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El gran salón de banquetes era sin duda, uno de los lugares más elegantes y horribles que Alexander vio en su joven vida, los tonos azules combinados con rojos no eran lindos. Las mesas poseían un centro de flores que acompañaban la decoración de cristaleria, en el centro del lugar había bastantes personas, seguramente esperando al alfa.

—Escucha enano, necesito que te portes bien, quédate sentado como buen niño —pidió agachándose a su altura para acomodar su camisa—. Tomará menos de una hora

—¿Menos de una hora? —pregunta haciendo un puchero—. No me gusta, papá, las bodas deben tener un color cálido

—¿Has estado en bodas antes? —alzó una ceja curioso, al verlo negar sonrió un poco—. ¿Cómo sabes que deben ser así?

—Papá tiene muchas revistas de decoración —respondió encogiéndose de hombros—. Tiene buen gusto

—Claro que lo tiene, salió conmigo —bromeó poniéndose de pie——. Ahora sé un buen niño

El menor asintió para verle irse, se quedó en una silla viendo las flores antes de decidir irse a explorar, le parecía aburrido tener que sentarse a esperar al mayor, además estaba en un lugar donde no fue invitado, pensó un segundo en eso ¿Acaso su padre lo llevaría a su boda? No, definitivamente no, no habría boda porque se aseguraría de ello.

Mientras pensaba una forma ingeniosa de poder arruinar la boda de su padre, cosa que sonaba mal, sus pies lo guiaron hacia una mesa afuera del salón, la cual desprendía un aroma a tarta de durazno, sus ojos se abrieron al notar pequeñas tartas en la mesa, podía incluso comerlas de un solo bocado, observó a sus lados asegurándose de que no hubiera nadie, solo tomaría una, había cientos así que nadie lo notaría ¿verdad?
Tomó una mini tarta para llevarle a su boca lo más rápido posible, la disgusto sintiendo el dulce en su lengua, era lo más delicioso que había comido en días, su mano se movió sola, como si tuviera vida propia, para tomar una segunda porción, pero una mano le tomó el brazo antes de que pudiera agarrar algo.

Una mujer, que estaba seguro tenía la edad de sus abuelos, apretaba su brazo con fuerza, seguro le dejaría una marca, son decir una palabra simplemente lo arrastró hacia adentro. El menor intentaba llamar a su padre, pero ningún sonido salía, internamente buscaba la protección de su progenitor.

—¡Ey! —gritó el sueco acercándose para apartar a la mujer de su cachorro—. ¿Qué cree que está haciendo? ¿Estás bien, Alex?

—Ese niño, quien sabe quien és—habló con asco—. Estaba comiendo los postres afuera, es un mocoso irrespetuoso.

—Este chico es mi hijo, así que puede estar donde quiera y comer lo que se le apetezca —Cargó al pequeño para revisar su brazo, su alfa se enojó aún más al ver el moretón—. No vuelva a tocarlo

—Quiero ir con papá —pidió Alex limpiando sus lágrimas.

—Eso debe ser, tiene los malos genes de su otro papá.

Aquello le hizo gruñir, ¿Cómo se atrevía siquiera a decir aquello de su omega? ¿Quién se creía que era? Se acercó a la mujer con una mirada de pocos amigos.

—Nunca se atreva a volver a decir algo de mi omega, no vuelva a acercarse a mi cachorro.

La voz de su alfa salió por instinto, fuerte y clara mientras sus feromonas se esparcieron por el lugar, en ningún momento Zlatan dejó de consolar a su hijo, ahora él era su prioridad. Salió del salón en pleno silencio caminando con Alex en brazos hacia una cafetería.

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—¿Qué esa mujer le hizo qué a mi cachorro? —preguntó el español casi gritando—. Me va a oír Ibrahumovic ¿Quien se piensa que es?

Lo que pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora