CAPITULO 2.

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Las clases de matemáticas eran cada día más insoportables: si bien mis notas eran excelentes, nadie podía superarme en algo. En no entender, prácticamente, ni como hacer una división.

-Olivia, déjalo. Para de comerte la cabeza y vamos al patio. En casa ya lo harás- Susana tiraba de mi intentando que dejara de analizar los ejercicios de ecuaciones.

-Déjala tu por imposible, Susana. En algo tenía que ser muchísimo peor que yo- rió Pablo mientras me tiraba un pequeño papel y salía de la clase con el balón de futbol en la mano.

-Eres un gilipollas, de las Heras- contestó mi amiga en un intento de socorro.

Volteé mis ojos con asco dirigiéndome hacia el patio, con los apuntes en la mano.

Cuando de pronto..:

-¡Lo siento, Olivia! Soy un torpe...

Me había chocado con un chico alto, delgado y de cara amable, tirando por todo el pasillo un montón de papeles con tachones en rojo sobre cálculos mal hechos.

-No pasa nada, Santi.- sonreí levemente.

Por un segundo, mientras recogíamos los papeles, levanté la mirada y sus grandes ojos oscuros me observaban fijamente. Esbozó una pequeña sonrisa, y no pude evitar hacer lo mismo.

Conocía a Santi de siempre, si bien era un año mayor. Todas las chicas del instituto estaban locas por el, y la verdad era que tenía fama de corresponderles... a todas. Pero era innegable que su cuerpo atlético, sus ojos grandes y oscuros y su simpatía llamaban la atención de cualquiera.

-Perdona otra vez la torpeza...- dijo dándome el último papel y sin dejar de sonreírme- estás preciosa, por cierto.

Y se fue en dirección a la cancha de fútbol.

-¡¿Perdona?!- gritó Susana emocionada- tía, le gustas. ¡Le gustas a Santi!

-Shhh. Susana. Nos va a escuchar- dije tapándole la boca- y no digas tonterías...

Nos fuimos también a ver cómo todos jugaban. Aquel día por fin parecía que podía olvidarme de todo: de las matemáticas, de los dramas de clase... incluso del insoportable de Pablo.

Que por cierto, estaba observándonos a Santi y a mi con una mirada que en aquel momento no conseguí descifrar.

Solo nos quedó NerudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora