Capítulo 4

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Nancy besó la frente de su precioso sobrino. Cabello negro, ojos azules, nariz grande y jodidamente parecido a su padre.

—Creo que mamá se quedó dormida a la hora de hacerte. —Susurró acariciando las manitas del bebé.

—O quizás tu hermano se aprovechó de mí esa vez. —Nancy alzó la mirada y sonrió. —¿Cómo estás? —Se interesó.

—¿Qué, cómo estoy? —La miró incrédula. —Fue de tu cuerpo que salió este bebé gigante. —Engla río con diversión, no piensa tener otro bebé en parto natural.

—Bueno, puedo con la polla de tu hermano, ¿Cómo no poder traer a mi hijo al mundo? —Nancy contrajo el gesto.

—No era necesario que dijeras eso. —Engla volvió a reír.

—¿Dónde está Einar? —Nancy se puso en pie para entregarle al bebé.

—Está en la cafetería con Leviatán. —Engla tomó a su hijo en brazos para alimentarlo. —Creo que ambos siguen compitiendo por quién me puede hacer más feliz. —Se encogió de hombros cuando su cuñada la miró.

—¿Eres feliz con Leviatán? —Buscó sus ojos y en cuanto los encontró profundizó en ellos.

—Sí, soy muy feliz con ese patán. —Volvió a su puesto.

—Nancy, has cambiado mucho en tres meses, tú no eras lo que eres. Estoy preocupada.

—No puedes juzgarme. —Respondió en calma. —Mi esposo es dueño de un imperio y tiene muchos enemigos y yo soy la mejor de mi equipo, ¡Soy un militar entrenado! ¿Qué querías? ¿Qué me quedara débil e inocente y de esa manera ser la chica a la que siempre secuestran porque es débil?

—Sabes que no. —Se acomodó en la cama. —Yo me enamoré de tu hermano cuando era cruel y malo, incluso conmigo. ¡Sería incapaz de juzgarte! —Nancy cambió el gesto a uno más sonriente, ella tiene razón, Einar era ese demonio al que todos temían y Armin no es distinto.

—Lo siento. —Susurró finalmente. —Me enamoré del monstruo, Engla y, aunque Leviatán no sea ese tipo de hombre que cambia por amor, me es leal, me cuida y me ama de esa manera enfermiza que él conoce.

—Enviaste a darle un escarmiento a una mujer porque intentó acostarse con él mientras tú estabas en una misión. —Ese recordatorio le revolvió todo.

—Tenía que hacerlo, debo imponer respeto y dejar en claro que ese hombre me pertenece solamente a mí… además. ―­Dio un largo suspiro. ―A él le fascina que su florecilla sea temida tanto como él. ―Ladeó la sonrisa satisfecha por ese hecho.

—No entiendo esa relación que ambos tienen. —Resopló. —¿Realmente superaste a Roy o simplemente estás fingiendo para que se te haga más fácil? ―Nancy sonrió.

―Lo sigo amando, Engla, Roylanth fue el primer hombre con el que estuve, es el amor de mi vida y siempre lo recuerdo y Leviatán me permite eso. ―Ensanchó la sonrisa. ―Lo he superado y Leviatán me ha ayudado. ―Miró los ojos de su cuñada. ―No importa en lo que me he convertido, seguiré siendo la misma, sabes que debo guardar apariencias. ―Engla la miró con preocupación. —Estoy bien. ―La tranquilizó. ―Me enamoré del peor hombre que hay en la tierra y aunque muchas veces no puedo con su patanería... —Engla sonrió. —Lo adoro.

―Igual no me gusta lo seco que es contigo.

―Engla, lo hace para no ponerme en peligro... él tiene una reputación y si cambia puede que sus enemigos vean debilidad en él y no deseo que algo le pase por mi culpa, por demostrarme su amor en público. Bien, lo hace en privado y vaya… qué rico es. ―Carcajeó.

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