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Harry despertó con un mal presentimiento, lo cual era usual en su vida. Ron no tenía ningún consejo para él ese día, lo cual también era usual; su mejor amigo siempre evitaba usar de más sus capacidades de vidente (por mucho que Harry le rogase). Hermione estaba leyendo un libro mientras los esperaba en la sala común para ir a desayunar, lo cual era usual. Y al llegar al gran comedor, Ginny estaba sentada junto a Neville y Luna, luciendo una sonrisa maniaca mientras miraba hacia las ventanas, lo cual, sorpresivamente, se estaba volviendo algo usual.

Lo inusual sucedió apenas se sentó en su lugar de siempre en medio de sus dos mejores amigos. Alcanzó una fuente con doradas tiras de tocino, sirviéndose un poco, cuando la horda de búhos y lechuzas bajó. Él no solía recibir tanto correo en las mañanas, talvez la ocasional carta de su mamá preguntándole cómo le iba, contándole como estaban las cosas en casa y regañandolo por obtener una nueva detención. De todos modos, Hedwig solía aparecer algunos días sin ninguna carta que entregar, simplemente porque lo extrañaba. Harry era más que feliz dejando que su bonita mascota se pose en su hombro, le picotee la oreja y le robe trocitos de comida.

Por eso no se sorprendió cuando una bola de plumas blancas se estrelló en su pecho.

—Hola preciosa.— la saludó con una voz suave, acariciando su cabecita. Hedwig chilló y extendió la pata. —¿Tenés algo para mí? Seguro es de mamá, retandome por el castigo con Snape.

—Ese castigo fue hace banda, Harry.— le habló Hermione.

—¿No? Me castigó hace unos días por joderle la poción a Malfoy. Fue divertido.— Harry se rió, acompañado de Ron.

—¿No vas a abrir tu carta, Harry?— Ginny interrumpió su conversación, mirándolo con ansiedad. Raro.

—Disimulá, boluda.— el rubio a su lado le dio un codazo y ella se atragantó con un bocado de su tostada.

Harry optó por ignorarla, estaba claramente loca. Tomó el pergamino y lo desenrolló de la pata de Hedwig, ella le mordisqueó el dedo, robó una tira de tocino y alzó vuelo.

—¿Qué mierda?— murmuró Harry luego de leer el corto poema. —Mione, creo que tu encantamiento para evitar notas de fans dejó de funcionar otra vez.

—Imposible, si lo puse hace una semana y suele durar al menos un mes.— negó la chica.

—Me llegó esto.— Harry movió la nota más al frente, dejando que sus amigos de apoyen en sus hombros para leer al mismo tiempo.

"Dame un vaso de tus besos para saciar mi sed de tu amor. —DM" se leía en el pergamino.

Ron soltó una carcajada que llamó la atención de casi la mitad de la mesa, decía algo sobre malos planes entre risas y Ginny, extrañamente, intentaba que se calme. Hermione se limitó a mirar la estilizada letra con una ceja levantada, analizando las catorce palabras con ojos críticos, casi podía oír los engranajes en su cabeza trabajando.

—En serio no sé porqué intentan, ni que fuera a darle oportunidad a cualquiera.— Harry de encogió de hombros, dejando que Mione de quede con el papel y siguiendo con su desayuno.

—Por suerte el que te gusta no es cualquiera.— susurró Ginny, pero sus amigos alcanzaron a escucharla.

—¿Mi qué?— Harry soltó una risa nerviosa. —Ni idea que decís, amiga fuera de bola andás re mal de la cabeza.— se apresuró a meter los últimos restos de tostada y huevos en su boca, bajando un vaso de jugo para no atragantarse. —Me tengo que ir... a ehh... ¡Quidditch!— y salió corriendo por el pasillo.

Los cinco amigos se quedaron en silencio por unos segundos, hasta que Luna lo interrumpió con su voz soñadora.

—¿Es mal momento para decir que hace un momento Draco también salió?— les sonrió perdidamente y siguió separando las frutas de su bowl según color.

ya bésense | harcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora