02.

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POV. STEFAN.

Han vuelto a encender las luces, pero las alarmas siguen sonando en la búsqueda del depredador.

Todas las salidas de escape están sellada y resguardadas, por lo que nos han dejado encerrados con ese monstruo que quien sabe dónde está o con quien estará.

—Shhh —nos detenemos y como cosa la rara la doctora pregunta:

— ¿Que? —susurra.

—Guarda silencio.

No entiendo cómo es que siendo tan inteligente no está consciente del peligro que corremos con sus adefesios libres.

No aprendió con Virgo y tampoco se le ve asustada por Leo.

—No escucho nada —sigue de impertinente.

Voy a perder la paciencia.

—Detrás de mí—empuño el arma situándola a mi espalda.

Caminó despacio hacia una de las puertas, de donde proviene el grujido y quito el seguro del arma asomando la cabeza.

El almuerzo casi se me sale cuando consigo a la bestia, en cuclillas y debajo de él un cuerpo que aún se movía, se lo estaba comiendo vivo. Distinguí el largo de un intestino siendo absorbido como espagueti.

El sonido que emite su masticar es nauseabundo, el olor del charco de sangres es aún peor.

Siento a la doctora estremecerse detrás de mí, aprieta mi camisa como si eso le diera la valentía suficiente para no salir corriendo.

—Aléjese —intento que retroceda.

— ¡Noo!

No gritó, pero su quejido fue más que suficiente para que la bestia escuchara. Levantó la cara y por primera vez pude ver su rostro.

Es peor de lo que imagine.

Tiene cara humana, melena abundante, dientes de León y todo su pecho está bañado de sangre.

Un auténtico fenómeno.

— ¡APÁRTATE!

Empujo a la doctora mientras disparo a ciegas dentro de la habitación. La bestia salta y atraviesa medio laboratorio tumbando todo a su paso.

Corre hacia la puerta que intento cerrar pero que de un golpe la derrumba conmigo encima. La puerta pesa, y entro en pánico por un segundo sin saber que hacer: concentrarme en la bestia o ver si la doctora está bien.

Termino por vaciar las pocas balas consiguiendo que la bestia por momento caiga al suelo.

¡Le di!

— ¡Stefan! —con todas sus fuerzas intenta ayudarme, pero no logra moverla la puerta ni un centímetro.

Termino por liberarme yo solo y ella no tarda en ver los raspones.

—Deja así —le quito mi brazo—. ¿Tu estas bien?

La doy un escaneo rápido y aunque intente negarlo la mueca de dolor me confirma que se ha golpeado con algo.

Muy delicada, doctora.

—Hay que ir traes él.

— ¡Te ayudo! —se apura en levantarme.

— ¿Tú me ayudas ahora? —mofo.

—Tanto entrenamiento y no te ves en condiciones ni de caminar, yo debería de cuidarte ahora.

—Si quiere cambiamos papeles también —agarro su pequeña cintura—, usted se quita la bata y yo le pongo el arma en la mano.

Proyecto Zodíaco. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora