Epílogo

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OCHO PRIMAVERAS MÁS TARDE...

Al finalizar con el último acorde, la multitud lo aplaudió una vez se puso de pie e hizo una reverencia. Había brillado esa noche como tantas, con su música particular llena de emociones inocentes. Así era como lo describió Nathan Lynch en un posteo en Alianza Musical, una aplicación de Paradise creada para todos los músicos independientes que querían darse a conocer. Él ocupaba el primer puesto del ranking desde hace tres años por su gran repertorio con el piano y el violonchelo, sobre todo. Aunque ya se había vuelto reconocido a través de Instagram cuando iba a la universidad.

Nathan terminó su concierto de piano, con las redes estallando por la nueva canción y varios reporteros hambrientos por hacerle una entrevista que, aunque era más que recomendable, prefirió rechazar para poder descansar un poco.

Después de esa larga noche, se dirigió a su apartamento en pleno centro de Invid donde su gato Vecher lo esperaba con exigencia para que le diera de comer. Nathan dejó la mochila y el abrigo sobre el sofá para cumplir el capricho de su mascota luego de encender la televisión, en el canal local donde ya se hablaba de lo magnífico que estuvieron varios músicos. Entre ellos, estaba él.

Otra noche más, Lynch nos sorprendió a todos con su nuevo tema Esa Vez Que Te Fuiste dejando a todo un público eufórico. —decía la reportera que se hallaba en el lugar donde Nathan había estado hace menos de una hora— Recordemos que este músico de veintinueve años hizo apenas su primer debut hace tres años en la plataforma Alianza Musical, dejándonos con la boca abierta por sus interpretaciones con el violonchelo y el Shakuhachi, una de las flautas más famosas de Japón.

—¡Vecher! —Nathan llamó a su gato porque se subió sobre uno de los muebles donde tenía un par de trofeos y menciones expuestos— Bajate.

El felino maulló como si respondiera, meciéndose por el borde del mueble, desafiante. Nathan suspiró y agarró el correo que había dejado esa mañana sobre la mesa de la cocina. Revisó los sobres y uno de esos era el más llamativo, de color coral, con el simbolo de la plataforma tan nombrada. Dejó los otros sobres de lado para poder abrirlo a la vez que en televisión repetían lo que estaba por ocurrir.

Nathan Lynch es uno de los músicos elegidos para pasar por la alfombra del evento de Alianza Musical, como uno de los diez mejores de la aplicación, que se llevará a cabo la noche de mañana. El amor que le tienen sus fans es inmenso y todos esperan ansiosos que él acepte la invitación para reunirse con los demás músicos que también esperan por su presencia.

—¡Vecher! Ya te dije que bajaras.

Pero el gato negro continuó casi columpiandose en el mueble, enroscando su cola con uno de los trofeos en forma de violonchelo miniatura. El sonido de su móvil lo distrajo. Desde que se hizo famoso, Nathan tenía dos móviles. Uno era el personal y al otro le daba uso para el trabajo en las redes, en general. Esta vez era del personal, porque el llamado era de su madre quien apenas dejó que su hijo salude por lo emocionada que se encontraba.

¡Hijo, no paran de hablar de ti! Eres toda una estrella.

—Ma, no exageres. —sonrió apenas él— ¿Cómo están todos por allí?

Estamos perfectos. Acabamos de verte por el televisor y ahora escuchamos todas las opiniones que dan sobre tu carrera como solista. Aun así, creo que deberías pasarte un día por casa a comer con tu familia ¿no crees?

No supo si lo estaba reprochando o solo era una sugerencia.

—Pasaré por casa una vez esté desocupado. —le dijo Nathan, usando de abanico la invitación que tenía en sus manos— Tal vez la semana próxima.

¡Mira que te estaremos esperando! —le advirtió Bárbara y de fondo escuchó los gritos de su padre que le mandaba un fuerte abrazo a la distancia.

Desde que se había mudado sólo, Nathan recibía dos o tres veces al mes el llamado de sus padres. La mayoría de las veces era para saber si estaba bien y luego para felicitarlo por cada logro que iba acumulando. Pero esto último no era algo que mantuviera muy contento al moreno. Hace ocho años que sentía que los logros solo le servían para tratar de llenar un vacío y no solo porque perseguía a fuego su sueño de ser músico. Bueno, ya había logrado ser un músico reconocido. Pero ese vacío lo estuvo acompañando por un largo tiempo. Y con él arrastraba parte de unos agapantos en una maceta que se deterioró con los años.

Vecher ya había bajado del mueble sin tirar ningún objeto en el camino para ir a beber agua. Nathan se sentó en el sofá y miró la televisión por un rato hasta cansarse de escuchar su nombre tantas veces. La apagó y se propuso ir a darse una ducha antes de acostarse a dormir. Sin embargo, al pasar por el balcón, decidió salir un rato a este para contemplar los agapantos que florecían de aquella maceta. Luego se giró a ver en una vitrina del mueble donde estaba una caja que protegía el arco de un violín con las letras e y r. Como siempre, luego de cada concierto, no podía dejar de evitar recordar cuando sufrió un ataque de pánico y todo el camino que vivió para poder superarse, en compañía de un violinista que apenas recordaba su voz y rostro.

A veces se preguntaba lo que habría pasado si llegara a tiempo al aeropuerto ese tres de septiembre y así poder despedirse para recibir de la misma persona el arco del violín, en lugar del amigo. Nathan sintió tanta culpa que no se atrevió a revisar la bandeja de mensajes de su Instagram en ese entonces. Si aquel violinista habría dejado mensajes para él, después de tanto tiempo ya se habrían perdido por la cantidad de fans que le escribieron con los años. Aún ocho años después seguía lamentándose. Así como todavía recordaba a la perfección los acordes de la canción que compusieron.

Nathan no había cambiado mucho. Pero nada le garantizó que el otro lo recordara todavía. Prefirió vivir pensando que era así y las casualidades eran para pocas personas como haberse encontrado con Alan, su exnovio de la secundaria, hace menos de cuatro años atrás.

Pero Alan nació y vivió siempre en Paradise. Eliel no.

Miró al cielo y este era diferente de aquel entonces. Las luces de la ciudad prohibía ver con claridad las estrellas. Apoyó los brazos en el barandal del balcón y en su memoria sonó la canción desgarradora de un violín que le hacía doler el corazón en cada minuto, cada día y cada año. Jamás podría olvidar a aquel violinista por más que solo tenía claro su nombre y la canción. Como aquella noche en que florecieron acordes en una noche fría y melancólica de invierno. 

FIN

Próximamente secuela: Alianza Musical

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La noche en que florecieron acordes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora