NÁUFRAGO

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"Cuatro años, doscientos días, siete horas. El sistema de ventilación se ha vuelto a parar, hemos pasado un poco de calor, pero el chico es muy listo y ha desviado los sistemas de refrigeración hacia las cabinas y, cómo él dice, "capeamos el temporal", está siendo el acompañante perfecto. Sora, Mateus, podéis estar orgullosos de vuestro hijo. En la última conferencia de Naves de Reconocimiento hemos decidido emprender el regreso en siete meses. Las sondas casi han acabado el trabajo, por ahora los datos son esperanzadores, aunque hemos perdido varias señales, creemos que puede haber algún campo extraño cerca de la ruta, esperamos averiguarlo estos meses, nada grave. Cariño, te quiero, estoy en buena compañía, en breves me voy a dormir un rato contigo."
Fragmento del Diario de abordo de Oliver 17-26. Capitán de la nave Sudoku, Séptima nave de Reconocimientos Orbitales en la operación Avanzadilla de Invierno.

Sonaron las alarmas en la nave, no habían sonado en los casi cinco años de trayecto que llevaban y el sobresalto fue instantáneo, los dos estaban durmiendo, un sueño prolongado de 60 horas en las cabinas parecía tan solo un rato, pero tanto Oliver cómo Ike se despertaron al instante. Ike se levantó de su catre, pequeño y con una luz tenue siempre encendida, cruzó rápido el salón mientras el ruido estridente era cada vez más insoportable, hasta al catre de Oliver,

—O... Oliver, ¿qué está pasando?— Oliver era el capitán de la nave, el pelo rubio le rozaba los hombros, de tez clara y ojos oscuros, era un tipo peculiar ya que su perfil no era lo habitual dentro de los altos rangos, a veces bebía y hablaba con una soberbia que a Ike le resultaba desagradable.

—No lo sé chico, ve a la cabina, yo voy a apagar este puto pitido que, joder! Me está matando— Oliver se levantó de la cama, tenía un ojo a medio abrir y el otro cerrado por completo, se puso las manos en las orejas y semidesnudo, con unos calzones de cuadros y una camisa a tiras blanca de lo que Ike creía que era un equipo de baloncesto, salió de la sala.

Ike fue tras él mientras que a pequeños saltos se ponía el uniforme de segundo de a bordo: un mono gris con el escudo de la nave madre Noé (la proa de un barco simplificada en una uve invertida con estrellas de fondo plasmado en una circunferencia con borde dorado) al lado derecho del pecho y su nombre completo al izquierdo, intentó vestirse lo más rápido que pudo aunque se sintió mal al ver que Oliver había salido sin siquiera hacer un pequeño ademán por vestirse.

—Voy a comprobar el cuadrante y a contactar con el resto de naves por si saben algo!— gritó a Oliver y, aunque este ya había salido por la compuerta, Ike lo escuchó entre los pitidos de la alarma al grito de:

— ¡Buen chico!—

Al principio no le acababa de convencer de que Oliver le llamara "chico", le hacía sentir una mascota, pero con los años se dio cuenta de que era una pequeña forma de afecto por parte de su capitán. Oliver era amigo de sus padres, y a pesar de nunca habérselo dicho directamente, Ike sabía que sus padres habían movido hilos para que Oliver acabase siendo su capitán y compañero en la misión. Ike se acordaba de Oliver, pero nunca tuvo gran relación con él antes de la partida, lo había visto con sus padres más de una vez y sabía que eran buenos amigos, pero lo que le sorprendió fue ver que las marcas de Oliver en los simuladores eran casi tan buenas cómo las de su madre.
Las naves de reconocimiento eran pequeñas, únicamente llevaban dos integrantes y las misiones se llevaban a cabo en pelotones de a cinco, las misiones en época invernal eran las más importantes y duraban diez años aproximadamente. En breves, la misión tornaría su rumbo de vuelta a Noé, con toda la información sobre Kepler-395, el planeta destino de la humanidad al que, tras una última hibernación, llegarían.
Ike se sabía la nave de memoria, casi cinco años había convivido allí con Oliver, la alarma seguía sonando con fuerza mientras trataba de llegar a la cabina de mando.

