CAPITULO 3.

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-Susana Gutiérrez...- nos miramos ambas con esperanza- irás en el trabajo con Mario Pérez.

Ambas nos escurrimos en nuestros incómodos asientos al ver que la profesora había ignorado nuestros ruegos de hacer el trabajo juntas.

-Ana Ramírez... con Juan Hidalgo.

Empecé a sudar. Quedábamos solo cuatro personas por emparejar, y el azar podía ser mi peor enemigo. Porque sí: uno de nosotros cuatro era mi pesadilla diaria desde los 12 años: Pablo de las Heras.

Me removí en la silla varias veces rezando a quien quisiera escucharme para que no me tocara con aquel pijo prepotente que competía conmigo en cada pequeña cosa y que me sacaba de quicio con una facilidad asombrosa.

Y, sorpresa:

-En fin, esto me lleva a la última pareja: Olivia Hernández y Pablo de las Heras- concluyó la profesora con una mirada incisiva- Y recordad, se trata de co-la-bo-rar si queréis el aprobado.

La ira se apoderó de mi, más aún cuando aquel idiota se giró en su silla con una mirada burlona para pronunciar las palabras que me harían estallar:

-Enhorabuena, lunares. Tu sueño hecho realidad.

Le miré desafiante.

-Te detesto, de las Heras. Esto es por pura obligación.

-Lo que tu digas... pero mañana a las 17:00 en mi casa. Cuanto antes acabemos, mejor.

Cuando me quise dar cuenta mañana ya había llegado. Y de hecho, eran las 16:30. Mi peor pesadilla estaba haciéndose realidad y no podía evitarlo, solo quedaba por tanto una cosa: hacerle frente y acabar lo más rápido posible.

Llegué a aquella enorme casa arrastrando los pies. Cogí aire y, timbré.

-¡Hola, preciosa!

Una mujer sonriente y amable me esperaba al otro lado de la puerta.

-Estate como en tu casa. Pablo te está esperando en su cuarto; ¡cuánto me alegro de que os haya tocado juntos! Siempre habla tan bien de ti...

"Siempre habla tan bien de ti..", me repetí aquella frase en bucle intentando encontrarle el sentido. ¿Nos odiábamos, no?
Me olvidé de aquello y encaré la situación.

-Hola, Pablo... Me ha recibido tu madre, es súper amable y...

-Sí. Ya. No me parezco a ella- interrumpió con una sonrisa entrecortada.

El ambiente era extrañamente tenso, así que en un intento de normalizarlo saqué mis libros y me senté junto a el.

Me sentía rara. El silencio parecía eterno, podía escuchar nuestras respiraciones pesadas, a penas me miraba, y yo no podía apartar de mi mente lo intenso y atrayente que era el olor de su perfume.

"Definitivamente estoy loca...", pensé.

-Bueno, me pongo con esta parte y tu haces esta, si te parece bien- corté,

Sin mediar palabra nos abstraímos en nuestros ordenadores, sin interactuar a penas. Pero el ambiente estaba cargado de algo que no conseguía descifrar, y la incertidumbre era tan pesada que me hacía imposible concentrarme. Y parece que a el igual:

-Voy a por un zumo, ¿te parece? Descansa un rato mientras.

Y huyó a cierta velocidad.

Y allí estaba yo. Sola. En el cuarto de Pablo de las Heras, el chico al que siempre odié y que siempre me odió. Aturdida por su educación. Aturdida por su olor. Aturdida por todo.

"Susana va a flipar", pensé.

Y me puse a recorrer su cuarto.

Solo nos quedó NerudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora