𝐑𝐮𝐧𝐚𝐬

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Todo Courtest se hundió en un silencio sepulcral en cuanto los pobladores notaron mi presencia.

El ambiente era tenso y aquella escena parecía casi tan espectral como la bruma que mis pasos acompañaba.

Kanei había preferido había ocultado en mi daga nada más pisar la plaza principal, haciendo que aquellos que se cruzaban con mi mirada escarlata quedaran petrificados de miedo.

El repudio y la furia comenzaban a crecer en mi interior en cuanto vislumbré una pequeña casa la cual comenzaba a sucumbir ante las llamas.

Dentro de ella habían sido encerrados todos los encantadores que la muchedumbre pudo atrapar. Estaban a punto de morir frente aquellos sádicos espectadores, quienes insistían en culparlos por la invasión de los enmascarados.

Apunté hacia quienes rodeaban aquella casa arrojándoles violentamente por los aires con un simple encanto. Chispas azules volaban aquí y allá deshaciendo de aquellos que se opusieran.

Al llegar a la pesada puerta de madera encadenada no dudé en asestar un golpe al metal que la retenía, liberando así a sus prisioneros, quienes se arrastraron fuera, débiles y tosiendo a causa del humo que comenzaba asfixiarles.

El odio en mi rostro se vio reflejado en cuanto enfrenté a los pobladores que comenzaban a rodearme. Una voz en mi cabeza, como un impulso insaciable me rogaba que terminara con las vidas de todos aquellos que se opusieran a mí, recordaba lo liberador que había sido terminar con los enmascarados que planeaban invadir el castillo y lo bien que se sentiría tomar la "justicia" por mis propias manos.

Levanté un brazo, lista para comenzar de nuevo la cacería cuando Akai me detuvo abruptamente.

—Templa tu ímpetu, bendecida —habló emergiendo de ente la gente.

El lugar parecía estar congelado en el tiempo, mientras el brillo de mi daga había desaparecido.

—Pensaban masacrar a los encantadores —gruñí furiosa—. No merecen compasión alguna.

Akai suspiró como si aquellas palabras no fueran nada nuevo para ella.

—Veo que te están manipulando y ni cuenta te has dado —habló condescendiente.

Sus palabras me irritaron oscureciendo mi mirada ¿Quién se creía que era?

—¡Deja de desperdiciar mi tiempo! —exclamé impaciente temblando en un frenesí caótico que se negaba en abandonarme.

—Como puedes observar, el tiempo no pasa por aquí, pero esta no eres tú, tus acciones no son propias de aquella pequeña rosa que encontré un día en el bosque.

—Todos cambiamos —clamé harta de tantas palabras—. Regrésame al presente para que pueda terminar con esto.

—Kanei —presionó la doncella con severidad al observar mi reacción—. No me engañas, ambos sabemos que esta no es nuestra protegida.

¿¡Protegida!?

En un abrir y cerrar de ojos la bruma del lobo me abandonó nuevamente para materializarse entre ambas, protegiéndome como si temiera que Akai le robara a su presa.

—Hizo un trato por su propia voz —gruñó Kanei.

La fuerza y vitalidad que me había dado el lobo se esfumó en cuanto se separó por completo, al igual que la impulsividad, la sed de sangre y la crueldad que con él llevaba.

Me derrumbé en mi lugar mientras ambos espíritus discutían. Cada músculo de mi cuerpo sucumbía ante una dolorosa tortura mientras mi mente recordaba una a una las víctimas de mi daga.

Una Corte de Cristal #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora