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Draco tenía un plan. O, bueno, tenía parte de uno y aún debía ajustar algunas cosas para ponerlo en marcha antes de que acabe la clase de Transfiguración. Sabía que Harry también tenía un periodo libre al terminar esa clase, lo cual le daba el momento ideal para confrontarlo. Por suerte, y gracias a su talento innato en los estudios, había logrado convertir su ratón en una bonita taza de porcelana a pocos minutos de que la tarea sea asignada, lo cual lo dejaba con una hora para decidir el siguiente paso en su plan. Lo único que necesitaba era unos minutos a solas con el Gryffindor.

Obviamente no podía ir junto a Harry y pedirle amablemente que lo acompañe a hablar, ¿quién en su sano juicio elegiría la opción más sensata, pero con la posibilidad del peor resultado? Potter probablemente lo hechizaría o, valiente como es, saldría corriendo. Tampoco podría simplemente agarrarlo y llevarlo consigo, Granger y Weasley los seguirían y también lo hechizarían. Citarlo con antelación no era una opción, perdería el toque dramático. Solo le quedaba una opción.

Intentar provocarlo hasta que lo siga y rezar por no morir en el intento.

Cuando la Profesora McGonagall finalmente determinó el final de la clase, Draco suspiró profundo, se colgó el bolso al hombro y se dispuso a poner su muy gryffindoresco plan en marcha.

Salió del salón y se paró a un lado de la puerta a esperar. Luego de tantos años compartiendo clases con el trío dorado, sabía que Granger siempre se demoraba asegurándose de tener todos sus materiales ordenados y guardados, y los otros dos leones la esperaban, por lo tanto salían últimos del salón. Apenas escuchó las voces del grupo acercándose a la puerta, se volteó en dirección contraria a la que iban todos los estudiantes y esperó.

—Es que no entiendo qué le ve a ese.— escuchó a Harry quejarse de algo, cada vez más cerca.

—Y yo no entiendo en que te afecta, Harry, es su vida.— regañó Granger.

—De seguro está tramando algo, el muy...— Harry no terminó de decir su oración, siendo interrumpido por Draco chocando contra su hombro justo cuando salió del salón.

—¡Mirá donde caminás, Potter!— exclamó, asegurándose de verse extra exaltado y nervioso.

—¡Vos sos el que me chocó, Malfoy!— reclamó el pelinegro, agarrándolo por la manga de la túnica para evitar que corra. Aún de espaldas a Harry, Draco sonrió de lado. Las cosas parecían ir a su favor.

—¡Dejá de romper las bolas!— estiró su brazo, zafando la tela y dirigiéndole una mirada desdeñosa, siguió caminando con prisa en dirección a las aulas abandonadas al fondo del pasillo. Escuchó pasos apresurados detrás de sí. Cazar a un león temperamental era tan sencillo, pensó con humor.

Harry ignoró los llamados de sus amigos y aunque Hermione quiso ir detrás suyo, Ron la retuvo por los hombros.

—Hay que dejarlos, mejor vamos a la biblioteca. Una de quinto va a declararse a Blaise hoy y me siento con ganas de marcar territorio, ya hasta soñé con lo que voy a decir.— comentó, dirigiéndola en dirección contraria del par.

Draco entró en un salón vacío y apenas tuvo tiempo de voltearse antes de que Harry entre tras él, cerrando la puerta de golpe y mirándolo con sospecha. El rubio sonrió con triunfo, ganándose una mirada confundida e intimidada del más bajo.

—Tan predecible, Potter.— murmuró, dando un par de pasos hasta acorralar a Harry contra la puerta.

—¿Qué estás planeando, Malfoy? ¿Por qué tanta prisa para venir a una sala en desuso?— exigió saber, levantando la barbilla como muestra de seguridad.

—La pregunta acá es, ¿qué te importa lo que yo haga o no?— replicó, acercándose más y enredando una mano alrededor de la corbata roja y dorada del otro.

ya bésense | harcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora