EPÍLOGO

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Quien pensaría que después de todo estaríamos juntos. Que podría admirarte todas las noches. Acariciar tu piel, oler tu cabello, besar tus labios.

Después de todo compartimos nuestras vidas, avanzamos juntos hasta el punto en que te veo cargando nuestros niños.

Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Te amo Amber más de lo que imaginas, nunca sabré el momento exacto, desde que te vi o desde que lentamente lo hiciste con cada palabra.

Compartimos nuestras vidas y nos iremos juntos a la tumba.

Hasta siempre, mi querida Anónima

Doblé la nota que mi padre había escondido en una de sus libretas, hace poco ordené sus cajas con pertenencias y encontré muchas cosa, entre ellas, esta carta, era corta, pero se puedo notar que él la escribió ya siendo adulto por la caligrafía un poco movida. Me lo imagine sentado en su escritorio haciéndolo. 

Su historia de amor es un poco inusual, pero sé que se amaron mucho.

Deje las flores en su lápida. 

«—Por y para siempre dijimos mi querida, Amber, ¿cierto?—le escuché susurrar antes de que a mi madre la sacaran de la habitación del hospital.»

Era dedicada a mi madre, claramente, pero ella nunca pude volver a afirmarle aquella frase. Dos días después de su partida, mi padre estuvo muy callado, trataba de animarlo pero no funcionaba mucho. Esa misma tarde me dijo

— Sabias que ella solía decirme su chico de ojos azules—ríe de manera lenta—, cuanto tu naciste traías mis mismos ojos, hijo, ella estaba encantada. Gracias por hacerla feliz y a mi, estoy muy orgulloso de ti y de tú hermana.

Esa misma noche, él se fue entre sueños.

—Los amo...—susurré—. Padres.

Estuve un momento allí en silencio hasta que decidí que era momento de irme. 


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