Primera vez - 19 años

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Después de bastante tiempo intentándolo por fin pude conquistarte y comenzar a salir contigo. De eso ha pasado más de un año y aunque disfrutara cada paseo juntos y cita te mentiría si te dijera que no he pensado en ti... Bueno, de la forma que seguramente ya imaginas. No me culpes, eres tan jodidamente sensual (sólo que quizá no te des cuenta) que es imposible no querer acostarse contigo. Y bueno, supongo que ya tenías en mente la misma idea.

Fué un sábado por la tarde cuando los dos estábamos viendo películas en la sala de mi casa, mi mamá no estaba así que teníamos toda la casa para nosotros. Todo parecía ir bien hasta que de un momento a otro te sentaste sobre mi regazo y comenzaste a tratar de quitarme la camiseta mientras jadeabas en voz baja cerca de mi oído.

- ¿Kahl? ¿qué carajo te pasa?

- Ay por favor, no finjas que no sabes - en ese momento me besaste, abrazándome por los hombros y apegándote a mi. No pude resistirme mucho y te seguí el beso.

Las caricias y toques indebidos comenzaron a hacerse presentes a medida que el beso subía de intensidad. Yo sujetaba tus caderas mientras bajaba lentamente mis caricias y tocaba tu cuerpo, cosa que hacía que soltaras más de un gemido durante los besos. Por otro lado tú me besabas mientras tratabas de bajar la cremallera de mis pantalones, en cierto momento te apartaste y me miraste a los ojos, con esa mirada profunda y llena de deseo que lograba cautivarme y calentarme aún más.

- Eric... Llévame a tu habitación...

No dije nada, te levanté entre mis brazos y te llevé hasta mi cuarto, eso sí, sin dejar de besarnos de forma cada vez más desesperada.

Al entrar te recosté sobre la cama, dejé de besar tus labios y comencé a dejar mordidas y marcas de chupetones por todo tu cuello mientras lentamente te quitaba los pantalones y desabotonaba tu camisa. De un momento otro me empujaste contra el colchón para quedar encima mío, sujetaste con fuerza mis muñecas y me mirabas con esa sonrisa descarada que lo único que lograba en ese momento era encenderme más.

- Que te quede claro gordo - seguías sonriendo y te acercaste más para hablarme al oído, podía sentir la suave sensación de tu aliento cerca mío - que aquí el que manda soy yo, ¿entendido?

Seguido de eso te levantaste y tomaste una de mis bufandas para luego sujetarme las muñecas con ella y así evitar que me mueva. Mi mirada seguía enfocada en ti y en tus sensuales atributos que mostrabas conforme ibas desnudándote lentamente delante de mi, era imposible no excitarse con esa escena tan deliciosa que mis ojos presenciaban.

- Te gusta lo que ves ¿eh? - nuevamente te acercaste a mi para susurrarme algo al oído mientras que tu mano izquierda se paseaba por mis muslos hasta llegar a mi entrepierna, en donde comenzaste a dar suaves caricias al notar lo duro que estaba - eres un jodido pervertido y por eso debo corregirte, gordo de mierda.

- ¿Me vas a chupar las bolas, judío? Es lo menos que espero.

- No, pero haré algo para que me supliques que te suelte.

Te apartaste un poco y comenzaste a masturbarte delante de mi, y como sí eso no fuera suficiente la manera en la que repetías mi nombre entre gemidos me hacían perder la poca cordura que me quedaba. Trataba de soltarme para dejarte sobre la cama y hacerte mío de una puta vez pero no pude y tu sonrisa de satisfacción dejaba ver lo mucho que disfrutabas verme tratando de soltarme.

Traté de resistirme pensando que en algún punto me quitarías la puta bufanda y me dejarías darte tu merecido pero no; en lugar de eso te acomodaste sobre mi regazo y comenzaste a moverte mientras seguías masturbándote. Fué entonces cuando perdí el control.

- Mierda Kahl, quítame esto de una jodida vez.

- Aún no me has rogado lo suficiente, gordo - tu voz se escuchaba entrecortada por los jadeos y gemidos que soltabas mientras te dabas placer. Seguías así hasta que me quitaste los pantalones junto con mis boxers para lentamente dejar que entre en ti - más te vale te apresures en hacerlo.

No podía aguantarlo más, quería tocarte de formas indebidas, sujetarte con fuerza y hacer que ahora seas tú el que me suplique para que no me detenga. Verte así y sentirte montandome era tan jodidamente bueno, como si estuviera en algún paraíso prohibido que sólo tú y yo conocemos. No quería que llegaras al orgasmo sin dejarme tocarte así que no tuve más opción que rogarte.

- Carajo judío, por favor quítame esta mierda y déjame tocarte.

- Eres todo un jodido pervertido ¿verdad? - no dije nada, sólo te miré a los ojos y asentí.

- Por favor Kyle, déjame tocarte y acaricarte.

Nuevamente esa sonrisa tan hipnotizante se hizo presente en tu rostro y sin dejar de moverte por fin deshiciste el nudo de la bufanda que me mantenía inmovilizado. Aproveché el momento para hacerte quedar contra el colchón y entrar en ti nuevamente. Haría que sintieras mi amor y gritaras mi nombre toda la noche.

Te sujeté por la cadera y entré en ti de golpe, moviendome bruscamente mientras seguí dejando marcas en tu cuello y parte del pecho. Tu me sujetabas con fuerza por los hombros y gemías ruidosamente, parecía ser que te estaba gustando bastante y por el tipo de miradas que te dedicaba y la manera en que te tocaba sin pudor alguno se notaba que yo también lo estaba disfrutando bastante.

El ruido en la habitación era cada vez más fuerte conforme pasaba el tiempo. Mis movimientos eran más bruscos y tus gemidos eran cada vez más ruidosos al punto en que no me sorprendería que los vecinos nos escucharan, aunque tampoco me molesta. El escucharte gemir mi nombre con esa expresión en tu rostro que lucía tan jodidamente sensual me hacía enloquecer más, tanto que con cada minuto que pasaba te embestía de forma más brusca al sentir que me correría en cualquier momento, cosa que te gustaba y se notaba por lo rudioso que eras y por la clase de miradas que me dedicabas. Los dos estábamos perdidos en el deseo y vaya que lo disfrutábamos.

Luego de un rato de besos, caricias, tocamientos indebidos y ruidos obscenos por parte de ambos finalmente me corrí dentro tuyo, cosa que provocó que tú también lo hicieras. Acabamos bastante cansados pero satisfechos.


- ¿Y bien? - me recosté a tu lado y te abracé - ¿te gustó?

- Sí - en ese momento tocaste mi mejilla antes de darme un corto beso en los labios - pero probablemente me dolerá el culo mañana y me será difícil levantarme así que tendrás que cargarme.

- ¿Qué? No jodas Kahl, fuiste tú el que inició todo - me quejé hasta que la manera en la que me mirabas me hizo cambiar de opinión - quiero decir... Sí, está bien. Pero no le digas a nadie que soy así de cuidadoso contigo.

Reíste y negaste con la cabeza. Tuvimos una corta sesión de besos cariñosos antes de quedarnos dormidos luego de esa apasionada noche que recordaríamos por siempre.























Love foolish | Kyman week 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora