Epílogo

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2 meses después.

Hablar con sus padres fue un lio, uno donde Jungkook temía por su vida para después maldecirse al darse cuenta que no fue para tanto. Porque, el hecho de tener que "rogarles" lo tenía tan avergonzado a la hora de tocar su puerta que, para después esa sensación pasó a segundo plano, pues sus padres lo recibieron con las manos abiertas.

Además, a lo que Jungkook considera lo más woow; es que sus padres le dieron el dinero que necesitaba para abrir un pequeño local que hacía meses le tenía el ojo encima, siendo aquel lugar su motivación por trabajar horas de horas entre semana para conseguir un tanto de dinero y rentarlo, claro, a un buen precio; considerable, más bien. Solamente eran 7.642 wones al mes, lo que equivaldría a 7 dólares aproximadamente. Era como pagar Netflix, pero gracias a Dios de que Namjoon se encargaba de eso.

Jungkook al ver el precio por la renta, inmediatamente le gritó a su instinto: ¡sí a todo! Tan entusiasmado, trabajó como mesero y repartidor de pizzas en el mismo lugar, doble turno, de lunes a sábado. Dándose un lugar en su ocupada agenda para pasar al trabajo de Taehyung y saludarlo de vez en cuando. Y claro, había ocasiones en las cuales el castaño asistía como cliente a la pizzería o simplemente ordenaba una a domicilio, eso con el mejor propósito de ver unos cuantos segundos a Jungkook.

Por ende, el azabache aún recuerda esos fuertes abrazos que recibió de parte de sus padres, aquellos que jura haberse hecho una idea de que nunca lograría sentir esa sensación. Pero lo hizo, su padre le dio ese poco dinero al decirle que estarían a nada de quitarle ese local, a sabiendas de que Jungkook ya lo había apartado, pero con determinado tiempo de tolerancia y, he ahí la desesperada razón por la cual recurrió a sus padres.

Les contó una breve historia de cómo le ha ido en la vida: tuvo que mudarse un tiempo con Namjoon, quedándose así actualmente, pero logró convencerlo de que le pagaría por hospedarse en el cuarto de huéspedes de su departamento. Les contó de sus miles de pequeños trabajos que tuvo, haciéndolos reír al visualizarse a su hijo yendo de allá para acá, ganándose la vida.

Y, sobre todo, les contó de Taehyung. Sí, una charla que mereció un par botellas de soju de por medio para contar esa historia; pero, claro, evitando mencionar la parte que lo conoció en cierto lugar clandestino no tan... ¿normal? Pero bueno, para evitar malos ratos, solamente se dedicó a contar que Taehyung padecía de un trastorno emocional que le impedía ver y sentir el amor o el afecto en persona. Contándoles con orgullo que, desde que lo conoció, Taehyung ha estado sonriendo y siendo más feliz. ¿Qué cómo lo sabía? Bueno, también hizo un nuevo amigo llamado Hoseok quien le cuenta algunas historias, tanto buenas como malas.

Sus padres suspiraron, mas no de decepción; porque de sus labios salieron unas palabras que realmente tomaron a Jungkook por sorpresa.

—Sé feliz, hijo —dijo su papá—. Vive tu vida felizmente.

—Aquí nos tendrás siempre —ahora fue su mamá quien habló—. Siempre, no lo olvides.

Ah, mierda, lloró como un niño pequeño, olvidándose de tener 23 años y volver a ese mocoso que les lloraba de tristeza por no quererle comprar su chocolate favorito... ahora soltando lágrimas llenas de ese sentimiento oculto en su corazón. Lágrimas de felicidad.

Y bien, dejando de lado los lloriqueos, Jungkook se encontraba instalando las últimas cosas que necesitaba para completar su pequeño local de fotografía. Algunos estantes mostrando muestras de su pasión por ello, algunos adornos que Taehyung le regaló por la inauguración de su local, poniéndolos justamente en la entrada, en la puerta resbaladiza de cristal, colgando de un hilo unos arcoíris medianos bien pintados y unos pequeños corazones morados que, en lo personal, son los favoritos de Jungkook.

Filofobia | KookV ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora