Primer día - 18 años

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- Dices que te gusto ¿no? te estás demorando demasiado...

En ese momento no tuve cómo responder así que simplemente me volví a acercar a ti para besarte. Pensaba que si lo expresaba con palabras seguramente la cargaría o me pondría tan nervioso que nuevamente terminaría hablando pendejadas sin sentido.

Estuvimos besándonos durante un muy buen rato hasta que te apartaste y me sonreíste... Maldito judío, tu y tu puta sonrisa radiante me hacen perder la cabeza. Creo que estoy un poco obsesionado contigo.

- ¿Debería tomarme eso como una petición para ser pareja?

- No lo sé, tómalo como te de la gana.

- Bueno, en ese caso... - en ese momento te acercaste a mi y me diste un beso corto en la mejilla - sí, acepto. Sólo que te advierto que si te atreves a traicionarme o lastimarme me aseguraré de dejarte sin bolas.



Esa noche antes de dormir me quedé pensando en la cita y todo lo que había sucedido. Quiero decir, ahora somos pareja y debo demostrarte que puedo ser mejor que cualquier otro imbécil que te pretenda, demostrarte que tengo las bolas para mostrarte que te amo como un hombre de verdad.

Al día siguiente me levanté temprano para ir a buscarte a tu casa y sorprenderte con un ramo de rosas rojas que compré para ti. Toqué el timbre y cuando bajaste a abrirme me miraste con una expresión confundida que rápidamente fué reemplazada por una sonrisa y un leve sonrojo en tus mejillas.

- ¿En serio me compraste flores? - me sonreíste mientras tomabas el ramo de rosas cuidando de no dejarlo caer por accidente - gracias, aunque no era necesario hacerlo cuando apenas es nuestro primer día como pareja.

- Yo... Las ví y de inmediato pensé en tu feo cabello pelirrojo... No me lo agradezcas.


Ese primer día como pareja traté de siempre estar contigo: sentarme junto a ti durante las clases, quedar frente a frente durante el almuerzo e incluso me sentaba en la parte delantera de las gradas para verte mejor durante el entrenamiento del equipo de básquetbol. También te invité a comer helado después de clases y aceptaste.

En cuanto comenzó a atardecer te llevé de regreso a tu casa, sujetándote por el brazo y mirándote de reojo de vez en cuando mientras pensaba que para ser judío no eres nada feo.

Te dejé afuera de tu casa y me fuí no sin antes robarte un beso, uno corto pero que fué suficiente para hacerte sonrojar y sonreí. Me la había pasado muy bien en nuestro primer día como pareja, lo que no me imaginaba era que tan sólo ese primer día se convertiría en un "para siempre"


























Love foolish | Kyman week 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora