LA SIESTA

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"Todos los intentos por salvar el planeta fueron en vano, el colapso social y la crisis climática desembocaron en una tendencia imparable, todo esto fue previsto con más de cien años de antelación por las empresas líderes mundiales, y en especial SPEX, que lideró en secreto la mayor hazaña tecnológica jamás planteada por el ser humano, puesta en marcha el 9 de mayo de 2378."
Libro de Historia de la Especie, escrito en el año 27.878 después de la partida por Fred Thomson García.

Katrina, qué nombre tan curioso habían decidido sus padres para ella, la nomenclatura de los hijos dejó de ser a libre elección hacía ya más de diez hibernaciones, una de las tantas medidas que se tomaron en la nave para evitar cualquier tipo de conflicto. Pero su caso era diferente, era la segunda hija del Teniente Coronel Mateus O'Connor y su esposa Sora 17-89, Capitana del navío Omega de Reconocimientos Orbitales.

—No, no quiero hibernar, no quiero hi...— Pensó ya despierta, con los ojos cerrados, sudando y aterrada.

Las hibernaciones en la nave eran un método muy eficaz para alargar la vida de los tripulantes y a su vez, reducir las generaciones hasta La Llegada, todo el mundo hablaba de la llegada, el momento cumbre en el que la humanidad lograría desembarcar con éxito en Kepler-395, el planeta destino. Casi quinientos años luz lo separaban de La Tierra, lo que supondría alrededor de treinta y cinco mil años de travesía, según habían calculado los ingenieros de SPEX junto a las mayores potencias tras determinar La Tierra inhabitable. En el año 2378 comenzaron la misión y la llamaron La Mudanza, compuesta por una nave principal con capacidad para medio millón de tripulantes bautizada "Noé" , junto con mil doscientas naves soporte, naves de reconocimiento, militares y ochenta naves cargueras, estas últimas se diseñaron para acoplarse a Noé en el momento del desembarco para garantizar el aterrizaje.
Cada veinticinco años los tripulantes de Noé se introducían en las cápsulas para permanecer dormidos aproximadamente cien años, las fechas de hibernación podían variar dependiendo de las condiciones del trayecto, si había rastro alguno de peligro o posible incidencia, se buscaban las fechas ideales en los largos tramos crucero de la nave. Los sistemas de hibernación mantenían a las personas en un estado de semi congelación controlada, también contenían células artificiales que durante ese periodo de tiempo detectaban y, por eliminación o sustitución, erradicaban la gran mayoría de enfermedades o rasgos de deterioro de los cuerpos en las cápsulas, una generación podía vivir entre 8 y 15 hibernaciones antes de fallecer, es decir, más de mil años de viaje espacial. Katrina pertenecía a la trigésima tercera generación después de la partida, se esperaba que, si todo iba bien después de esta hibernación, comenzaría el último tramo antes de la tan ansiosa llegada.

—Ya voy... ya voy!—Se había despertado de mal humor, le dolía el estómago de los nervios y, a pesar de que la nave era casi tan grande cómo una de esas ciudades de las películas y libros de "Historia de la especie", sentía una claustrofobia que la invadía por completo.

—Vamos Kat, es cómo dormir una pequeña siesta— La voz amable y ronca de su padre la había despertado todos los días los últimos diecisiete años, y esta fue la única vez que, de verdad, no quería escucharla.

—Una siesta de cien años, papá, no me pidas que esté tranquila— Katrina se había envuelto entre las sábanas de su cama, escondiendo las lágrimas de impotencia a su padre.

—Venga, intenta darte prisa — Su padre se posó en el borde de la cama y su voz hizo un intento de ser delicada, aunque no llegó a conseguirlo del todo.

—No querrás que tu hermano se vaya sin que te hayas despedido, ¿no?— besó su cabeza escondida bajo las sábanas y lentamente, se levantó, la observó unos segundos y dejó la habitación.

—Ike, tengo que despedirme de Ike, no...— Pensó tan sobresalta que sus ojos se secaron de golpe, y si alguna pizca de ánimo aún rondaba su cuerpo, esta se desvaneció.

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