —le dijo el violinista.
—Bueno, bueno. Era un chistecito. —se defendió Thian mirando los papeles sobre la mesa— ¿Y esto? ¿Había tarea de composición?
—Solo estamos terminando la canción de Eliel. —le contó Nathan, intentando sonreír.
—¿Qué canción? ¿La que compuso para...?
Eliel lo golpeó por tercera vez, pero dándole un codazo. Nathan empezó a sospechar tras eso, mirando fijamente al violinista.
—¿Para que compuso la canción? —insistió y Eliel se apresuró a hablar.
—Es un tema que tengo desde hace tiempo y me gustaría poder terminarlo. Es todo. Además que si lo hago, podré darte un concierto completo de violín alguna noche.
—La razón por la que no me respondiste. —refunfuñó Thian, pero no le prestaron atención.
—Tendría que probar como va yendo. —continuó hablando Eliel, observando la hoja— Yo creo que va perfecta...
No pudo terminar de hablar porque Nathan le sacó la hoja y se puso de pie. Tomó su violonchelo y se acercó al pequeño escenario donde había un atril. Colocó la hoja allí y se sentó en la butaca con el instrumento listo. No se atrevió a mirar hacia donde se encontraban los dos chicos. Inhaló y exhaló un par de veces antes de mover el arco sobre las cuerdas, emitiendo los primeros acordes. Al hacerlo, algo dentro suyo se prendió. Como una chispa que se fue incrementando poco a poco; floreciendo cuando antes estaba marchito. Tocó hasta el último acorde escrito, sin ni una equivocación ni la noción de que ya algunos compañeros de la clase habían llegado y otros estudiantes escuchaban impresionados desde la puerta. Nathan no se sintió nervioso a pesar de que su corazón latía con fuerza y más ganas de volver a tocar esa canción. De verdad que era atrapante hasta con el violonchelo. Hasta tocándola el mismo. Era mágica.
—¡Wow! ¡Bravo! —aplaudió Thian y eso hizo que otros aplaudieran junto a él.
Nathan sonrió y más en dirección a Eliel que también le sonreía. Había recuperado una parte de él gracias a esta canción.
° ° °
—Fue increíble. —no sabía cuántas veces repetía lo mismo desde que salieron de la clase para volver a casa— Como si pudiera sentirme libre de tocar otra vez.
—Me alegra escucharte decir eso. —dijo Eliel quien se ofreció en llevarle el violonchelo— Te veías muy enfocado y radiante al tocar la canción.
—¿No tiene nombre?
—No se lo puse, al menos que esté terminada.
—Es una canción extraordinaria. —Nathan estaba delirando— Si con el violín o el violonchelo suena así... No quiero imaginar cómo sonaría en un piano.
Eliel sostuvo una sonrisa, mirándolo de inmediato cuando lo escuchó mencionar el último instrumento. Nathan se dio cuenta y se sintió un poco avergonzado. Pero es que la canción provocó eso en él: tenía ganas de probarla en el piano. ¿Sería capaz?
—Podemos hacer un dúo en algún momento, cuando la canción este terminada. —propuso Eliel— Por ahora, te dejó el resto de la composición a vos. Sé que vas a saber cómo darle un toque final.
—Eliel, hace tiempo que no compongo... Y con esto de mi bloqueo musical...
—No aceptaré ninguna excusa. Quiero que termines la composición. —insistió el violinista— La canción ya es parte de los dos. Yo la empecé, juntos hicimos lo del medio y vos la terminas.
Nathan no pudo evitar sentirse especial por eso. Después apagó un poco su sonrisa al recordar lo que Lyosha le había dicho antes. De Eliel y él ¿solo quedaría esa canción?
—¿Te pasa algo? —le preguntó Eliel y Nathan ya estaba demasiado impresionado por lo fácil que se daba cuenta de las cosas.
—Oh, nada. Solo estaba pensando... —dudó unos segundos y tragó saliva sin animarse a verlo— Tú... eres estudiante de intercambio.
—Ajam.
—Eso... ¿Hasta cuándo...?
Se interrumpió así mismo por dos motivos: no sabía si realmente quería saber cuanto era el tiempo que le quedaba junto al violinista y otra razón era porque de repente se escuchaba un pequeño llanto de un gato. Los dos chicos miraron a su alrededor y descubrieron, junto a la entrada de la universidad, un pequeño gato negro que no tendría más de dos meses. Se apresuraron a llegar hasta él y Nathan se agachó para tomarlo entre sus manos.
—¡Pobrecito bebé! —lamentó el moreno y agregó con las cejas fruncidas— ¿Quién se habrá atrevido a dejarlo aquí? Y encima nadie se dispuso a tomarlo.
—Tiene frío. Mira cómo tiembla. —señaló Eliel y se sacó la mochila que llevaba colgada en un hombro para pasarsela a Nathan— Metelo ahí hasta que lleguemos. Seguro también este hambriento así que podríamos comprar algo en el camino.
Así los dos se enfocaron en el tema del gato, olvidando el anterior. Discutieron cómo hacer con el pequeño felino y llegaron a un acuerdo de que Nathan lo llevaría a su casa. Ya que antes tuvo una gata que falleció hace dos años y le quedaron sus juguetes. Además, la familia de Nathan amaba a los gatos y estaba en contra de esa superstición que había contra los gatos negros. En lo que sí, ambos llegaron a un acuerdo en llamar Vecher al gatito que se había quedado dormido dentro de la mochila de Eliel. A Nathan le costó un montón tener que sacarlo cuando llegaron a la puerta de la casa porque hacía demasiado frío. Así que se apresuró en acurrucarlo cerca de su pecho y despedirse de Eliel con un beso corto.
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La noche en que florecieron acordes.
Teen FictionDesconsolado por perder una competencia de piano, Nathan Lynch siente que todo a su alrededor pierde su sentido. Sin embargo, al conocer a Eliel Ramos, un violinista que vive al lado de su casa, conoce otro tipo de música que lo inquieta aún más. El...