Parte 2

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Dos días después tomaba un café con Wilhelm (uno de los encargados de E.d.c. al que llegaría a ver como el hermano que siempre había soñado tener).-Entonces Natasha ¿de qué me queres hablar?. –Siempre tan directo ¿no?. Cuando le conté, me miro medio sonriendo. -¿Porque no me sorprende?. --¿Quizás porque se lo que es pasar por eso?. –Tenes mi permiso pero ¿sos consciente del tamaño y los riesgos de la responsabilidad que queres asumir?. –Totalmente. Pero sé que a la larga es posible.

Tres días después volvía a verlo. Mientras almorzaba sentada a su lado le sonreí intentando tranquilizarlo. –Quisiera proponerte algo sui es que tenes ganas de escucharme. –Te escucho. Cuando se lo dije, se tensiono claramente. –Yo no sirvo para nada. Yo soy un inútil. Le acaricie las manos mirándolo a los ojos. –No tengo idea quien o porque te dijo eso, pero estoy segura que se equivoca. -¿En verdad es posible que...?. –No voy a mentirte. Llevaría tiempo, trabajo y perseverancia. Es más que probable que tengas altibajos, avances y retrocesos. Pero posible si es. Y en parte depende de vos. –Pero si no me gusta nos olvidamos de todo y vuelvo acá. Sonriendo le tendí una mano que estrecharía con notoria ¿vergüenza?. –Entonces ¿es un trato?. –Es un trato.

Para no hacerlo eterno y de paso aburrirlos, les resumiré los meses siguientes. Tal como había hablado con él tuvo su... no sé si llamarle altibajos pero si sufría frecuentes ataques de pánico (sobre todo si veía mucha gente junta). Pero con la medicación recetada por la siquiatra y las sesiones semanales con la susodicha (casi siempre en mi compañía), y diversas pero sencillas tareas puestas por ella (la siquiatra) iría calmando sus ¿miedos?. Tenía cinco meses en casa cuando ase acostumbro a dormir todas la noches en su cama, bañarse a diario, estar sentado en una silla mientras comíamos, y hacerlo con cubiertos. Una noche ya prácticamente con seis mes en casa, una noche mientras cenábamos, así aparentemente de la nada... -Yo... Jeremy. Sonreí. –Me gusta tu nombre. Soy Natasha. ¿Sabes que te estoy empezando a verte como un amigo?.

Me miro claramente sorprendido. -¿De veras me estas empezando ver como un...?. –¿Cómo un amigo?. Un maravilloso. Y u hermoso ser humano. Para cuando cumplió diez meses en casa, había conseguido un trabajo (que se ajustaba a su perfil pues no necesitaba interactuar con otra gente (o a veces sí pero con unas pocas). Tener trabajo, poder cubrir sus gastos personales y colaborar con los de la casa, sumado a todos sus logros ya mencionados, estaba haciendo maravillas en su autoestima, y por ende en sus avances contra la fobia social. La verdad es que estaba progresando mucho más rápido de lo que había imaginado.

Finalmente cumplió un año en casa. ¡¡Ya un año!!. La noche en cuestión luego de cenar, y mientras preparaba café para ala sobremesa (que ya era una costumbre cada viernes), salió un momento y al volver me entrego un paquete ni chico ni grande. –Esto es para vos Natasha. Me emocione al ver en el paquete una preciosa rosa amarilla y una nota. Y al empezar a leerla ya no pude con las lágrimas. "Hoy hace un año llegue a tu casa. Gracias por confiar en mi sin siquiera conocerme, por todo lo que me ayudaste a lograr, por la paciencia que me tuviste, por apoyarme siempre, por nuestra naciente amistad (que espero sea por muchos años), y sobre todo por ser tan hermoso ser humano. Tu siempre agradecido Jeremy".

Al romper el papel, encontré una caja de Brannet's (los bombones de chocolate y menta más ricos del mundo). –Gracias Jeremy. No tenías que molestarte. Pero de veras que me encanto el gesto. Yo también espero que nuestra mistad sea por muchos años. Y si te soy sincera, estoy encantada de haberte conocido, y de haber ido descubriendo que sos unas persona maravillosa. Casi un mes después, habíamos terminado de cenar, cuando me miro los ojos. -¿Podemos hablar de algo importante?. –Por supuesto. Solo unos minutos ¿de acuerdo?. Luego de poner platos y demás en el lavavajillas, pasar por el baño, y servir café y torta de chocolate, nos sentamos frente a frente en los sillones del living. –Ahora si soy toda oídos. Vos dirás de que me queres hablar.   

El pasado nos uneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora