Harry estaba parado en la oficina del profesor de pociones, demás está decir que se sentía incómodo. Evitaba encontrar su mirada con Snape, más bien concentrándose en ese hilo suelto en la manga su túnica negra, el cual tironeaba nervioso. Podía escuchar el constante sonido de rasgado que hacía la pluma contra los pergaminos con ensayos que el adulto corregía —o más bien calificaba con las notas más bajas— para aprovechar el tiempo de espera.
Aún no le informaba cuál sería el castigo por el incidente de la mañana, aunque el chico ya podía verse a si mismo obligado a limpiar algo sin uso de magia como usualmente hacía. Pero en esta ocasión, el profesor de había informado que no podría supervisar su trabajo debido a un compromiso. Por eso estaban esperando, esperando a que llegue su supervisor; alguien "excelentemente calificado para la tarea de soportarlo por horas, señor Potter" había dicho Snape.
Justo cuando levantó la mirada hacia la puerta, intentando no demostrar su creciente frustración, esta se abrió.
—Permiso, profesor.— dijo un voz masculina en un tono educado. Harry se crispó inmediatamente al reconocerla.
—Podés pasar, Draco.— el profesor indicó con un ánimo más relajado.
—¿Qué hacés acá, Potter?— apenas esos ojos grises cayeron en su presencia, el chico lo miró con desdén.
—Castigo.— farfulló molesto. Luego, sorpresivamente, dirigió unos ojos de cachorro hacia el único adulto en el frío salón. —¿En serio él va a ser mi supervisor, profesor?— preguntó entre suplicante y con pánico. Limpiar y aguantar a Malfoy no estaba en sus planes.
Un vistazo al rubio a unos metros suyo le hizo darse cuenta que opinaban igual. Un rictus de disgusto predominaba en sus bonitos labios rosados, con una mueca de descontento arrugando ligeramente su frente y su pequeña nariz. Cuando se dio cuenta de que sus ojos se posaron sobre su perfil por unos segundos de más, fue su turno de fruncir el ceño.
—¿Estás cuestionando mis decisiones, señor Potter?— Snape lo miró con esos oscuros ojos con aire asesino, levantando una fina ceja.
—¡No, señor!— se apresuró a contestar. —Es solo que...
—Es un castigo, Potter, no estás en posición de quejarte.— lo calló el profesor.
—¡Pero yo sí!— exclamó Draco, cruzándose de brazos y mirando a su padrino con un gesto de frustración casi infantil, que Harry no pudo evitar asociar con la palabra adorable antes de abofetearse mentalmente. —¡No quiero pasar horas con Potty! Decile a Pansy u otro prefecto.
—Tenemos un trato, Dragón.— susurró amenazante. —¿O ya no querés mi asistencia en tus estudios avanzados de pociones?
—¡No se vale! ¡Le voy a decir a papá!— chilló, dando un leve pisotón contra el suelo. Luego recordó la presencia de Potter y recuperó su compostura de inmediato.
—A Lucius le agradará mucho la idea de vos y Potter pasando tiempo, sin querer tirarse encima del otro.— señaló, padrino y ahijado haciendo memoria a las incontables veces en que su padre le regañaba por su comportamiento con el heredero Potter. —O bueno, sin querer tirarse encima del otro para matarlo, los adolescentes a veces son un poco...
—¡Bueno ya! ¿No tenías una cita con el primo Reg?— exclamó con las mejillas rojas.
—No se me olvidó.— contestó el profesor, poniéndose de pie una ligera sonrisa curvando sus finos labios. —Señor Potter, quiero que todos los calderos de esta sala estén pulidos y relucientes, mi reflejo debe ser visto en ellos. Draco, le traeras los elementos muggles para limpiar y le harás compañía, asegurate de que no use nada de magia.— y con eso, salió de la sala a rápidos pasos, con su capa negra ondeando trás de sí.
—Ni una palabra, Potter, o me encargaré de que sea la última.— murmuró entre dientes, yendo hacia uno de los gabinetes para sacar esponjas y productos líquidos muggle.
—No iba a decir nada, Dragón.— dijo, la última palabra saliendo con un deje burlón de su boca. Un trapo seco fue lanzado hacia su rostro.
—Callate y limpiá.— ordenó, sentándose en el escritorio de su padrino. Comenzó a hojear los pergaminos.
Harry suspiró resignado y se acercó a la mesada con los calderos viejos y sucios. Mojó la esponja y lo empapó de jabón, por suerte sabía cómo usar esas cosas.
Pasaron unos minutos de silencio, donde solo se escuchaba el sonido de la esponja siendo fregada contra los calderos y las hojas que Draco movía al leerlas. Entonces, un pensamiento iluminó a Harry, quien se volteó hacia el rubio.
—Malfoy.— lo llamó.
—Mm.
—¿No querés estar acá, verdad?
—Bueno, esta no es precisamente mi idea de diversión, Potter, no.— dijo con obviedad, rodando los ojos mientras seguía leyendo un muy mal redactado ensayo sobre cómo conseguir flores de dictamo.
—Bien, pienso lo mismo.
—Felicidades, Potter, es la primera vez que pensás algo coherente.— celebró con falsa emoción, finalmente levantando la mirada para verlo. —¿Por qué no estás limpiando?— arrugó el entrecejo (de nuevo adorable a los ojos de Harry) y señaló a los calderos aún sucios de restos de pociones.
—A eso voy.— dijo rodando los ojos. —Qué tal si yo acelero un poco mi trabajo por acá...— sacudió su varita en dirección a los calderos. —así los dos podemos irnos un poco antes de lo estipulado.— sonrió con ese gesto que aparentaba inocencia que Draco había visto tantas veces a lo largo de su vida, sería incluso capaz de dibujarla en uno de sus cuadernos de bocetos con los ojos cerrados, otra vez.
—¿Creés que Severus sería lo suficientemente bobo como para no asegurarse de que esas cosas no se limpien con magia?— lo miró hastiado y regresó su vista a los ensayos. —Ya me cansé de leer esta basura.
Con frustración, Harry retomó su tarea de fregar. Podía escuchar las risas de Ron y los regaños de Mione en el fondo de su cabeza; lo que daría por estar en su sala común con sus amigos, quejándose de la vida (de Malfoy), su mala fortuna (conocer a Malfoy) y lo mucho que detestaba a las personas malcriadas y engreídas (de nuevo Malfoy). ¿Hablaba mucho de Malfoy?
Entonces, la suave voz del Slytherin resonó en un suave murmullo. Se giró a verlo y notó que no le había hablado. El rubio estaba sentado sobre uno de los escritorios, con las piernas cruzadas sobre la superficie de piedra y un libro en su regazo. Pasaba el dedo por una de las páginas a medida que murmuraba las oraciones escritas para sí mismo.
—¿No querés leer más fuerte?— dijo.
—No me dí cuenta, perdón.— contestó el rubio, un poco avergonzado. Harry pensó dos cosas, que aquello era totalmente diferente a una reacción normal del Malfoy que conocía y que era absolutamente hermoso con sus mejillas tintadas de un tenue rosado. Debía de estar mal de la cabeza.
—¡No! No lo dije para que te calles, te lo digo en serio.— murmuró lo último. La voz de Malfoy, calmada y armoniosa, era algo lindo de escuchar. ¿Pueden culparlo? Eso no significaba que le iba a dejar de caer mal o algo así. —Ya sabés, para uh matar el aburrimiento.— se excusó.
El rubio lo miró fijamente con los ojos entrecerrados. Luego se encogió de hombros y prosiguió con su lectura, esta vez con la voz más alta.
Ninguno de los dos diría nada más. Al terminar el castigo de Harry, cada uno se iría por su lado sin incluso darse una despedida. Pero en su mente, el Gryffindor pensaría que «Malfoy podía tener una voz muy bonita cuando no estaba escupiendo banalidades» y el Slytherin se diría a sí mismo que «Potter puede ser una compañías decente cuando mantiene la boca cerrada».
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ya bésense | harco
Fanfictionginny ya está cansada de ver las constantes peleas (intentos de coqueteo según ella) de harry y draco, por eso decide darles un empujoncito en su relación. twitter au.