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Dejé que abrieran la caja donde había guardado mis latidos, mis palabras y la esperanza, recubierta por una fina película de polvo. Confié y me dejé llevar, permití que alimentaran mis sueños. Crucé al otro lado del espejo, creyendo que allí todo sería eterno.

No lo fue.

No salió bien.

Terminó, y lo único que aprendí de aquel tiempo es que hay personas que nacemos para ser abandonadas. Antes o después, siempre acaba pasando. Se deshacen de nosotros.

La fragilidad de un corazón bajo la lluvia - María MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora