seis

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25/04/2023

LORNA

Estaba en el boliche festejando con Fede su primer gol. Con la simple peculiaridad que en vez de yo estar con un tincho y él con una rubia promedio, me estaba acercando a él para sentarme a su lado en la barra.

Apaa, mirá quien volvió—dijo casi gritando, seguro que para que lo pueda escuchar—. ¿Donde quedó tu tincho de turno?

Wow, si no lo conociera diría que está celoso. Es raro escuchar pizcas de agresividad en su voz. No suele usar sarcasmo o ironía cuando habla.

—Se fue a lo de su novia—respondí tranquila, tratando de que no se note que su tono me había tomado por sorpresa y que odiaba la situación de ser el cuerno. Para girar el rumbo de la conversación, decidí retrucarle el comentario—. ¿Y vos? ¿No te chamuyaste a ninguna rubiecita? Que raro.

Él no se sorprendió por mi tono, no era la primera ni sería la última vez que escucha ese tipo de comentarios de mi parte.

—No hay mucha gente interesante hoy—comentó tomando un sorbo de su fernet—. Además, la única chica que me llamaba la atención se había ido con otro.

¿Qué?

Como si fuera poco, se paró de su banqueta para acercarse a mi. Todo pasaba en cámara lenta, hasta que su mano encontró mi mejilla y nuestras respiraciones chocaban entre sí.

De repente las pulsaciones me subieron a mil y mi cuerpo se encontraba a temperatura de hervor. Ya hemos estado así de cerca, siempre me pongo así de nerviosa con él, pero algo de esta situación en particular era distinto. Mis sentidos estaban agudizados, sentía cada nervio de mi cuerpo y como se estremecían ante su tacto.

Podría estar con cuántos tinchos quisiera, pero era innegable que el único chico que podría causar esto en mi era él.

—¿Porqué estás tan cerca?—pregunté un poco desconcertada. Estoy cien por ciento segura de que la voz me flaqueaba un toque.

En vez de recibir una respuesta verbal, lo próximo que hizo Federico fue unir nuestros labios.

Si esto es un sueño que nadie me despierte.

Me sorprendí a mi misma cuando le respondí el beso casi de forma inmediata y lo tomé del cuello para acercarlo más y profundizar el beso. Así como su cercanía antes hacía que pierda todo tipo de valentía, la unión de nuestros labios en ese momento lograba devolvérmela por completo. El aire faltaba pero no me podía importar menos. ¿Quién necesita oxígeno cuando tenés a Federico Redondo besándote como si no hubiera un mañana?

No sé cómo estuve tanto tiempo sin probar sus labios, pero ahora no veo forma de frenar el beso. Menos que menos cuando sus dedos merodeaban en mi cintura sin parar, quemando mi piel a su paso.

Mis manos pasaban de tirarle del pelo de la nuca a rasguñarle levemente los abdominales. Aquí yace Lorna Valenzuela, quien murió de lo perfecto que es su mejor amigo.

Desafortunadamente Fede se tropezó, lo que nos obligó a separarnos. Recién ahí la realidad me cayó como un balde de agua fría. Él no gustaba de mi, no me miraba de la misma forma que lo veo yo. Simplemente está borracho y aburrido por su falta de rubia de piel naranja. No hay forma de que esto hubiera pasado si él estuviese sobrio, no soy su tipo.

Repentinamente escucho la voz de Federico llamándome repetidas veces, pero cuando me volteo a verlo su boca no se movía. El llamado no cesaba, hasta que todo a mi alrededor se tornó medio borroso y me encontré con la novedosa presencia de la luz.

Ya no estaba en el boliche, estaba en el departamento de mi mejor amigo. Sentada en su mesa y apoyada sobre mis apuntes del parcial de pasado mañana.

—Se despertó la bella durmiente—escuché al menor de los redondos bromear.

Esa maldita sonrisa.

¿No te habías ido a entrenar vos?—pregunté desconcertada y aún con un poco de sueño.

—Hace tres horas me fui, Lor. Llegué y estabas babeando tus apuntes—se me rió acomodándome un mechón de pelo que se me cayó en los ojos.

—Mhm, estoy cansada de Gramsci porqué no me conseguis un amigo tuyo y me hago botinera Fe—bromeé, aunque al parecer a mi amigo no le hizo nada de gracia, porque se puso rotundamente serio.

—No queres un futbolista Lor, somos todos gatos—respondió de mal humor.

Te quiero a vos y sos futbolista, no sé, fijate.

Si, si, seguro—lo jodí—. Tu compañero de la selección a principio de enero, ese Nico Paz, no es gato ni a palos. ¿Cuánto apostamos?

A esto, su cara se puso incluso más seria, lo que me tomó por total sorpresa.

—Con que Nico Paz, ¿eh?—comentó con cierto tono amargo—. Es de boca igual, ojo.

Él sabe que alguna que otra vez estuve con bosteros, pero aún así parecía decirlo para que no quiera estar con él. Estaba medio raro, no tengo ni idea de qué le pasaba.

Igual, seguramente pasa que nada más estoy sobre-analizando todo y viendo cosas en donde no las hay. No había forma de que Federico me viera de esa manera, simplemente soy su mejor amiga.

Capaz en otro universo, Lor.

Es europeo, el pasaporte suma puntos—seguí añadiendo en chiste—. Alguien me tiene que sacar de este país de mierda y podría apostar mi casa a que ese no va a ser el pelotudo de Bourdieu.

—Nunca sabes, yo pondría mis manos en el fuego de que vas a ser tan exitosa que te vas a ir y de pasada me sacas con vos—espetó totalmente serio—. Sin mi te pegas un re tiro, así que vamos como un paquete, si te vas voy me voy yo y viceversa.

—Amas la palabra viceversa, ¿no?—reí.

—Puede ser, me hace sentir bastante culto la verdad.

—Ay él que es culto y europeo—lo gasté

—Bue, habló la gaucha que todo el día escucha al Chaqueño Palavecino, ¿no?—replicó.

—¿Que haríamos el uno sin el otro? Pregunta seria—comenté de forma retórica.

—Yo digo que si para los treinta seguimos solteros nos casemos así tenes tu ansiada ciudadanía—propuso entre risas.

—Es una oferta tentadora, acepto.

Ahora simplemente tengo que esperar a cumplir los treinta.

pep-talk; FEDERICO REDONDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora