Estocolmo.

No quiero este sentimiento. capitúlo 5

Dos días pasaron y Camila caminaba en circulos dentro de ese cuarto oscuro donde se encontraba encerrada. Recordaba todo lo que había pasado y pensaba en ella misma como la causa de su sufrimiento.

Luego de unas horas la puerta se abre y frente a ella aparece él, con sus manos cubiertas de tierra y un rostro apagado y palido. Acercandose hacía Camila, la sujeta del brazo y la atrae hacía él.
Sus manos estaban frías. Su mirada era aterradora y sus labios palidos.

-¿Acaso nunca fui nada para ti? - Pregunta Gabriel.

- Antes eras todo, ahora no eres nada. - Le responde Camila.

- No sabés como me duele escuchar eso. Que salga de una boca tan dulce y delicada como la tuya. - Le dice afligido tomandola de la cintura.

Ella sólo pensaba en aquello que se prometió: Conseguir la llave y ayudar a esas mujeres.

Lo pensó dos veces, agarró coraje y se acercó lentamente a Gabriel. Toca su rostro y lo mira.

- ¿Por qué tuviste que hacer todo esto? Podíamos solucionarlo. -- Le dice Camila bajando la mirada.

- Nada hubiese pasado si no te alejabas de mi. - Reclama Gabriel y apoya su cabeza sobre el hombro de Camila. - Fuiste la única que me hizo sentir un amor verdadero, quien acelera mis latidos con sólo mirarme. -

-¿Yo seré una de ellas? ¿Me torturaras y cuando te canses me dejaras allí tirada junto a ellas? - Pregunta Camila con un tono suave. - Dime que sólo estaras conmigo y que yo soy la única... -

- Tú nunca serás parte de ellas. Eres todo lo que he buscado. ¿Querés saber por qué estoy enchastroso? - Le pregunta Gabriel mirandola a los ojos.

Camila ya suponía la respuesta y le daba miedo preguntar, aun así lo hizo mientras intentaba disimular sus manos temblorosas.

-¿Me plantaste flores? - pregunta ella.

- ...Sí, una flor muy linda. - Percatado de sus manos temblorosas había decidido mentirle.

Él la sujeta y la levanta a upa, la lleva a uno de los salones, con una mesa de madera redonda en medio, una cocina extrañamente limpia y sólo dos sillas.
Él la sienta en una de ellas y le trae de la mesada un plato caliente con un filete y papas hervidas. Se sienta frente a ella y le da unos cubiertos.

-¿Piensas que esto puede curar mís heridas? - Le dice ella y lo mira con una expresión confusa media sarcastica.

- Estas muy flaca, y me encantas, pero necesitas proteínas. ¿Ves cómo si soy un buen enfermero? - Le dice él.

-Ahá. - Le responde Camila mientras corta un pedazo de carne y se lo lleva a la boca.

- ¿Sabés que te ves linda haciendo lo que sea? Es como si fueras la flor más bella del prado. - La alaga mientras la observa con una mirada dulce y penetrante.

- Extraño recoger flores. - Le ha dicho ella mientras revuelve la comida y baja la mirada.

Él se levanta y se acerca a la mesada a lavarse las manos.
Una rato más tarde Camila termina de comer, se levanta de su asiento con lentitud y dificultad, su pierna aún no sanaba. Ella agarra el plato y se apróxima a Gabriel para que pudiese lavarlo, pero en el intento la mujer se tropieza con su propia pierna y termina cayendose al suelo; el plato se rompe que cuatro pedazos y el estallido asusta a Gabriel.

Él se acerca a Camila con preocupación, la sostiene y la ayuda a pararse.

- ¿Estas bien, Cami? - Le pregunta exaltado.

- He recibido heridas peores. - Le dice de forma sarcastica y lo mira fijo.

Eso se sintió como un balazo en el medio del corazón para Gabriel, uno el cual dolía mucho y estaba acompañado por muchas agujas, pinchandolo en el mismo lugar al mismo tiempo.

Era la chica que amaba, pero "¿cómo sabés que amas si nunca te enseñó como se ama?" Esa siempre fue la pregunta que se hacia él desde años, hasta que conoció a Camila y eso le hizo sentir el famosisimo "Amor a primera vista", o eso creé él.

Gabriel sentía que pronto se pondría a llorar, así que se fue a su cuarto dejando a Camila allí, confundida.
Ella comienza a observar todo con más detalle, como las grietas de las paredes.

-《Todo en este lugar es húmedo y frío, dudo que estemos cerca de la ciudad.
Tal vez y no tengo escapatoria de este infierno.》- Razonaba ella mientras observaba el plato roto y sucio en medio del piso.

Se acerca cojeando a la mesada y abre uno de los cajones que contenía cubiertos dentro de el. Ella toma uno de los cuchillos frente a sí misma, lo extiende y lo sujeta con el filo apuntando a su estómago.

- Muchas veces dicen que el suicidio es un acto cobarde a situaciones cobardes, que si alguien se suicida es una persona depresiva, que si alguien se suicida es porque tuvo que haber una razón extremadamente grave y triste. - susurra Camila. - "Tienes que tener una vida muy complicada para tener coraje y matarte".
No. Todo es mentira. Todo es falso. Nada es cierto. No hay una razón específica para matarte, todo es una acumulación de sucesos y momentos feos por lo que hemos pasado. Es aquello que hemos guardado en un bolsillo porque no queríamos compartirlo con nadie, porque era sólo nuestro. Y si lo compartiamos tal vez no les guste y me sentiré mal por atraerlo hacía algo a lo que esa persona no entiende su "sentido".

Toda mí vida he pensado en lo culpable que soy, por dejar que papá se vaya, por no estar cuando mis hermanos me necesitaron y por no haber logrado que mamá cambiara. - Se dice ella misma con desprecio y culpa, mientras acerca lentamente el cuchillo.

- Pero...lo conocí a él. Él me hizo sentir amada, me hizo sentir acompañada y que nunca me abandonaría. - Reacciona y detiene el cuchillo a unos cuantos centimetros de su estómago. - No, no puedo. Él me secuestró, él me lastimó, él asesinó a esa mujer y seguro a muchas más. No puedo, no quiero este sentimiento.
No quiero recordar cuando él me regalaba mis flores favoritas. - Negaba Camila mientras la impotencia apretaba el cuchillo con fuerza.

Pronto Camila lo suelta, retrocede agitada y con sus manos temblorosas. Las observa y con ellas ve sus muñecas llenas de cortadas producto de su pasado.

Detrás de ella aparece Gabriel que le toca el hombro. Ella exaltada lo ve y lo abraza con fuerza, derramando gotas que vaciarían el tanque apunto de explotar.