*Capítulo 4. Conversaciones agradables

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Leo algunos mensajes que ignoré de Eric en busca de alguna señal de que no vendría, no obstante, no hay ninguno, solo dicen lo malcriada e infantil que soy. Ruedo los ojos, con fastidio. Le escribo un mensaje informándole que tiene cinco minutos para aparecer o me iré, no estoy para esperarlo hasta que le dé la gana de aparecer.

Mientras espero que pasen los cinco minutos de margen, me dedico a leer el menú del restaurante. Lo hago más por entretenimiento que por otra cosa, porque tengo claro qué quiero ordenar, es siempre lo mismo. Aunque si logro salir de aquí antes de comenzar la cena, mejor. No me apetece pasar más de media hora con su compañía.

Además, puede que esa sea la mejor opción para que ambos terminemos en los mejores términos dados los acontecimientos, mientras menos tiempo tengamos de discutir, más evitaremos los resentimientos y las asperezas en un futuro. Quizás podríamos volver a ser amigos como lo éramos hace cinco años, antes de ser novios. Todo era tan distinto.

Mi celular comienza a sonar con insistencia, veo que son de Logan, pongo el teléfono en silencio porque veo la figura de Eric entrar en el lugar, enfundado en un traje beis y cubierto por su habitual actitud prepotente. Se ve a leguas que no está contento.

Se viene una noche larga.

Aprieto la tela de mi vestido bajo el mantel, como un inútil intento de contener el temblor de mis manos. Hay un nudo enorme en mi garganta y no consigo que mi estómago deje de revolotear. Hace menos de un minuto estaba perfecta. Ahora me cuesta hacer que el aire llegue hasta mis pulmones.

No permito que Eric perciba mi sentir cuando se acerca a saludarme. No me levanto para regresarle el saludo, me limito a extenderle la mano desde mi silla. Frunce el ceño, sospecho que no le ha gustado mi actitud.

—Buenas noches, amor.

Hace un ademán de acercarse a mi rostro para besarme, no logra hacerlo porque giro mi rostro haciendo que su beso se dirija a mi mejilla derecha. Eric al darse cuenta se aleja incómodo, con un carraspeo. Toma asiento y me mira con fijeza, como si quisiera hablarme solo usando sus ojos, en los mismos que no hay nada bueno, solo un destello de furia contenida de la peor manera posible.

—Eric, creo que debemos ir directo al grano con nuestra conversación.

Debí estar muy ensimismada, porque no me di cuenta, hasta ese momento, que tenía una de sus manos escondida en su espalda sosteniendo un precioso ramo de flores. Lo extiende hacia mi dirección, sin embargo, lo rechazo negando con la cabeza. Insiste, tanto con palabras como con gestos, hasta que se da por vencido y solo lo coloca a un lado sobre la mesa. Vuelve a tomar asiento.

El sitio se llena de tanta tensión que siento que me ahogo entre la pesadez del ambiente, mis pies casi quieren tomar el control de mi cuerpo en su totalidad y salir corriendo de aquí. No volver a aparecer nunca más, pero las cosas no se resuelven huyendo.

—Creo que merezco una oportunidad de explicar las cosas —habla, con tosquedad, mientras hace una seña a algún camarero—. Te he perdonado bastantes cosas y es mi momento de explicarme, pero antes necesito algo de energía, ¿ya sabes qué vas a ordenar?

Me revuelvo en la silla, ¿cómo le digo que solo quiero irme ya?

No puedo evitar el movimiento insistente de mi pierna izquierda subiendo y bajando, solo lo percibo cuando la pierna de Eric choca con la mía, haciendo que me detenga.

Mi instinto me inclina a decirle que solo quiero que esta relación se acabe ya, sin embargo, una ligera punzada en el fondo me pide escucharlo, me pide darle esa oportunidad que está pidiendo, aunque no de la mejor manera.

¿Jugamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora