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Capítulo tres

Como de costumbre los días sábados Asta recibía la visita de Magna y Luck, y este día no era la excepción

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Como de costumbre los días sábados Asta recibía la visita de Magna y Luck, y este día no era la excepción.

Luck era un duende risueño y lleno de energía, mientras que Magna era un duende alborotador, los tres eran muy buenos amigos sin duda alguna.

—¡Asta! —un repentino abrazo por parte del pelirrojo hizo que casi cayera al suelo —¡Te extrañe! —gritó con energía restregando sus mejillas con el contrario en un gesto alborotador.

—¡Ya lo se!—apenas y podía respirar por el abrazo, quería empujarlo pero si lo hacía probablemente terminaría con un berrinche por el contrario.

—Ya Luck, matarás a Asta —Magna rió mientras se sentaba en unas de las sillas de madera con un cojín hecho de algodón.

El pelirrojo sonrió apartándose.

—Ne' Asta —el duende prestó atención —¿A llegado un nuevo visitante? —preguntó el duende observando por el hueco del tronco que utilizaba como ventana como un humano castaño hablaba por teléfono.

—Si y con una gata fastidiosa —puchereo al recordar la gata mimosa.

—Ufff, tan siquiera el humano no es tan ruidoso como el mío, todos los días se la pasa gritando y corriendo de aquí para allá —rió Luck recordando como una pelinegra de lentes siempre se la pasaba así todo el día llendo y viniendo con pastelillos, hasta casi por un descuido por poco y lo descubría en el cajón de galletas, pero no podían culparlo, esas delicias eran una adicción.

—El humano que esta conmigo es intermedio, creo, se llama Finral y es un compositor de música y adicto a esas cajas que ven los humanos —Magna sonrió al recordar las melodías que hacia el castaño, le relajaba en sobremanera su voz y sonido.

—¡Oh! mi humana se llama Charmy y es una pastelera. —Luck observo hacía Asta con sus ojitos brillando en curiosidad —. ¿Y el tuyo? —preguntó.

—Se llama Yuno y trabaja haciendo dibujos. —dijo recordando como días anteriores lo había visto solo dibujando.

Luck y Magna se encogieron de hombros restándole importancia.

El tiempo paso y los duendecillos tuvieron que irse a su hogar, Asta de nuevo se sentía solo, por lo que fue a espiar de nuevo al humano, esa era su distracción día a día, esta vez Yuno estaba dibujando cosas raras

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El tiempo paso y los duendecillos tuvieron que irse a su hogar, Asta de nuevo se sentía solo, por lo que fue a espiar de nuevo al humano, esa era su distracción día a día, esta vez Yuno estaba dibujando cosas raras.

A dos humanos besándose mientras se restregaban, sin entender se acercó más, mientras que el pelinegro que estaba muy concentrado que no notaba al pequeño duende que estaba en el marco de la ventana con una mano en su cintura y una ceja alzada sin entender.

Una llamada hizo que el pelinegro dejara el lápiz de lado, se levanto estirando sus brazos al aire escuchando sus huesos crujía mientras iba por el teléfono a la sala.

—¿Hola?

Asta bajo del marco y observó cada recuadro con genuina curiosidad, ¿eso hacían los humanos? ¿besarse y hacer tremendos actos caníbales? No los entendía, pero parecía que lo disfrutaban por sus caras, ¿el podría hacer eso? Se miro así mismo en el pequeño espejo que se encontraba en la mesa, no, no podía, no era un humano y era imposible.

De repente de un jalón fue levantado despegando sus piecesitos de la madera de la mesa, quería patalear pero sus diminutos pies solo volaban, estaba tan asustado que sintio su corazón llegar hasta su garganta, observó alrededor con pánico, estaba colgando de su camisa favorita, levantó la mirada con rapidez, era esa gata que lo traía en el hocico.

—¡Suéltame gata pulgosa! —gritó tratando de zafarse pataleando, pero no podía, observó alrededor cuando la gata pego un brinco bajando de la mesa, no sabia a donde lo llevaba esa gata.

—¿Qué quieres Sunny?

Oh no, se quedo de piedra al observar frente a el al humano, tiro de los bigotes para que lo soltara pero la gata estaba renuente, estaba asustado, era prohibido acercarse a uno y darse a conocer, era la regla número uno de los duendes, no podía dejar en peligro a los suyos para que otros humanos intentaran buscarlos.

Una bomba prendió en su cabeza, recordó a los muñecos de porcelana que tenía la anterior dueña, tal vez podía hacerse pasar por uno.

Así que se quedo quieto, no se movió, solo sintió que era tomado por una grandes manos, un estremecimiento le recorrió toda la espina dorsal, le gustaba ese tacto, más no se movió, ni cuando sintió cosquillas por las manos del mayor.

—Es un muñeco, pero... —era el humano.

Yuno lo observo bien, era suave, tenía un acabado delicado, el cabello se podía mover fácilmente y sentía que por alguna razón podía respirar, seguro estaba loco, será mejor que dejara de ver esos videos de YouTube sobre muñecos poseídos.

Pero de un momento a otro el "muñequito" río bajandole los colores de la piel (si es que se podía), abrió los ojos asustado soltando al muñeco por la impresión, haciendo que casi se estrellara contra el suelo, ante eso Yuno reacciono con rapidez tomándolo entre las manos, si lo soltaba probablemente el muñeco diabólico quisiera vengarse y el próximo en estrellarse seria el.... Pero desde un quinto piso.

—¡¿Q-qué eres?! —gritó con preocupación y miedo adornando su rostro.

El duende peligris trato de huir pero no podía con su cuerpo siendo apresado, soltó un suspiro observando los ojos del humano, podía sentir como su cuerpo vibraba por las manos temblorosas del contrario, trago saliva cruzando miradas con esos ojos avellana olvidando por uno segundos en la situación en la que se encontraba.

—Son, hermosos... —susurró sacando una de sus pequeñas manitas para acariciar el rostro del castaño, quien sin entender nada y con miedo dejo a Asta en una mesa.

—¿Q-qué eres? ¿Me harás algo? —preguntó de nuevo con nervios retrocediendo y a la vez tratando de persinarse.

El duende miro al pelinegro aún sintiendo el calor de su piel chocar contra la suya, se sentía bien, pero no dijo nada, solo sonrió al ver hacer aquello.

—Soy un duende, y tú un humano, mi humano. —caminó alrededor de la mesa haciendo una seña para que se acercara, el contrario trago de nuevo saliva obedeciendo.

Asta camino hasta tomar la mano del pelinegro, una sonrisa se impregnó en sus labios e hizo lo que quería, se acurruco en su mano, era cálido y agradable.

El pelinegro miro al pequeño duende sin poder creerlo, lo elevó en sus manos viéndolo de cerca, si que parecía un pequeño muñeco de porcelana, sonrió con ternura una vez que se calmo.

Tal vez no seria tan malo tener a ese pequeño duendecillo, si es que no le hacía brujería.

Tal vez no seria tan malo tener a ese pequeño duendecillo, si es que no le hacía brujería

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Un pequeño Duende [YunAsta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora