Capítulo 5.

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*NARRA PABLO DE LAS HERAS*

Tener a Olivia Gutiérrez en mi casa era la cosa más extraña del mundo. Nos odiábamos desde pequeños y, por lo general, era la última cara que quería ver al final de un día de clase.

Pero cuando entré con algo para beber y hacer una pausa, y la encontré ojeando libros sentí una tranquilidad que hacía tiempo no sentía.

Estuve un rato mirándola en silencio desde la puerta:

"Desde pequeña Olivia siempre se muerde levemente el labio inferior, donde tiene el lunar, cuando está muy concentrada en un libro"- pensé, y esbocé una sonrisa.

Al segundo mi cerebro reaccionó y apartando ese pensamiento entré de nuevo en el cuarto.

Nunca había leído aquel poemario de Neruda, y, aunque me hice el tonto, sabía perfectamente que aquella chica que tanto me crispaba amaba la poesía.

Se me paró el tiempo en aquel momento. Algo se estaba apoderando de mi. No podía dejar de mirar a Olivia Gutiérrez, y, tras un intento de tregua, ahí lo vi.

Santi escribiéndole.

"Nunca he soportado a ese tío... Va de bueno y es un cabrón. He sobreescuchado muchas veces como habla de las chicas con las que ha estado. Da asco" -pensé furioso- pero, ¿por qué estaba así de molesto?

La rabia me dominó, y como muchas otras veces escogí las palabras más hirientes para clavárselas a Olivia y que no notase que algo me estaba pasando. Y se fue.

Cuando salió por la puerta, un nudo en la garganta se apoderó de mi. Pero una vez más, opté por el silencio. Uno ensordecedor que volvió a tragarme dentro de mi habitación. Uno que no había cuando estaba ella.

-¿Qué le has hecho ya, Pablo? -entró mi madre de brazos cruzados inquiriendo-.

-He sido sincero. Eso es lo que he hecho. - contesté escueto-.

Mi madre se sentó en la silla que Denia había dejado vacía, y con su eterna dulzura me dijo:

-Lo que deberías es ser sincero con otras cosas, Pablo.

-Mamá, por favor no empiec...

-No. Tienes edad suficiente para asumirlo -me cortó-. Hablas de ella constantemente, intentas ocultar bajo esa capa de supuesto odio que en realidad...

-¿Que en realidad qué, eh mamá? -le pregunté con molestia.

-Que en realidad llevas enamorado de esa chica desde que eres un crío, cariño.

Y todo, de nuevo, se quedó en silencio.

Solo nos quedó NerudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora