24

3.1K 315 192
                                    

—Maldito Theo, me despierta de mi siesta para estas mierdas, más le vale que sea verdad o lo mato.— Draco refunfuñaba en cada paso que daba camino hacia el baño de prefectos. Su amigo había cruelmente interrumpido su sueño, sacudiéndolo como a un saco, para decirle que escuchó al nuevo prefecto de quinto decir que iba a usar el baño de prefectos para una cita. Siendo él un prefecto mayor, era su deber no permitir que corrompan la sacralidad del baño privado con profanidades; en otras palabras iba a aguarle la fiesta a un adolescente calenturiento.

Ya de por sí estaba de mal humor por toda la mierda acumulada en la semana. Entre el estrés de las clases, sus responsabilidades y la molestia de tan solo pensar en Potter, no comprendía cómo aún no había hechizado hasta el borde de la muerte a alguien o peor, colapsado en frente de todos en el Gran Salón.

Con seguridad en sus pasos se paró frente a unas puertas dobles, levantó una mano y la llevó hacía la aldaba de oro con tallado de cabeza de esfinge, golpeando tres veces la argolla metálica contra el tope. La boca de la esfinge se abrió mínimamente y en un débil rugido solicitó la contraseña.

—Eucaliptus.— murmuró Draco, inmediatamente las puertas se abrieron, dándole acceso al amplio y lujoso baño.

No tardó en entrar, buscando a alguna persona con la mirada. Frunció el ceño al no descubrir a nadie.

—Malditos mocosos.— se quejó. Entonces escuchó una pequeña risa detrás suyo. Era imposible que no supiera a quién pertenecía el sonido. Maldito Potter, ¿qué hacía en ese lugar? Volteó para encararlo, pero no había nadie allí. —¿Qué mierda?

Hubo un sonido como de una tela cayendo y se encontró cara a cara con Harry y su sonrisa burlona. Obviamente el muy maldito tenía una capa de invisibilidad. Draco desvió la  mirada a la brillante tela que yacía en el suelo, definitivamente era un artilugio mágico muy interesante y, aunque jamás lo admitiría en voz alta, tuvo un impulso de preguntar a Potter sobre ello, talvez pedir que le deje probarla. Sacudió la cabeza para concentrarse.

—¿Qué hacés acá, Potty?— preguntó con una mueca de desagrado.

—La verdadera pregunta es qué hacés vos. ¿Planeando la miseria de otra persona?— el descarado cuestionó.

—Miserable es mi vida cada que tengo el desagrado de verte.— replicó poniendo los ojos en blanco. Definitivamente no estaba de humor para soportarlo.

—Bueno che, amanecimos alegres me parece.— contestó con fastidio. Ups, talvez le contagió su mal genio.

—Voy a amanecer alegre el día que no tenga que volver a escuchar tu voz, cabeza de escoba.— Draco intentó empujarlo a un lado para alejarse y salir del baño.

Harry, prediciendo su intención, tomó su muñena y tiró del cuerpo del rubio para mantenerse en pie, logrando que el hombro de Draco choque contra su pecho. Con su mejor sonrisa de suficiencia levantó la mirada, encontrándose con la expresión sorprendida en los ojos grises del más alto. Un segundo después, su expresión se endureció y Malfoy trató de alejarlo.

—Soltame, Potter.— exigió. Más su orden cayó en oídos sordos, Harry simplemente afianzó su agarre en su brazo derecho y poniendo su otra mano sobre su hombro lo forzó a encorvarse, mirándose cara a cara. Draco sintió su piel arder, la urgencia de acercarse más y al mismo tiempo alejarse lo dejó fuera de sí por unos segundos. —¡Qué te pasa, soltame!

—No, Malfoy, no te voy a soltar hasta que me digas que mierda es lo que supuestamente hice. Me insultás y me decís que arruino tus relaciones, pero me chupa un huevo con quién te comés, no sé de dónde sacaste esa idea. Quiero una explicación.

Con una mirada indignada, propia de alguien de alto estatus como él, Draco finalmente se sacudió del agarre. Sin embargo, sabiendo que no podría escapar, dio unos pasos hacia atrás para poner distancia entre ambos y se resignó a tener que hablar con el insufrible Gryffindor.

ya bésense | harcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora