CAPITULO 4

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CAPÍTULO 4
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—¡Terry! —Candy soltó su nombre a manera de grito al verlo bajar del tren. Él le había prometido tomarse unos dias fuera del teatro despues de que ella lo invitó a Lakewood para que se quedara con ella mientras visitaba a sus amigos.

Terry se volteó a dirección del llamado, y al hacerlo, un gran peso se le abalanzó sin previo aviso. Aun así, no se dejó tumbar y abrazó a su Pecosa de vuelta. Teniendola entre sus brazos, la levantó en el aire y le dio un par de vueltas hasta sacarle una escandalosa risa.

—¡Bienvenido! —dijo Candy, entusiasmada de poder decir aquello. La emoción le recorría el cuerpo, era evidente por sus pequeños brincos y aplausos—. ¡Te va a encantar Lakewood! ¡Vamos! —Lo jaló consigo del brazo, pero Terry desistió.

—Aguarda, Pecosa, lo primero es lo primero. —Terry la atrajo de la cintura y besó sus labios como había querido hacer desde que ella había dejado Nueva York. No había pasado un día sin pensarlo.

—¡Terry! —La rubia bajó la cabeza y la escondió en el pecho de él, recordando que estaban bajo la mirada de mucha gente desconocida—. ¡Albert nos espera en el auto! ¡No es de buena educación dejarlo ahí por más tiempo! —excusó.

—¡Qué conveniente! Ahora se te apetece ser una dama.

—¡Terry, habíamos quedado en que dejarías de decir esas cosas!

—A veces no lo puedo evitar —rió, robándole otro beso para arreglar la interrupción desconsiderada de Candy. Con eso estaba un poco satisfecho. La tomó de la mano y dejó que ella lo llevara al auto donde su viejo amigo los esperaba. No había dicho nada, pero el imaginar volver a ver a Albert lo llenaba de una mezcla de sentimientos. La nostalgia era una gran parte de ello, pero también sentía nervios.

—Bert há de estar ansioso por verte de nuevo. Hablamos de ti durante todo el camino.

—Yo también quiero verlo otra vez. Nunca tuve la oportunidad de contactarme con él —mencionó el castaño, con un deje de lastima.

—¡Cierto! Ustedes eran muy amigos, ¿por qué no intentaste saber de él?

—La última vez que tuve noticias de Albert fue cuando estuvo bajo tu cuidado. Nunca supe si se había recuperado, bueno, eso fue hasta que me enteré de que él era el patriarca de la familia Ardlay... Tu padre adoptivo. Creo que eso me detuvo de haberme acercado de nuevo a él. Supuse que él también mantendria su distancia de mí, con tal de protegerte a ti.

—Oh... —La sonrisa de Candy se desvaneció. Terry no solo había evitado un mal golpe para él mismo, sino para ella también. Él tenía razón, Albert siempre había cuidado de ella, había sido su monumento de apoyo por muchos años, especialmente durante aquella época donde su ruptura todavía era muy reciente. Cuando Terry había desaparecido, Albert se había encargado de esconder aquellas noticias con tal de salvarla de aquel dolor, pero en ese momento había sido en vano—. Terry, entiendo por qué lo hiciste... Hubiera hecho las cosas mucho más difíciles para todos, para ti, para mi, para Susanna...

—Vamos, Candy, sabes que no me gusta hablar del pasado —escupió Terry, reaccionando al nombre de la difunta.

—Pero a veces es bueno tocar esos temas... —Candy quiso explicar, pero él se negó al instante, tensando el cuerpo, notablemente afectado por el tema.

Sr y Sra Granchester La Historia DefinitivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora