Eunoia

LIII "Mariposas congeladas"

"Una tarde de Julio la ví aparecer, se mecía como la brisa que alumbraba mi atardecer, su alma se coloreaba de tantos azules que al mirarla... se inquietaba mi piel.
En la noche con la luna danzaba a mi parecer, de la vida enamorada estaba, y del verano lo estaba también.
La vida le sonríe, tal como mi rostro, que, aún muy de lejos, le encantaba contemplar la osadía de sus alas... al revolotear con placer.
El tiempo, un día los suelos tocó, y a su orden: de blanco se vistió la espesa vegetación. A todos el frío nos divertía, fortalezas nos daban abrigo y el fuego... cálidos nos mantenían.
La nieve preocupada un día nos llamó, una azulada alma después de tanto encontró. Encerrada en la densa frialdad yacía y su tierno ser ya no latía, el desolado frío ya penetrado su corazón había, la escarcha ya forma parte de su piel abatida...
Poco nos importó, la vida... puede ser tan cruel como lo es el amor, enamorada estaba, pero siendo tan ingenua el frío la traicionó, los débiles siempre sufren, antes de resurgir con el fuerza que antes desconocía su frágil interior. Le arrancaron las alas con escasa compasión, actuaron sobre ella el frío y la desolación, ahora puede decir con orgullo que ella misma se las arregló, para reparar sus alas y destruir su prisión.
Hoy llaman al umbral del torreón, abren las puertas y de momento el fuego se oscureció, las pieles temblaron, esta vez de terror, las damas se presignaban, temeroso le dejaba entrar cierto señor.
Una sonrisa lucía, una mujer orgullosa que hacía suyo el salón, la acompañaba el frío como eterno servidor. En su cabello destacaba una pieza de un azul enérgico y conocido por las iris de mi visión.
Aquella mariposa se colaba de nuevo por el salón, si recordaba o no, es una misteriosa cuestión, ahora enamorada estaba, pero solo de la fuerza de su mente y la sonrisa que en su rostro se alzaba con determinación.
Dos mariposas congeladas distinguía yo, la que antes recordaba, y la que el invierno construyó".