3. La fiesta de Kendall

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Hoy sería el cumpleaños de mi hermana Kendall, y para celebrarlo, había organizado una fiesta espectacular. Desde temprano, había comenzado a arreglarme, dedicando tiempo extra para asegurarme de que todo estuviera perfecto. Incluso había comprado un nuevo vestido especialmente para la ocasión, un vestido de color esmeralda que me hacía sentir elegante y segura.

—Kylie, ya es tarde —dije mientras me paraba en la puerta de su habitación—. ¡Kendall nos va a matar si llegamos tarde!

—¡Ya casi estoy lista! —respondió Kylie mientras se aplicaba una última capa de labial frente al espejo.

No pude evitar reírme al verla tan concentrada, preocupada por cada pequeño detalle. Aproveché la espera para tirarme en su cama y relajarme un poco, aunque sabía que el tiempo estaba corriendo en nuestra contra. Después de lo que pareció una eternidad, Kylie finalmente se dio la vuelta, satisfecha con su apariencia.

—¡Ya estoy! —anunció con una sonrisa triunfante.

—Alabado sea el Señor —dije, poniéndome de pie y recogiendo mis cosas rápidamente. Era un alivio que finalmente estuviera lista.

Ambas bajamos las escaleras apresuradamente, tratando de no hacer ruido con nuestros tacones. Nos subimos al auto de Kylie, y en cuestión de minutos, estábamos en camino hacia el restaurante donde se celebraría la fiesta. Sabía que Kendall había organizado algo especial, y aunque intentaba no llegar tarde, con Kendall siempre era una tarea complicada cumplir con los horarios.

Cuando llegamos al restaurante, me sorprendió la cantidad de paparazzi que nos esperaban afuera. Las luces de los flashes comenzaron a dispararse en cuanto salimos del auto, iluminando la noche como si fuera pleno día.

—¡Kylie, Kate! —gritaban los fotógrafos, intentando captar cada uno de nuestros movimientos.

—Por aquí, chicas —se escuchaba de todas direcciones.

Kylie, acostumbrada a este tipo de situaciones, caminó hacia la entrada del restaurante con paso seguro y elegante. Yo la seguí, manteniéndome cerca de ella mientras las cámaras seguían disparando. El restaurante estaba oscuro, la noche había caído y todos los invitados se encontraban en una terraza iluminada con luces cálidas y velas que creaban una atmósfera mágica.

—Llegan tarde —fue lo primero que dijo Kendall cuando nos vio entrar.

—Culpa a Kylie —dije con una sonrisa, dejando a mi hermana atrás y acercándome a Kendall para saludarla.

Antes de que pudiera decir algo más, escuché una voz familiar llamándome por encima del bullicio de la fiesta.

—¡Kate! —era Gigi Hadid, quien me saludaba con una enorme sonrisa en el rostro, irradiando esa energía contagiosa que siempre la caracterizaba.

—¡Gigi! —exclamé con entusiasmo mientras corría hacia ella, envolviéndola en un fuerte abrazo—. ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo has estado?

—Lo sé, te he echado de menos —respondió mientras me abrazaba con la misma intensidad—. ¡Han sido unas semanas tan locas! No he parado. Pero cuéntame, ¿vas a ir a París?

—¡Sí, claro que sí! —respondí con una mezcla de emoción y alivio—. Estoy deseando que llegue. Tenemos tanto de qué hablar, ¡tenemos que ponernos al día en París!

Mientras Gigi y yo compartíamos ese momento, sentí una presencia a mi lado y al girar la cabeza, vi a Bella Hadid acercándose con su típico estilo seguro y directo.

—¿A qué hora llegaste? —preguntó Bella con una mezcla de seriedad y broma, su mirada inquisitiva siempre lista para captar cualquier detalle.

—¡Bella! —salté emocionada al verla, abrazándola con la misma alegría—. Acabo de llegar, justo a tiempo para la fiesta. No podía perdérmela por nada del mundo.

—¿Y qué haces aún parada aquí? —dijo con una sonrisa traviesa, tomando mi muñeca con un gesto decidido—. ¡Vamos, a la pista de baile!

Antes de que pudiera formular una respuesta, Bella ya me estaba arrastrando hacia el centro de la terraza, donde la música pulsaba con fuerza, envolviendo a todos en su ritmo contagioso. Las luces bailaban sobre nuestras cabezas, creando un ambiente que era imposible resistir. Bella, con su energía inagotable, comenzó a moverse con una gracia natural, sus movimientos sincronizados perfectamente con el ritmo de la música.

Intenté seguirle el ritmo, pero pronto me di cuenta de que mantener el paso con Bella era más desafiante de lo que había anticipado. Sus movimientos eran fluidos y llenos de vida, mientras yo intentaba no tropezar en el intento de seguirle el paso.

—¡Vamos, Kate! —gritó Bella por encima de la música, con una sonrisa que mostraba lo mucho que estaba disfrutando—. ¡Tienes que dejarte llevar!

—Voy a sentarme un rato —le dije a Bella, quien seguía bailando como si acabara de empezar.

—¡Está bien! —gritó por encima de la música, sin dejar de moverse. Admiraba su resistencia, pero yo necesitaba un descanso.

Me dirigí hacia unos sillones en una esquina de la terraza, donde vi a Gigi, Kylie, Kendall y, para mi sorpresa, Harry Styles conversando. Me acerqué y, en tono de broma, le dije a Harry:

—¡Quítale las manos de encima a mi hermana, Styles!

Harry me sonrió, divertido.

—Hola, Kate —dijo con su acento británico, que siempre me hacía sonreír.

Me dejé caer en un sillón desocupado, sintiéndome aliviada por la suave comodidad. Llamé a un mesero que pasaba cerca, y cuando finalmente lo alcancé, pedí una bebida.

—¿Podría traerme una soda con hielos, por favor?

—Con gusto —respondió el mesero con una sonrisa cortés antes de alejarse.

Mientras esperaba mi bebida, Harry, que había estado observando, me hizo una pregunta que había escuchado muchas veces antes.

—¿Sigues sin tomar alcohol, Kate? —preguntó con una ceja levantada—. Vamos, ¡diviértete un poco!

—De vez en cuando lo hago, pero solo en ocasiones importantes —respondí, sin perder la sonrisa.

—¡Esta es una ocasión importante! —intervino Kendall, lanzándome una mirada divertida—. ¡Es mi cumpleaños!

—Tal vez tome algo después —dije riendo, intentando no comprometerme demasiado.

—¡Vamos a bailar! —ordenó Kendall de repente, levantándose con determinación y arrastrando a todos con ella.

—De allá vengo —dije rápidamente, intentando evitar otra ronda en la pista. Realmente necesitaba un momento de descanso.

Me quedé sola por un rato, disfrutando de la tranquilidad relativa en comparación con la bulliciosa pista de baile. Pronto, el mesero regresó con mi soda y le di las gracias, tomando un sorbo refrescante mientras observaba a mis amigos y familia divirtiéndose. La noche aún era joven, y aunque estaba cansada, sabía que aún quedaban muchas risas y momentos especiales por delante.

 La noche aún era joven, y aunque estaba cansada, sabía que aún quedaban muchas risas y momentos especiales por delante

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