Capítulo Dos: Batalla Interna

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En un enorme salón, iluminado por las tenues luces de las proyecciones generadas por una inteligencia artificial, se encontraban decenas y decenas de Spider-Men y Spider-Women reunidos, rodeando un sólo punto de dicho salón, o más bien...rodeando a seis personas en el centro. Una de estas personas era el más nuevo de los hombres arácnidos, a quien, por cierto, le acababan de decir una noticia que no le gustó en absoluto; una noticia que involucraba a uno de sus familiares. Y, como era de esperarse, sabiendo lo que sucedería en tan sólo unos días, este chico se alarmó, y el miedo junto con la preocupación se apoderaron de él.

—...ah, funcionó la vez pasada, ¿Porqué no repetirlo?—preguntó sarcásticamente. La ira se estaba apoderando de él también, a medida que exclamaba sus palabras a los demás...incluidos sus amigos.

—Niño, mírame... —le suplicó Peter B. Parker, tratando de encontrar la mirada del chico frente a él.

No quería que las cosas terminaran de esa manera, y menos si se trataba de la vida de esa persona que inconscientemente cambió radicalmente su vida para bien. Estaba tratando de razonar, buscar la mejor solución, pero el calor del momento le estaba nublando el juicio al novato. ¿Quién no lo haría si supiera lo que ahora sabía el joven?

—Tenías razón, Gwen —el novato ignoró la súplica de Peter y ahora se dirigió a su mejor amiga, o bueno...a quien él creía que era su amiga—. No debiste venir a verme.

Después de decir aquellas palabras, los ojos de la chica rubia llamada Gwen se cristalizaron, pues nunca llegó a pensar que le diría algo así; aunque en el fondo, por más que ella no quería aceptarlo, sabía que el chico estaba en lo correcto al decirle aquello, y en su reacción. Lo sabía perfectamente.

—Niño, mírame...—volvió a insistir Peter, deseando que está vez el chico le hiciera caso

—Ya deja de decirme así —exigió el joven con voz grave, ahora estaba más que claro no se encontraba en posición de escucharlo. Estaba molesto.

—Bien dicho —comentó uno de los Spider-Men nuevos, un chico de piel oscura llamado Hobbie Brown. Él no tenía pelos en la lengua al momento de decir las cosas, y esta no iba a ser la excepción.

—Hobbie, no estás ayudando —intervino Jessica Drew, quien podría considerarse la segunda al mando de la Sociedad Arácnida, tratando controlar a quienes podrían alterar más al novato. Especialmente Hobbie.

—Qué bueno —agregó Hobbie valiéndole madres lo que dijo Jessica.

El novato se volvió hacia el líder de la Sociedad Arácnida para confrontarlo, y este sólo le dedicó una mirada inexpresiva cuando sus ojos se encontraron.

—No puedes pedirme que deje morir a mí padre.

Eso era, la noticia que había sacudido el mundo del novato: Su padre iba a morir a manos de un villano que subestimó desde el inicio, a quien había tomado por un payaso sin chiste, una un fulano cualquiera, una mancha al pie de página; pero este se terminó convirtiendo en su más grande Némesis.

Según lo que le habían dicho, parte de la historia de los Spider-Men es tener que vivir la pérdida de un ser amado, y también de una figura de autoridad, quien al principio no estaba de acuerdo en el cómo hacía las cosas, pero que al final pudo convencer; el novato ya vivió la primera, perdiendo a su tío, ahora tenía que perder a esta figura de autoridad, un Capitán de la policía, quien resulta ser su padre. No estaba de acuerdo.
El novato no aceptaba su "Predestinado" suceso; no quería perder a nadie de su familia, a nadie. ¿Porqué tendría que aceptar lo que una supuesta "Red de la Vida y el Destino" presagia? No lo aceptaba, y no lo aceptaría.

A Prueba de CánonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora