La música, los murmullos borrachos, la noche oscura y difusa. He dejado de escribir, he dejado de pintar, he dejado de sacar fotos, y esto se ha convertido en mi refugio. Uno más fácil que no deje pruebas, que no deje memoria, que no deje recuerdos. En el momento en que deja de tener uno un hogar se deja de apreciar estar entre paredes que lo fingen, se empieza a preferir paredes que lo olviden, de colores, con personas de ojos difusos cuyas palabras uno nunca reconoce, cuyos labios solo se juntan con los tuyos, labios de tequila, que saben a todo y provocan nada, pero te mientes creyendo que si. En qué momento empecé a buscar almas que quisieran solo mi cuerpo. En qué momento deje de valer mi alma.