—Mierda, seguro que hay un problema con la refrigeración— Pensó, asustado por si su apaño días antes había salido mal y el problema ahora era irreparable.

La cabina era pequeña, con dos asientos y una cúpula de cristal que la rodeaba, se tenía casi una visión de trescientos sesenta grados desde ella, esta vez Ike no se tomó unos segundos para contemplar el Cosmos, tenía demasiada prisa,

—Al habla Ike, segundo de a bordo de la nave de reconocimiento Sudoku, última posición: ochenta grados a babor de Zeus y ochenta y siete a estribor de Roxanne, ¿me reciben?— Se demoró unos segundos esperando respuesta mientras comprobaba los cuadrantes y si todos los sistemas de la nave funcionaban con normalidad.

Las alarmas sonaban cada vez más fuertes, le sudaba la frente y no conseguía concentrarse,

—Al habla Ike, ¿me reciben?— El corazón le latía con fuerza y de pronto, se hizo el silencio,

Ike levantó la vista y se dio cuenta,

—No hay nada...— tragó saliva, perdió todo rastro de color en su cara y un escalofrío le erizó los pelos rojizos de los brazos.

—¡Chico! Ven, te necesito, rápido!— Oliver había vuelto y le gritaba desde fuera, pero Ike no contestaba,

—¡Chico! ¿Estás Sordo? Pensé que ya había desactivado la alarma— Siguió gritando Óliver en tono burlesco, hasta que entró en la cabina de mando,

—Oh, mierda, ¿qué coño es eso?— Se quedó tan petrificado cómo su jóven acompañante,

Ike tenía los ojos muy abiertos, así cómo su boca,

— Na... Nada, capitán, no hay nada—

Las estrellas, la gran galaxia que tenían frente a ellos los últimos años, todo, todo había desaparecido, solo negro sobre negro.

— El radar, chico, ¿qué dice el radar? — No lo había visto, no le había dado tiempo, las manos le sudaban y cuando abrieron el radar...

Oliver se inclinó hasta que su cabeza estaba a la altura de la de Ike que permanecía sentado, aún no se había vestido,

— Joder! ¿Qué está pasando? — No había nada en el radar, no detectaba ninguna de las otras naves, de hecho, no detectaba ni la suya propia.

Oliver tardó más de diez minutos en recomponerse, caminó de un lado al otro de la cabina, soltando maldiciones, trazando líneas imaginarias con los brazos y mirando a Ike de reojo, ninguno entendía qué estaba pasando,

—Chico, los motores se han apagado— Consiguió decir Oliver con una voz apagada,

— Venía a pedirte ayuda, y en todo caso necesitaríamos el remolque de las otras naves...— Oliver bajó la vista hacia el radar,

Ike dejó los mandos de la nave y se tornó hacia Oliver,

— Entonces, ¿estamos parados?— La propia pregunta le sonó estúpida, era imposible que estuvieran parados, pero,

—¿Por qué no hay nada fuera?— pensó, y la única respuesta que se le ocurría era aún más imposible,

—¿Parados? Chico, creo que vamos demasiado rápido, joder! No tiene ningún sentido— Oliver se sentó al lado de Ike,

—Capitán, si te acercas a la velocidad...— Ike le sorprendió haber llegado a la misma conclusión que su capitán,

—A la jodida velocidad de la luz, si chico, no se me ocurre otra manera, pero no me pidas respuestas— Oliver se frotó los ojos y alzó la vista a la cúpula,

—No lo entiendo, toma chico, ¿quieres?— Le ofreció su petaca con una mano, mientras que la otra la dejó caer,

Ambos se desplomaron en sus asientos,

— Capitán, me estoy durmiendo— Ike se notaba mareado,

—Yo también, chico, no luches—

Cerraron los ojos.

— Kat... —

"Son buenos especímenes, ¿cuántos son?, hay más, pronto, muy pronto, bájalos al Pico, necesitamos que se preparen, nos beneficia que lo sepan"

— Qué... ¿Qué es eso? — No podía abrir los ojos, no podía moverse, no podía hablar,
— ¿Dónde estoy?—

"Hace mucho mi señor, ¿y los demás?, pasará lo mismo, son buenos, son muy buenos"

—Estoy soñando —

NADATRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora