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Si hace una semana alguien le hubiese dicho a Chrollo que estaría así con Kurapika, se hubiese cagado de risa. Sentado en una de las sillas de la sala con el menor en sus piernas mientras boludea con el celular, lo sostiene entre sus brazos e incluso se permite enterrar la cara en el cuello ajeno para disimular su nerviosismo, porque sí, por primera vez en su vida está nervioso.

— Kurapika. — Los ojos brillantes del rubio lo miran apenas termina de pronunciar su nombre, con una sonrisa que luce sin ganas en sus bonitos labios. Reconoce enseguida la mirada triste y usa toda su fuerza mental para no abrazarlo. Esto lo hace volver a preguntarse si es el momento correcto para hablar del tema pendiente entre ellos.

Él sólo quiere hacer las cosas bien porque, bueno, puede que Kurapika le guste un poquito.

Por eso decide ser un toque más sutil, rezando para que después de esto sea Kurapika el que comience una conversación más seria.

— ¿Cumplis el cuatro de abril, no?

Lo hace sentir mejor que aquella sonrisa débil se vuelva un poco más auténtica.

— Sí, espero que me tengas preparado un regalo.

— Y yo espero que me invites.

Kurapika siente la cara roja. Obviamente sabe que Chrollo ya no es ajeno a quien es y al pedo seguir negándolo. Quizá debería decir algo, es su deber aclarar las cosas ahora porque fue él quien comenzó todo, ¿no es así? Pero se encuentra tan asustado, anticipándose demasiado a la verdadera reacción del otro aunque ambos estén ahí: en una posición tan íntima como si fuesen algo serio.

Como si él valiera la pena para algo serio.

— Bueno, prometo invitarte. — Si Chrollo llegó a notar algo distinto en su mirada no le dió tiempo de mencionarlo ya que le extiende su dedo meñique, haciendo que su atención baje hasta su mano. — Vos prometeme ir.

El mayor sonríe sin mostrar los dientes, envolviendo enseguida el meñique de Kurapika con el suyo más largo, sellando una promesa demasiado infantil pero que de alguna manera lo emociona.

¿Por qué? ¿Quién sabe y a quién le importa?

La campana anunciando el recreo rompe su burbuja, siendo el rubio el primero en separar sus manos antes de levantarse de las piernas ajenas, fingiendo no estar triste por haberse separado de él.

— Bueno, ¿vamos?

Y Chrollo finge que no le dolió la mirada ajena que Kurapika le dedicó una vez que lo tuvo lejos, conteniendo las ganas de besarlo.

(no tan) ANÓNIMO || AU kurokuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora