Capítulo 13.

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"Respira, respira... no es momento de llorar. Sabes que el tarado de Harry no puede hacerte más débil..."
Me tumbé en mi cama boca abajo, intentando no explotar en cualquier momento, porque eso era todo lo que quería hacer. Maldito Harry y sus idioteces... Mi cabeza yacía escondida entre la almohada, esperando caer en un profundo sueño que me hiciera olvidar todo. ¿Pero qué fue lo que pasó? Suena mi maldito teléfono. Me levanté de un salto al momento de introducir mi temblorosa mano en el bolsillo y contesté rápidamente.
-¿Hola?
-______, ¿dónde te habías metido? ¿Estás bien? ¿Has comido algo? ¡Gracias a dios me comunico contigo!
-Mamá, relájate-me volví a sentar en la cama-. Estoy bien. Es sólo que me quedé dormida en la casa de Lou y me desperté a las 2 de la mañana.
-¿Has comido algo?
-Sí-mentí-. Estoy perfecta, gracias.
-Está bien, te amo, adiós.
-Te amo-y llamada finalizada.
Pensemos... eran casi las 2 de la tarde, yo estaba muerta de hambre, pero no sabía cocinar. Me quedaba la opción de llamar a Louis y decirle que me invite a comer, pero no... él tenía visitas.
Decidí bañarme rápidamente y vestirme igual. A pesar de todo, me sentía bien, pues le había dicho a Niall lo que no había podido, así que me vestí con algo no tan apagado: unos pitillos azules, una polera con una tierna y gigantesca cara de gato y mis Vans celestes. Ordené mi cabello en una media cola imperfecta y cepillé mis dientes con toda la calma del mundo. No tenía absolutamente nada qué hacer, así que decidí salir a caminar por el parque de la vuelta de mi casa.
Al abrir la puerta principal, noté que el sol había vuelto a salir, como también habían salido mis ganas de relajarme y disfrutar de este bello día.
Mi vista se perdía entre las hojas que se meneaban al ritmo del viento, y mis pasos caminaban al ritmo de la música que creaba mi mente. Todo era perfecto.

Al llegar al parque, noté que todo estaba realmente vacío, sin siquiera una paloma vagando por el lugar, así que decidí aproximarme hasta los columpios. Mis manos se aferraron en esas cadenas delicadamente al mismo momento en que me sentaba en esa rectangular tabla de madera.
Y cada vez, mi mente se alejaba más de la realidad. Mi vista yacía en mis zapatillas, pero la verdad, ni siquiera las observaba; sólo pensaba en Niall. En cómo ese pequeño duende irlandés de ojos azules me puede sacar tantas sonrisas y hacerme sentir mucho más que mariposas en el estómago.
Un ruido me sacó de mis pensamientos. Alcé mi vista y lo vi. Vi a ese muchacho que me hacía delirar con su sonrisa. Lo vi a él otra vez.

Honey Kisses |horan|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora