Capítulo uno.

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He sentido muchas cosas horribles a lo largo de mi vida como golpearme el dedo pequeño del pie con un mueble, pisar un bloque de construcción de juguete o cortarme con una hoja de papel, pero definitivamente la peor sensación para mí era que te ahoguen la cabeza en un balde con agua fría.

Primero intentas no respirar para que el agua no entre por tu nariz, luego tus pulmones comienzan a arder en busca de oxigeno y cuándo ya no puedes aguantar inhalas, pero solo inhalas agua, gritos ahogados y desesperados en un intento de que mis compañeros por fin se apiaden de mí cosa que obviamente no logró porque ellos carecen de empatia y humanidad.

Y cuándo por fín siento que en cualquier momento perderé la consciencia y todo acabará ellos me dejan respirar un poco de aire para someterme nuevamente a su tortura.

No se rendían, no lo hacían por nada del mundo, yo era su entretenimiento en ese momento, solo decidían que era buena idea acabar cuando había vomitado por tercera vez.

Se aburrían y me dejaban en paz, con todo el agua y vomito mezclado regado por el suelo. Me permitía quedarme tirado para recobrar fuerzas y levantarme a limpiar todo ese desastre porque sino todo iba a ser peor para mi.

Era parte de mi rutina diaria, aunque no siempre era la misma manera en la que me molestaban, a veces uno me agarraba por detrás y todos comenzaban a golpearme por turnos, cómo si yo fuese una estupida bolsa de boxeo.

Les divertía hacerme cualquier cosa en la que terminaba humillado.

Me hacían quedarme en boxer mientras todos me meaban, y luego debía volver a casa caminando porqué no podía tomar el autobús teniendo inpregnado ese horrible olor en mí.

Les gustaba meter bichos entre mis ropas, sentían como caminaban por mi piel e inluso algunos picaban, pero solo tenía que pensar que no estaban allí.

Una de sus favoritas parecía ser hacerme comer como un perro, pisaban mi comida con sus zapatillas embarradas y me hacían quedarme en cuatro comiendo desde el piso como un maldito perro. Ningún estudiante se atrevía a ayudarme aún cuando esto sucedía en la cafetería, todos apartaban la mirada cuando se cruzaban con la mía.

No me importaba, no los culpaba. Ya estaba acostumbrado, quizá eso era en realidad lo que les molestaba, yo no peleaba, yo no lloraba, tampoco había terror en mi rostro. Hacia las cosas porque ya me había acostumbrado, nada podía ser peor para mi.

Una vez intente pelear contra ellos, quizá podía darle batalla a uno o dos, pero ellos eran más de diez y claramemte yo no pude hacer nada.

Mi cuerpo estaba marcado, no era ocasional pero a veces disfrutaban usarme de cenicero, tenía marcas de cigarrillos en todo el estómago. El día después de haber intentado pelear con ellos me marcaron con una navaja 'perdedor' en el pecho.

Empezó con un pequeño empujón en el pasillo, siguió con ponerme el pie, luego comenzaron a golpearme y fue escalando y poniéndose cada vez peor. Quizá fue mi culpa, por haber demostrado que no me afectaba, que podía seguir mi día a día sin importar cuantas cosas me hicieran.

Pero, ¿Qué podía hacer? Solo una vez había intentado acusarlos con un profesor, él fue despedido después de hablar con el director y a los pocos días me enteré que se suicidó. Al parecer estos idiotas tenían padres muy importantes en la sociedad.

Fue allí que me dí por vencido, era la vida que me había tocado vivir, ya no podía hacer nada.

Me dolía la boca, cuándo había llegado al salón uno de ellos me detuvo en la puerta y me la hizo abrir, ahora tenía una cuchilla de afeitar en esta que me hacía arder por cada pequeño movimiento que hiciera mi lengua. Decidí que lo mejor era quedarme callado durante toda la clase para evitarme el dolor.

Llegó el profesor y saludó con un monótono 'Buenos días', su cara denotaba un gran cansancio, luego informó que se añadiría un nuevo estudiante. No me emocionaba, que llegara un nuevo no significaba que me pararían molestar. Habían llegado muchos estudiantes pero ellos nunca iban a parar de molestarme, era su favorito.

El tipo entró al salón, era alto, quizá unos centímetros más bajo que yo, tenía el cabello azabache un poco largo y tenía casi el rostro de una niña, de no ser porque parecía tener un palo en el culo por su rostro serio, además de que tenía piercings, dos en la ceja, uno a lado del otro, y dos en el labio inferior, pensé que quizá si estuviese sonriendo y sin esas argollas no impondría tanto superioridad. Inspeccionandolo más también noté que sus orejas estaban llenas de esos pedazos metálicos.

Cuándo mis ojos recorrieron su cuerpo pude notar que en su mano se asomaba un tatuaje, no logre distinguir bien porque él las ocultó detrás de su cuerpo, aún así las flores violetas en su cuello las ví perfectamente.

- Presentate -ordenó el profesor, me pareció curioso que ni siquiera mirara al alumno. Cuando la idea de que este tipo también era un hijo de papi pasó por mi mente pude comprender un poco al profesor.

- Me llamo Choi Beomgyu.

No dijo nada más, todos cuándo era nuevos solían llenarse la boca hablando de si mismos frente al salón, quizás así buscando que todos desearan entablar una amistad con ellos.

Las chicas murmuraron cosas diciendo lo guapo y caliente que era. Ya algunas habían comenzado a apostar cuanto tardarían en tenerlo en sus camas.

- Ve a sentarte.

Bajé la cabeza no queriendo verlo, él tenían esa mirada arrogante y oscura que me hizo pensar que encajaría perfectamente con los tipos que me molestaban. No me iba a molestar tampoco que se uniera a ellos, uno más, uno menos, ya me daba igual.

No voy a mentir diciendo que cuando se sentó a mi lado no me hizo asustarme, el ruido de su silla corriendose era irritante y me tomó un poco desprevenido, nadie solía sentarse a lado mio.

El profesor comenzó a tomar lista, y odié que sea específicamente el quién lo hiciera. No aceptaba que levantarán la mano, sí o sí había que decir presente.

Cuándo fue mi turno dije en alto presente, mi boca ardió cómo nunca lo había hecho, el sabor metálico se extendió por todo mi paladar, era una sensación horrible, solo esperaba que esto no se volviera ocasional.

El profesor empezó a escribir en la pizarra y escuché al tipo a un lado mio bufar, pronto un toque en mi brazo me exaltó. Me volteé y él estaba viendome.

- ¿Tienes algún bolígrafo que me puedas prestar? Me he dejado los mios.

Lo miré, como si estuviese intentando descifrar algo detrás de sus palabras.

Largando una exhalación por la nariz me volteé y me puse a buscar en mi estuche para prestarle algo. Cuando encontré un bolígrafo me giré para dárselo.

- Graci- Mierda, te sangra la boca, ¿Estás bien?

Me descolocó totalmente su pregunta, me toque los labios, la sangre se había escurrido por estos, me limpié con la manga de mi camisa.

- Voy a llamar al profesor, ¡Pro- -dijo mientras intentaba levantarse de su asiento, rápidamente me estire para alcanzarlo y hacerlo volver a su lugar.

Mis ojos vagaron por el salón y ví a uno de los tipos mirándome, como si esperará que dijese algo, cualquier cosa, todo para ser brutalmente cruel conmigo más tarde.

- Estoy bien -dije.

El tipo a mi lado no se vio tan convecido de mis palabras pero terminó asintiendo.

...

me propusé publicar las historias que tengo en borradores que realmente me gustan y bueno, esta me gustaba mucho por como va a ser beoms. uwu.

esperó les guste. <3

nos leemos luego ~

¡Ouch! » YeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora