Angkor, 7 de enero de 1978
Querida Madre:
Lo lamento, solo quiero que entiendas que esto no es tu culpa. Tu hiciste todo bien dentro de tus posibilidades, yo fui él que no pudo lograrlo. Igual que un árbol solo debe asegurarse de buscar tierra fértil para su semilla, tu buscaste por todos los medios darme la mejor vida posible. No es tu culpa que sobre esa tierra fértil colocaran una capa de concreto y que la semilla fuera débil, no como las hiervas que crecen entre las grietas, esta semilla se dejó ahogar.
A pesar de no contar con un padre, contaba contigo, siempre fuiste madre, padre, hermana y amiga. Fingía que no sabía lo mucho que trabajabas, que había días en los que no comías ni dormías, todo por darme una oportunidad de vivir, la cual yo eché a la basura.
En el colegio los otros niños llevaban cosas nuevas de vez en cuando, yo siempre me vestí con las prendas regaladas por los vecinos, pero eso no me molestaba, porque recordaba como ibas de casa en casa pidiendo con que vestirme y sobras de comida para alimentarme.
Aún recuerdo cuando me ofrecieron la posibilidad de cambiar mi vida, yo pensé que esa carta era un boleto ganador de la lotería, pronto entendí que el premio de esa lotería era un pase de ida sin regreso al infierno.
Ya no sé en quien confiar, en un principio solo me dijeron "Los vietnamitas son el enemigo". Yo creí eso como una verdad, maté muchos vietnamitas y con ello consideré que hacía lo correcto, con eso protegía a mi país de los invasores, pero todo cambió más rápido de lo que mi mente pudo procesar.
Nuestros enemigos no eran los vietnamitas, al menos no solamente ellos, los otros camboyanos también podían ser nuestros enemigos. Cuando disparo, ya no sé a quién estoy atacando, a quién estoy matando. Puede ser alguien que nunca en mi vida he visto, como puede ser mi vecino que hace varios años me dio ropa para cubrir mi desnudez, o un amigo que en algún momento me compartió su lonchera para que no pasara hambre.
En este año he enloquecido, ¿realmente hay algo que esté protegiendo o solo hago daño? En el festival de la sangre ya no existe el bien y el mal, solo muertos y vivos. Aunque en el momento que escribo esta carta aún respiro, no estoy seguro a cuál grupo pertenezco, pero sí a cuál quiero pertenecer.
Un muerto no puede hacer daño, un muerto no sufre, un muerto siempre es bueno, un muerto no lucha, un muerto es lo que anhelo ser.
Nuevamente pido disculpas y reitero que nada es tu culpa, si hubiera algo que pudiera pedirte como última voluntad, es que no sufras por mí, que no llores, pero no soy capaz, no soy tan inconsciente como para quitarte el derecho al luto después de haberte arrebatado a tu único hijo.
Espero que en otra vida podamos volvernos a encontrar y esa vez pueda ser el hijo que mereces.
Adiós a mi amada madre.
Keo.
ESTÁS LEYENDO
Relatos en el Servidor
RandomActividades del grupo para mejorar la escritura creativa, tendrá relatos de varios tipos dependiendo de los ejercicios que se desarrollen.